Francisco sabe todo lo que pasa en la Iglesia y no ha dejado su gobierno en manos de su secretario de Estado como lo hizo el papa Benedicto XVI, con el cardenal Bertone, y antes el papa Juan Pablo II, con el cardenal Sodano, que operaban por la vía de los hechos como vicepapas, afirma el cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid.
Que el papa Francisco sea jesuita, para los vaticanólogos es un dato importante que explica la manera de ejercer su responsabilidad. Atribuyen a la formación de los jesuitas el saber actuar tanto en las fronteras como en los centros de poder. Los jesuitas en su vida cotidiana combinan una espiritualidad profunda y una vocación a la acción. San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús en 1540, propuso que los jesuitas debían ser contemplativos en la acción.
Los vaticanólogos aseguran que éstos tienen una sólida formación intelectual y fomentan la interculturalidad. Los jesuitas están entrenados para abrir caminos y establecer cabezas de puente. Una vez que conquistan esas posiciones las ceden a otros, para ellos saltar a la siguiente misión. El fundador de los jesuitas decía que la Compañía de Jesús debería asumirse como una “caballería ligera” y estar siempre en la línea de frontera.
Los jesuitas son la única de las cinco órdenes que tiene la Iglesia que hacen voto especial de obediencia al papa. En los años del gobierno conservador de Juan Pablo II, la Compañía de Jesús fue intervenida por el Vaticano y no fueron buenos tiempos para los jesuitas. Resistieron en silencio el trato injusto, a veces incluso persecutorio, por parte del papa.
Hoy uno de los suyos es el sucesor de San Pedro.
El periodista y sacerdote Antonio Pelayo, corresponsal en Roma desde hace 30 años, sostiene que “Francisco es, ante todo jesuita. Y como papa, cuenta con dos elementos a su favor: una sólida formación teológica detrás de su campechanía, y que es un hombre de gobierno: era provincial de los jesuitas con 37 años, obispo con 46 y con 59 presidente de la agitada Conferencia Episcopal Argentina. Sabe mandar. No se deja hacer. No se achanta. Es un hombre práctico, organizador y de jerarquía”.
Y añade que “como buen jesuita, le gusta generar debates. Está de acuerdo en suscitar críticas, pero odia las intrigas de sacristía. Repite en privado que lo único que consiguen esas sucias maniobras es animarle a seguir adelante. No va a parar”. Estudiosos de la administración de empresas señalan que la Iglesia católica es la multinacional más antigua del mundo. Y que el papa ha emprendido una reforma de la institución que se define como “gestión del cambio” y recuerdan que universidades de los jesuitas tienen algunos de los MBA más reconocidos del mundo.
En cuatro años de gestión, el papa jesuita ha dado un giro a una institución que recibió en crisis marcada por escándalos (Vatileaks), desprestigio (abusos sexuales), corrupción (manejo del Banco Vaticano) y una mala política de comunicación. Su conducción de la Iglesia ha permitido que ésta recupere prestigio y vuelva a convertirse en un actor relevante a nivel mundial. El hijo de San Ignacio de Loyola sabe que debe garantizar una buena sucesión para que continúe el proceso de transformación institucional.
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