*Los locos siempre están seguros de que están bien. Sólo las personas sanas están dispuestas a admitir que están locas. Camelot.
CAYÓ GINA
Tarde noche de un sábado, que no era un sábado cualquiera. Fue un clásico sabadazo. Mientras uno se animaba a ver una serie de Netflix, los warnings del WhatsApp comenzaron a vibrar. La Fiscalía de Jorge Winckler, el Elliot Ness de la ley, giraba orden de aprehensión y detenía a Gina Domínguez Colio, exvocera y jefa de Prensa de Javier Duarte de Ochoa. Nos comenzamos a cruzar informaciones. Se conocía que era acusada y detenida por los delitos de abuso de autoridad, incumplimiento de un deber legal y coalición. Y entre las faltas no aparecen justificados 4 mil millones de pesos. Otra. Que el lunes piden el desafuero de Alberto Silva Ramos, diputado federal y sucesor de esa oficina, próximo a contraer nupcias. El gallinero se alborotó. No hacía mucho a Pascual Lagunes, dirigente poderoso de Tamsa, le aplicaron su ‘Pasqualina-Quinazo’, y el mundo no se estremeció. Lo de Gina impactó porque era mujer poderosísima, un tiempo fue llamada la ‘Vicegobernadora’. Era tanto su poder que, con la mirada controlaba a los medios, los que le aplaudían y los que no. Le hice al Mitofsky que todos llevamos dentro, y mandé mensajes a cinco periodistas conocidos. Que me dieran su punto de vista. La mayoría aplaudió la medida. Gina agravió a gente, así como ayudó a sus fieles incondicionales, a otros los mandó al exilio. Era de mirada poderosa, fuerte, si algo no le gustaba te lo hacía saber. Mirada penetrante, como aquella que relató el pintor ecuatoriano, Oswaldo Guayasamin, cuando pintó al presidente Luis Echeverría, y dijo tiempo después que su mirada era mala. Supe de algunos casos del poder desde esa oficina donde se controlaba a los Medios. Se supo también que salió de allí agraviada y despedida por la puerta de atrás, pero aún con poder, se aseguraba que había comprado unas estaciones de radio, tenía una agencia informativa y el partido caído en desgracia le dio cabida en el PRI, donde presidió la desprestigiada Fundación Colosio. Mujer que vino de la nada, como Eva Perón, y tuvo todo el poder de su firma, de su dinero, de su mando y su mano dura. El gobernador la dejaba hacer, el gobernador volteaba a otro lado cuando le llegaban con la queja de su vocera. En fin, es mujer y no hago leña del árbol caído, pero allí está librando esa acusación y un meme retrata el día: “Hacía falta una vocera en Pacho Viejo”, dice.
PROMISCUAS (LEILA GUERRIERO. EL PAIS)
Suelo leer a muchas periodistas de renombre. Una de ellas es Leila Guerriero, periodista y escritora argentina, una mente brillante para las letras. Cierta vez en Buenos Aires, en la calle Florida, donde permanecen grandes librerías, me hice un par de libros de ella. Es mujer excepcional en su forma de escribir. La busco en El País y ayer leí éste artículo que habla de México, y que comparto con los lectores míos. Va:
“Lesvy Berlín Osorio, de 22 años, apareció estrangulada en el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México. Apenas después, la Procuraduría General de Justicia publicó en su cuenta oficial de Twitter que el día de los hechos ella y su novio se habían reunido con amigos, que “estuvieron alcoholizándose y drogándose”, que “ya no estudiaba desde 2014” y que debía materias. Traduzco: una voz oficial dijo que era lógico que Lesvy, por alcohólica, drogadicta y mala estudiante, terminara estrangulada. El Gobierno mexicano reincide en culpar a las víctimas (lo hizo con los estudiantes de Iguala, entre otros), pero ahora hubo grandes protestas y se creó el hashtag SiMeMatanQuéDirándeMí, donde muchas dijeron lo suyo. Yo no tengo Twitter, pero sé qué dirían de mí si me mataran. Si los investigadores hablaran con mis vecinos sabrían que en la puerta de mi departamento aparecían cada tanto botellas de vino vacías (a nadie importaría que eso sucediera después de esporádicas cenas con amigos) y que yo entraba y salía de casa a horas extrañas (a nadie importaría que fuera debido a mi oficio). Si preguntaran en los hoteles donde me hospedaba en viajes de trabajo descubrirían que pasaban a buscarme hombres varios (a nadie importaría que fueran amigos o contactos laborales) y que nunca bajaba a desayunar (lo que inspiraría fantasías amatorio-resacosas, cuando en verdad me quedaba en mi cuarto tomando té y respondiendo mails). Descubrirían que no tenía Facebook ni WhatsApp, que no quería casarme ni tener hijos, que era atea y tomaba taxis en la calle. Así, dirían que era alcohólica, promiscua, antisocial, descuidada con mi seguridad, desaprensiva con los afectos y que, por tanto, me lo tenía merecido. Pero nadie podría negar mi espíritu de colaboración: ya ven que les dejo aquí el trabajo hecho”.
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