Miquel Adriá

Arlequine y Universidad Autónoma de Estado de Morelos (UAEM)

México, 2016

Pp. 239

“La historia de la arquitectura moderna mexicana puede narrarse a partir de la obra de algunos arquitectos del siglo XX que deliberadamente siguieron la senda trazada por Le Corbusier. El itinerario que propongo queda delineado por los brochazos desiguales de Juan O’Gorman, Luis Barragán, Mario Pani, Juan Sordo Madaleno, Augusto H. Álvarez, Pedro Ramírez Vázquez y el de Teodoro González de León, quienes definieron, en buena medida, el rumbo de la arquitectura nacional”, dice el autor en la Introducción.

Adriá, con esta investigación que fue tema de su tesis doctoral, se propone mostrar como el legado de Le Corbusier, que nunca visitó México, tubo una gran influencia en la arquitectura mexicana a partir del estudio de las figuras y las obras de los siete arquitectos antes referidos. Ellos son, no hay lugar a dudas, algunos de los padres fundadores de la arquitectura moderna mexicana. Con sus obras dieron a conocer el discurso moderno que impulsaba Le Corbusier y en algunos casos hicieron realidad lo que solo estaba en el papel.

En versión del autor es Juan O’Gorman quien inaugura la modernidad de la arquitectura mexicana desde su radicalidad ideología nacionalista. Luis Barragán, el único Premio Pritzker mexicano, funde la modernidad y la idiosincrasia propias del país e incorpora la poética intimista a los espacios domésticos. Mario Pani retoma el diario de Le Corbusier y hace realidad lo que antes eran utopías y así es el primero en construir un multifamiliar, un condominio y una ciudad satélite.

Juan Sordo Madaleno y Augusto H. Álvarez asumen la propuesta de Ludwig Mies van de Rohe, para hacer de la arquitectura una ciencia perfecta y de Le Corbusier su caligrafía que da forma a la modernidad mexicana. Pedro Ramírez Vázquez suma diseño y poder sobre el tablero urbano de la Ville Radieuse mexicana y el Teodoro González de León, el único arquitecto mexicano que trabajó con Le Corbusier, da un nuevo sentido monumental a las instituciones con parteluces y pérgolas de concreto aparente, heredadas del último expresionismo corbusiano.

Estos siete arquitectos al tiempo que asumieron las propuestas de Le Corbusier tuvieron también otras influencias; fueron capaces de crear obras que les son muy propias con características que los hacen únicos. El trabajo de Adriá deja en claro que no son imitadores o repetidores del suizo-francés, sino que se inspiran en él para elaborar una propuesta arquitectónica personal sólidamente fundada y desde la misma diseñar casas, edificios, iglesias, teatros, centros culturales, complejos habitacionales, parques y ciudades satélites que expresan su estilo personal y su manera de entender su trabajo y su aporte a la sociedad.

El libro es una buena introducción al Movimiento Moderno de la arquitectura mexicana. En el primer capítulo, Raíces y modernidades, contexto histórico del siglo XX mexicano, y también a lo largo del texto, a partir de la vida de cada uno de los siete arquitectos estudiados, desarrolla, entre otros temas, que ha implicado la búsqueda de la identidad, el paso del neocolonial al art decó, la adopción del Estilo Internacional, lo que significa la arquitectura emocional, la síntesis entre la identidad y la modernidad y la pluralidad global.

El texto está bien escrito y se lee con facilidad. En cada una de las semblanzas se conjuga bien, en juego dialéctico, datos esenciales de la biografía de los personajes con su idea de la arquitectura, la elaboración de su propuesta y el desarrollo de la misma. Es un acierto no pretender ser exhaustivo sino dar cuenta y mostrar la importancia y la contribución que implican para la arquitectura algunas de sus obras emblemáticas. El texto se ilustra con buenas fotografías, a color y la mayoría en blanco y negro, de las obras de los siete arquitectos y el propio Le Corbusier.

@RubenAguilar