*“Prefiero el ruido de los periódicos al silencio de las dictaduras”. Dilma Rouseff. Presidenta Brasil.”. Camelot.
EL DIA DE LIBERTAD DE PRENSA
Lo celebran un 7 de junio. El presidente Miguel Alemán Valdés instituye el Día de la Libertad de Prensa a iniciativa del coronel José García Valseca, dueño de la cadena de diarios más grande del país, durante un banquete que le ofrecen los directores de periódicos y revistas de toda la República, en el que le entregan un pergamino firmado por todos ellos, en reconocimiento a que semanas antes, cuando la escasez de papel amenazaba la existencia de los diarios, dispuso que Ferrocarriles Mexicanos convirtiera los carros de pasajeros en furgones de carga para transportar papel, lo que salvaguardó el ejercicio de la libertad de prensa. Los besamanos llegaban desde ese día. Era el contubernio, el amasiato del poder y de los medios impresos. Incluidos todos. Años después, los Premios Nacionales de Periodismo allí mismo se daban, palomeados por el Preciso.
DIAS DE GUARDAR
Hoy los días se enlutecen. Se entristecen. Ya no se celebra el Día, ahora se hacen ceremoniales y obituarios por periodistas asesinados, caídos, acribillados a mansalva, se ponen velas en los pavimentos donde fueron ejecutados, o a las afueras de sus periódicos o domicilios particulares, los sitios se vuelven camposantos, cruces benditas para que la maldición caiga sobre los Sicarios, puesto que ningún criminal de periodista ha sido detenido, vamos, ni siquiera señalados. Ser periodista en un país como el nuestro, más de la nota roja y narcotráfico, es temerario, muy riesgoso. México es el país más peligroso para ejercerlo. Quizá por eso, hoy se les rinde homenaje a los caídos. Desde el más encumbrado periodista, hasta el más modesto, todas esas vidas han dolido. Dejaron hijos sin padres, dejaron viudas, dejaron desolación y tristeza en las redacciones, han dejado atónita a la sociedad que ve que la delincuencia puede más que el estado. Y que los malos van ganando la batalla. Algún día, en mis periplos camineros, quien esto escribe estando en Nueva York visitó el afamado The New York Times, y me tomé la foto rigurosa, ahora Slim le metió el diente y se hizo socio con el poder de su firma, y su lana; también días después el The Washington Post, el de la editora Katherine Graham, que cimbró a la presidencia de Nixon y que destapó el afamado Watergate, cuando el periodismo se volvió un referente mundial y cazó a un presidente abatido y alcoholizado. De ello escribió Raúl del Pozo: “La lavadora de ropa sucia y el enjabonamiento es para mí una analogía del periodismo, tal vez desde que el ex fiscal y jefe de la campaña de Nixon amenazó al Washington Post diciendo: «Si publicas toda esa mierda, Katie Graham se va a pillar las tetas en la máquina de escurrir ropa». La que se pilló las tetas fue la Administración Nixon mientras Katie, la gran dama de la libertad de expresión, llevaba colgada alrededor del cuello una escurridera de ropa en miniatura que le regaló un dentista y en todo momento estuvo dispuesta a ir a la cárcel antes de revelar las fuentes de sus periodistas”.
Termino este artículo con una anécdota a Pérez-Reverte.
“Hace unos días, este periódico (El Mundo de España) premió a Arturo Pérez-Reverte. Como agradecimiento, regaló a la profesión periodística un manotazo que el auditorio aceptó sin rechistar. Contaba el escritor que, cuando tenía 16 y frecuentaba el diario La Verdad de Cartagena para ganarse algún día la vida como reportero, su jefe le pidió que entrevistara al alcalde, algo que le aterró. Así lo recordó: «El veterano me miró con mucha fijeza, se echó atrás en la silla, encendió uno de esos pitillos que antes fumaban los viejos periodistas, y dijo algo que no he olvidado nunca: ‘¿Miedo?… Mira, chaval. Cuando lleves un bloc y un bolígrafo en la mano, quien debe tenerte miedo es el alcalde a ti’».
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