Primero la caída del watsap, luego el primer ciberataque, más tarde otra vez el virus cibernético: la psicosis y la paranoia, quizás en su nivel medio pero que nos advierte lo que estamos viviendo, ¡cómo vivimos!, y nos despoja de eso que llamamos “humanidad”, para dejarnos desnudos, fríos robots dizque de carne y hueso. Un compañero de trabajo me comentó que hasta te sientes sin manos y sin piernas, nada puedes hacer, ni sabes qué y cómo hacerlo si no tienes internet. Vaya, que estamos no sólo pa’ llorar sino que “no somos nada”, acaso pedazos de cerebro, dislocados, ciertamente cerca y lejos al mismo tiempo. La tecnología, sí, nos une, pero para luego alejarnos irremediablemente y quedarnos solos, inermes, vacíos.
Creo que la siguiente guerra será cibernética, o por lo menos la chispa que la encienda, como lo han dicho los científicos y lo hemos venido padeciendo. Pero que no cunda el pánico, que tal si Albert Einstein tenía razón: no sabía cómo sería la tercera guerra mundial, pero estaba seguro que la cuarta sería con palos y piedras.
Hace algunos años, Jon Lee Anderson expresó en entrevista que “tener un iPhone te da la posibilidad de hablar con cualquiera. Pero existe un gran riesgo en esta convivencia, estamos ante una Torre de Babel, estamos bajando el tono de las discusiones de una forma despampanante y con una gran velocidad. No veo muy claro el camino que vamos a seguir, pero tengo ciertas reservas hacia estas nuevas experiencias. Perdemos calidad, perdemos la posibilidad de distinguir entre lo importante y lo frívolo, entre lo que es un troll y un comentario válido, con buenas intenciones.
“Ante estos fenómenos la prensa escrita está condenada a desaparecer porque el trance que imponen estos aparatos a los seres humanos es tan obvio, que cuando uno entra en cualquier súper en Nueva York, nueve de 10 personas están mirando a la pantalla, o sea, es el cliché de nuestros días.
“Esta caja mágica va a ir arrasando e incorporando a los que no tienen acceso a ella por ahora. Así como lo hizo la televisión en sus días, pero ahora en versión portátil. Los diarios escritos difícilmente podrán competir con este fenómeno en un mundo de aquí a 20 o 30 años, inclusive menos”.
O sea, otra caja idiota. Caeremos en muchas cajas idiotas, si no es que ya actuamos como idiotas o lo somos. Sin afán de ofender, pero nomás voltee tantito a su alrededor y se dará cuenta en qué mundo vive y de qué gente se rodea: de nadie, sólo ausencias que caminan y tropiezan. Pero mándele un watsap, métase a las redes sociales o háblele por celular, y enseguida le contestarán. ¡Maravillas de la actualidad!