*De Groucho Marx: “Corre tras tus sueños, si no los alcanzas al menos adelgazas”. Camelot.

LOS RETENES

Periplo muy seguido por las horribles autopistas de Capufe, al menos la que va a Veracruz o Xalapa, las dos. Como cantara Chente Fernández: ‘soy el rey de los caminos, siempre vivo en carretera’. Cada que salgo, me persigno y pido al Obispo Marcelino -ahora exiliado a Colima, hace un bien tiempo-, que me mande su bendición para llegar sano y salvo. Los tuits de las redes son extraordinarios, al salir por el tramo de Fortín alguien había tuiteado que un tráiler doble caja, los que defendía el inútil y escondido secretario del socavón, cuando una protesta nacional pedía al gobierno de Peña Nieto les quitara por decreto la doble caja, porque solo creaban muerte en las carreteras, uno de ellos había matado a unos jóvenes por alcance en una caseta de paga y las familias iniciaron una campaña nacional en Chance.org, a la cual se sumaron gente de prestigio como Carlos Puig, Zuckerman y algunos escritores muy leídos. ¿Qué creen que pasó? Nada. El secretario del socavón, con su cinismo en el rostro dijo que eso no se podía, defendía a los dueños de transportes como defendió a las compañías que hicieron una porquería en el Paso Exprés de Cuernavaca. Bueno, me había alertado el tuit del accidente y llamé a Capufe, me lo corroboró y me la jugué. Llegué al kilómetro 30 y ahí les vi cuando las grúas movían ese desastre, hubo dos muertes y 22 heridos, sucede que el autobús que llevaba pasaje se encontró de repente con una de las dobles cajas, que se le había salido al tráiler y contra ella se estrelló. En este país no hay justicia, Gerardo Ruiz Esparza no solo debía estar cesado, debía estar ante los tribunales, pero, como dijo Cristina Pacheco: ‘aquí nos tocó vivir’, o ‘ay manito, no te quejes’, diría Minga, una gente de mi pueblo. Termino mi ciclo de escribir en contra de Capufe, hasta que se vaya a casa el secretario, si no se va, ni modo, me ganó el lance. Va.

EL BURO DE CREDITO

Lo que vi fueron varios retenes en diversos sitios, la Policía Federal y la Fuerza Civil y los del Estado arman y fijan retenes. Encontré tres, que a mi regreso los movían, son aleatorios, uno de ellos nos detuvo en la autopista, pasando la de paga de Cuitláhuac, las preguntas de rigor y nada del otro mundo. Pero a otros les abren cajuela buscando armas, porque esta zona está caliente. En esas andaba cuando me metí a Rinconada, había comida con unos amigos y me propuse llevarles unas que están en ese pueblo que huele a garnacha, como en Aguilar de Campoo, en el rumbo de Palencia, España, donde se elabora la famosa galleta María, marca Gullón, y ese pueblo huele a galleta. Leí por ahí, perdido entre las páginas que la Condusef se pone las pilas en la defensa de los consumidores. Alerta que hay un nuevo fraude donde te escriben por correo electrónico y te dicen que, con una poca de gracia y otra cosita, como la Bamba, ellos te sacan del Buró de Crédito. El Buro fue una herramienta que impusieron los gobiernos priístas y cuando los panistas llegaron ya, y llegaron bailando ricacha, no pudieron quitarla. Es una medida como la de tiempo de la Alemania de Hitler, a todas luces ilegal. Llegó la crisis de los bancos y el supremo gobierno les dio todo, les inventó algo llamado Fobaproa, para que allí se fuera el rescate a esa panza que ayudó a los banqueros, oyendo la consigna de Voltaire: “Si alguna vez ves saltar por la ventana a un banquero suizo, salta detrás. Seguro que hay algo que ganar”. Hasta allí la historia de rescate, lo que dejaron fue el dichoso Buró de Crédito. Los banqueros gordos y con puro y enriquecidos, como los retrataba la Familia Burrrón, hicieron su Capilla Sixtina y desde allí decretaron que aquel que debiera un solo peso, lo pasaban a arder en el dichoso Buró. Hubo casos de gente que no pagó 50 pesos de un mugre crédito de teléfono, y ahí dormitaba, no podía sacar nada, ni crédito de un refrigerador, ni tarjeta de crédito ni nada. Había que entrar a pelear con estos banqueros de monóculo y pipa y guante. Quienes ahí se quedaron, ahí siguen congelados, ha servido porque ahora cuando te llaman por las madrugadas ofreciendo o un teléfono o una tarjeta de crédito, para que dejen de jorobar, les respondes: “Señorita, lo lamento, estoy en el Buró de Crédito”, y cuelgan rápido como si fueras apestado. La Condusef dice que aguas, que nadie puede modificar esa herramienta del Buró, que quienes les ofrezcan las estrellas y la luna por sacarlos de allí, ustedes no acepten y les respondan: “Paciencia y prudencia, verbal continencia, y total insolvencia”, y ahí te los llevas. Fin de la historia.

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