Antes, y para que no dar lugar a malas interpretaciones que se suelen dar cuando se habla de temas tan escabrosos como el espionaje de Estado, como estatista que soy, concebido como la “organización superior jurídica y política de una población en un territorio determinado”, soy un convencido de su pertinencia como la entidad superior en una nación.
Es decir, por el bien de todos los ciudadanos –usted y yo para que me entienda- más vale que prevalezca el Estado y el orden jurídico por encima de todos y de todas.
Una vez dicho y aclarado lo anterior, también tengo muy claro las diferencias que existen entre el Estado y el gobierno (régimen), que aunque a veces se les suele confundir y referirse a ambas figuras como si fueran lo mismo, no son lo mismo.
Por ello cuando digo que creo en la fuerza jurídica del Estado, al mismo tiempo lo que estoy diciendo es que creo en los fines del Estado, en la seguridad del Estado, en la seguridad nacional, o sea, en eso que los estudiosos llaman los fines superiores del Estado, que no son otros que los del Estado nacional.
Y a ¿qué voy con todo esto que podríamos considerar como una explicación introductoria a la teoría del Estado?, pues que todo Estado tiene la necesidad para asegurar la viabilidad del mismo, de espiar a los enemigos del Estado nacional, ojo, que no a los adversarios políticos del gobierno o del régimen. Los enemigos entonces del Estado son desde los grupos delincuenciales organizados sistemáticamente, el terrorismo, el crimen organizado, la delincuencia que trae asolada a la población de a pie, etc., y no se trata de hacer del Estado un ente policiaco, persecutor, represor, espía y que actúa por simple paranoia o para proteger al gobierno ante sus adversarios políticos, ¡no!, se trata de que sea un Estado que tienda a asegurar condiciones mínimas de seguridad para la convivencia en libertad y armonía de los ciudadanos.
Y pongo un ejemplo. Últimamente han sido capturados grupos delictivos de origen colombiano que se dedican a robar casas en zonas residenciales de la ciudad de México. Son grupos perfectamente organizados, profesionales del crimen, que recurren a técnicas muy depuradas y sofisticadas para delinquir, en muchos casos coludidos con autoridades y cuerpos de seguridad de la ciudad. También está el caso de los ex guerrilleros chilenos que comandaba Raúl Escobar Poblete, antiguo miembro del movimiento rebelde Frente Patriótico Manuel Rodríguez que combatió a Pinochet, que fue detenido hace unos días en San Miguel Allende, Guanajuato, quien está acusado en Chile de asesinato en su país. Pues este tipo de joyitas actuaban hasta cierto punto de manera impune en México, y aquí estábamos como papando moscas.
Por lo anterior es muy lamentable que se haya destapado todo este rollo del programa ‘Pegasus’, el software que actúa como un virus malicioso diseñado por una compañía israelí para recabar información de teléfonos móviles. El programa, según se ha informado, solo es vendido a gobiernos y su propósito central es vigilar a organizaciones criminales y terroristas. El gobierno ya aceptó que lo comprò a través de la PGR en los tiempos de Arely Gómez, pero qué descuido imperdonable cometieron al haberse develado, real o supuestamente, que este programa también ha sido usado para espiar a periodistas y defensores de derechos humanos.
Mire usted, y no me tome usted por un desfachatado, pero es muy probable que casi todos los gobiernos del mundo llevan a cabo lleven a cabo este tipo de actividades que vamos a llamar, para que no se oigan muy mal, de espionaje, inclusive hasta las grandes corporaciones transnacionales que realizan lo que se llama espionaje industrial. Y en México las labores de ‘inteligencia’ datan desde cuando menos la época de Lázaro Cárdenas, actividades que se perfeccionaron con Miguel Alemán Velazco. Y la Dirección Federal de Seguridad, de la que se tienen antecedentes desde los años 60, cuando un servidor andaba dando sus primeros pasos en el kínder, ¿pues a qué cree usted que se dedicaba con gente como Gutiérrez Barrios, Nazar Haro y Zorrilla Pérez, en las épocas de las desapariciones forzadas?
Pero todavía más, le preguntaría a usted si acaso ha escuchado hablar de una tal señora Margaretha Geertruida Zelle, mejor conocida como Mata Hari, que ya en el siglo XIX se dedicaba a este delicado ‘arte’ del espionaje, o todavía más, del ex director del FBI, Edgar J. Hoover, maestro del espionaje incluso a algunos presidentes estadounidenses, o más para acá a Edward Snowden o Julian Assange con WikiLeaks.
Mire, y perdone nuevamente la desfachatez, estas actividades no son como para presumirse, pero son necesarias para mantener a raya a los enemigos del Estado. Yo diría que, para acabar pronto, al Estado simplemente hay que exigirle que cumpla con su papel y punto.
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@marcogonzalezga