*De Tierno Galván: “El poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado, o estalla”. Camelot.
LOS DIMES Y DIRETES
Estando ausente de estas tierras, donde ahora llueve y no deja de llover, con casi no abrir ni los twiter ni Facebook ni nada parecido, en un fin de semana caluroso, apareció como por arte de magia, como un Mandrake cuando saca los conejos por la chistera, un video de voz de Arturo Bermúdez. Otrora poderoso jefe policiaco, parlaba y parlaba y no dejaba de parlar, en esa grabación que circuló por las redes sociales, se llevó entre los pies, porque entre las patas se oye medio vulgar, al senador Héctor Yunes Landa. Quizá es una respuesta a los muchos bombazos que suelta por tierras veracruzanas a quien ahora gobierna. La relación entre los primos hermanos quedó deteriorada desde la campaña pasada, las campañas dividen familias, crean odios y resentimientos, discuten hasta los apacibles vecinos, los jefes de manzana riñen, los candidatos y sus padrinos guardan rencores, se convierten algunas ocasiones como Romeo y Julieta, con odios de familias pero sin amor, solo por el poder de los votos, y de ese poder que, decía José Martí: “Al poder se sube casi siempre de rodillas. Los que suben de pie son los que tienen derecho a él”. Ocurrió en muchos pueblos, en estas municipales y en la pasada de gobernador, desde que los dos Yunes se enfrentaron pintaron su raya, se sacaron la lengua y se dijeron: “Ahí te ves”. Por siempre y para siempre. Olvidaron cuando de chicos iban a la tienda de la esquina (aún no había Oxxo ni 7/24) por los gansitos o a echar la cascarita en el campo futbolero choleño, sin pasto, solo con tierra caliente. O jugaban a los trompos o a los yoyos. Héctor al poco reviró, dijo, entre otras cosas: “Nunca recibí dinero de Javier Duarte para mi campaña”. Le hubiera añadido, solo una caña de pescar. Yunes contra Yunes, una telenovela del canal de las estrellas, cuyos rounds ahora se dan muy seguido. Aunque el gobernador no le responde, le hace un poco al que ni lo ve ni lo oye, tesis salinista, solo acusa recibo, quizá hace suyo aquel consejo del maestro Julio Scherer: “Mata más el anonimato”. Ignorarlo, pues. Los cazadores de recompensas, como se estila en Estados Unidos, ofrecían saber más, querían corroborar si era verídico y no había sido bajo tortura, como acusó el senador al que manda, de tener su Guantánamo sin su guantanamera, guajira, guantanamera. Hace falta hacerle al Ampudia (alguien sabe algo de Enrique Ampudia) que todos llevamos dentro, una especie de Sherlock Holmes, para que esta historia vea la luz y dilucidemos las verdades, que según nos harán libres. Pero, como dicen en mi pueblo beisbolero: “Aguanta, que va tu aut (two out)”
EL LIBRO OBSEQUIADO
Un amigo recién llegó de Monterrey. Me regaló un libro: ‘Don Eugenio Garza Sada. Ideas, acción, legado’. Escrito por Gabriela Recio Cavazos, historiadora del Colegio de México, a quien un día de 2013 le llamó una gente del Centro Eugenio Garza Sada, para proponerle escribir una biografía de ese empresario, cuya muerte, en 1973, impactó al mundo, era el empresario número uno del país, y el gran promotor del desarrollo de Monterrey. Para quienes vivimos esos años, se recuerda que el país se convulsionaba, en tiempos de Luis Echeverría, y un comando, al intentar secuestrarlo, le hirieron y dieron muerte. Cito a la escritora: “A Eugenio Garza Sada lo velaron en la sala donde acostumbraba tocar el piano, en su casa de la colonia Obispado. Hombre modesto, austero y sencillo, fue enterrado con uno de los tres trajes oscuros que poseía. Centenares de personas tocaron a la puerta de su hogar para presentar sus condolencias. Aquellos que no pudieron hacerlo, se dirigieron a las calles y se unieron al cortejo fúnebre que se realizó a pie desde la iglesia de la Purísima hasta el Panteón El Carmen. La muerte del hombre de negocios fue muy sentida por la sociedad regiomontana. La Segob, en aquellos años dirigida por Mario Moya Palencia, estimó que en medio de una fuerte lluvia, alrededor de 150 mil personas asistieron al sepelio del empresario, su chofer Bernardo Chapa Pérez y su guardia Modesto Hernández Torres, quienes habían sido advertidos de los riesgos que corrían con don Eugenio, no obstante lo cual, decidieron seguir acompañándolo.”. Hubo un rompimiento entre el sector empresarial y el presidente Echeverría. Esa historia de los 70s.
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