Para Billie Parker convencida de que impulsará a VELOA por el camino certero.

El feminismo es un movimiento social que exige la igualdad de derechos de las mujeres frente a los hombres. Esta definición corta y sencilla, contiene los elementos básicos para hacernos comprender de qué ha tratado la lucha de las mujeres, al través de la historia y en la actualidad.

Al través de la Historia, ante distintos entornos, desde la más completa omisión a la ilustración sofística que produjo el pensamiento de igualdad entre los sexos, siendo rebasada por el pensamiento de Aristóteles, recogida por Platón, hasta la barbarie de la edad media, que llevó a morir en la hoguera, acusadas de herejes, a las mujeres que sabían de alquimia, matemáticas o astronomía, conocimiento reservados a los varones. El Renacimiento que trajo consigo el paradigma de la autonomía, no lo extendió a las mujeres, hubo que esperar hasta la Revolución Francesa y sus movimientos de adelantadas mujeres, que resurgirían más tarde, en los grandes movimientos sociales del siglo XIX, con las sufragistas; hasta llegar al feminismo contemporáneo, en que se analiza el neofeminismo de los años sesenta-setenta del siglo XX y las tendencias actuales.

De acuerdo con la filósofa Ana de Miguel, el feminismo empieza en el momento en que se articulan «tanto en la teoría como en la práctica, un conjunto coherente de reivindicaciones y las mujeres se organizan para conseguirlas, conscientes de la existencia de su discriminación” Con base en ese criterio, hoy se reconocen en el mundo occidental, tres etapas u olas feministas.

La primera, el feminismo ilustrado, que reivindica la ciudadanía de las mujeres. Se extiende desde la Revolución Francesa hasta mediados del siglo XIX El debate se centra en la igualdad de la inteligencia y la reivindicación de la educación. Fundamenta sus reivindicaciones en el pensamiento del Siglo de las Luces. Sus protagonistas clave son las ciudadanas que presentaron en 1789 a la Asamblea francesa su «cuaderno de reformas», que incluía ya el derecho al voto, la reforma de la institución del matrimonio y la custodia de los hijos, además del acceso a la instrucción. Los derechos de la mujer comienzan a estar presentes en las tribunas políticas e intelectuales.
La segunda ola, es representada por el feminismo liberal sufragista, que reivindica principalmente el derecho al voto de las mujeres. Se extiende desde mediados del siglo XIX hasta la década de los cincuenta del siglo XX (final de la Segunda Guerra Mundial). Comienza con la Declaración de Séneca Falls, (E.U.) de 1848, en donde 300 mujeres y hombres pertenecientes a movimientos sociales, se reúnen tomando como base la Declaración de Independencia Estadunidense, reclaman la independencia de la mujer de las decisiones de padres y maridos así como el derecho al trabajo, al que daban prioridad por encima del derecho al voto. Los doce principios formulados exigen cambios en las costumbres y moral de la época y en la consecución de la plena ciudadanía de las mujeres.

Simultáneamente en Inglaterra aparecen las sufragistas, y el debate sobre el sufragio universal se hace cada vez más intenso. Durante la primera mitad del siglo XX, se va incorporando una a una, a las legislaciones democráticas. Es la primera reivindicación pacifista e introduce el término de solidaridad. El activismo se extiende a las clases media y baja. También se vincula a otras causas de derechos civiles, como la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos. Continúan, en paralelo al derecho al voto, las reivindicaciones sobre el acceso a la educación y, a partir de 1880, comienzan a admitir mujeres en las aulas universitarias, aunque todavía es algo excepcional.
La tercera ola, el feminismo contemporáneo, comienza con las revoluciones de los años 60. Reivindica un cambio de valores y que la justicia legisle aspectos considerados antes como «privados». Se lucha contra la mujer como estereotipo sexual en los medios de comunicación y la publicidad. Las mujeres combaten esos modelos y logran que cambie la percepción los medios. Demandan la abolición del patriarcado, conscientes de que más allá del derecho al voto, la educación y otros logros de las feministas pioneras, es la estructura social, la que provoca las desigualdades, estableciendo jerarquías que benefician a los varones. Con el lema «lo personal es político» entran en el debate la sexualidad femenina, la violencia contra la mujer, la salud femenina, el aborto o la contracepción, entre otros.

Desde los años ochenta, adquieren especial importancia la diversidad, el multiculturalismo y la solidaridad femeninas; mientras el debate entre las diferentes corrientes del feminismo sigue vigente, porque éste es impercedero, siempre está construyéndose.

Una meta alcanzada o, acaso, puramente columbrada, es el inicio de una nueva etapa de lucha. Cada causa feminista, bien explicada, planteada y operada, está encinta de una nueva causa feminista. Una es prólogo y motor de la otra, de la siguiente, de la de mañana. De ese modo, podemos hablar de una suerte de naturaleza progresiva, expansiva, de toda causa feminista que reivindicatoria, al fin, debe asumirse y luchar por ella hasta hacerla realidad.

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