“Los hombres no son gobernados por sus instituciones, sino más bien por su carácter”. Gustavo el Bueno. Meng Tzeu iue: «Ou wei wenn wang ki, eul tcheng jenn tche ic, houang jou ki, i tchonj tien hia tche hou». Mencius dijo: «Nunca he oído decir que quien haya reformado el imperio se haya deformado a sí mismo, y menos aún que el que hubiese reformado el imperio se hubiese deshonrado a sí mismo”. En todas partes sé da fe de los buenos principios, de la moralidad soberana, de un culto perfecto, sin embargo, reinan la injusticia, la corrupción y la angustia. ¿Qué es lo que sucede entonces? Que cada uno cree tener la Verdad, la Sabiduría infusa, el supremo grado de evolución; se disputan las prerrogativas de la enseñanza, cada quien quiere su autonomía, ¡las iglesias batallan por su “clientela”, las asociaciones por sus “miembros contribuyentes”! Mientras tanto el mundo se muere y la voz de cristo repite para los que aún tienen el valor de escucharle: Amaos los unos a los otros. Bellas citaciones son numerosas en este sentido: No ofendas a los demás para que no te aflijan (De las escrituras budistas: Udana-Varga). Lo que a tí te molesta no lo hagas a tu prójimo (De la enseñanza israelita del Talmud). No hagas a los demás lo que no te agrade que te hagan (del gran filósofo Confucio). Nada de ello se lleva a cabo; se grita, se agita y se hace ruido para ¡no entender su propia a voz interior! Como dice una popular oración shintoísta: “Nuestros ojos pueden ver las suciedades ajenas, pero a nuestro espíritu no debemos dejarle ver las cosas que no son limpias. Nuestros oídos pueden escuchar las suciedades, pero a nuestro espíritu no hay que dejarle oír cosas que no son limpias”. ¿No será que el ser humano tiene miedo de sí mismo? Complejo de inferioridad, diríamos en el psicoanálisis, pero más o menos todo el mundo está bajo un complejo como lo sabemos en psicología, y ¿entonces? Pues bien, se debe buscar el liberar a los seres humanos de ellos mismos; separarlos de su personalidad para hacerlos nacer en su individualidad pura. Un gran personaje ha dicho: “El hombre es bueno, pero la sociedad lo corrompe”. ¿Qué se debe entonces reformar? ¿El hombre o la sociedad? Sería peligroso tratar de abarcar directamente a la colectividad entera, la arriesgaríamos a un éxtasis colectivo, a un remolino perturbador, y al riesgo de perder definitivamente a la humanidad entera, al menos por una buena generación. Para ello pienso mejor en un método simple de cocina que consiste en que, cuando se ha “cortado” una mayonesa no se debe remover en su totalidad, sino que por el contrario debe ser recobrada poquito a poquito y así se elimina en el sedimento una porción de esa materia y poco a poco se le añade al producto un algo de vinagre; se prueba una muestra y se bate en forma de círculos más y más grandes para volver a tomar a cada momento un poco más del producto mal elaborado e incorporarlo a la nueva pasta compacta que progresivamente va tomando esa bella apariencia exquisita tan apreciada de los gastrónomos. Se ha dicho que “nadie, recorriendo su propio camino, ha encontrado a Dios” (Ram-Das). Aquí volvemos a mencionar la necesidad de una enseñanza, de una dirección, de una línea de conducta a seguir, de un Maestro. En efecto, todos los Grandes Sabios han tenido su Guía, los iniciados han tenido primeramente que seguir los consejos de un INICIADO, los Instructores de la Humanidad han tenido todos su Maestro. Jesús el Nazareno primero estuvo bajo la autoridad de Juan Aschai (llamado el Bautista) quien a su vez había sido formado en la escuela de Elkesai, etc. Es fácil abjurar de libros, de enseñanzas, de escuelas, de Maestros, etc., cuando se ha terminado una instrucción, pero se debe primero pasar por el estadio de saber de qué se trata y sentirse complacido de aprender entre tanto la parte que se pueda de esa disciplina, que a veces se desdeña tan pronto como se supera el período obligatorio, pero no así su necesidad, pues a menudo se le requiere mucho todavía. ¿Cuáles son esos “espíritus avanzados” que niegan el camino que ellos mismos han recorrido? No se necesita quemar aquello que se ha adorado. Indudablemente que se tropieza con una multitud de prejuicios y de incomprensiones debido a la ignorancia. Cuántas veces he tenido que explicar las particularidades de algunas costumbres, las razones del culto, los hábitos de raza, que bajo una simplicidad aparente esconden una profunda significación. Por ejemplo, muchos se sorprenden viendo pasar a los monjes buddhistas con sus brazos izquierdos envueltos bajo su simbólico hábito amarillo. Es una simple actitud que adoptan estos bikhús? Claro que no; son demasiado sabios para detenerse en semejantes consideraciones acerca de su indumentaria; la razón es más profunda. El lado izquierdo fue siempre considerado como el más noble porque los Sacerdotes de la Antigüedad se volvían hacia el Sol teniendo el Polo Norte a su izquierda (y el Sur a su derecha) sabiendo perfectamente que un hemisferio está más elevado que el otro y que un Polo de nuestro planeta está de tal modo superior al otro que permanece inclinado sobre la línea equinoccial. Las costumbres antiguas admitían que siempre el lado izquierdo estuviera más cubierto y en muchos pueblos el brazo izquierdo aún se envuelve durante la oración; los judíos tienen todavía cordones especiales para este uso. ¿Cómo llegar rápidamente a esta educación de la humanidad? La meta es la liberación, pero ¿cuántos son los que comprenden esta palabra? Evidentemente cada uno en su dominio, cada uno, en su elemento; el que tiene alas hace por volar, ¡el que no las tiene trata de arrastrarse…! Alguien ha dicho: ¡“Quien quiera ser admitido entre los ángeles debe esforzarse en vivir como ellos en el transcurso de este esbozo de vida”! Alimentarse con carne de un cadáver es ingerir la muerte, es ¡renunciar a la verdadera vida! La matanza organizada de los animales es el comienzo de una ley acción reacción que ¡sepultará a los humanos! Esta lucha que emprendemos contra las leyes naturales ofende a la Naturaleza que para vengarse produce un crimen (llamado guerra) con el fin de absorber por millones a los vándalos que la han mutilado. Todos los pensamientos son creadores, el más mínimo gesto está precedido de un mecanismo cerebral, de ahí que las vibraciones que emanan del cuerpo físico se propagan en el espacio. La más pequeña reacción brutal repercute no solamente en el ambiente, sino que aún es captada por otro cerebro en receptividad que inmediatamente se encuentra impregnado de esa misma idea y por este hecho con un deseo de igual brutalidad. Se conoce este fenómeno de una idea dentro del aire. ¡Cuántas veces varios sabios hacen el mismo descubrimiento al mismo tiempo! Los inventores son sorprendidos numerosas veces por las noticias oficiales de que otras personas se adelantaron a ellos, aún residiendo en otro país, y se explica todo así, simplemente porque la idea que ellos proyectan emana de su cerebro al espacio y si esa misma vibración es captada por una persona apta, pondrá en ejecución el mismo proyecto. ¿La consciencia colectiva de que habla Jung no está en cierto modo relacionada con este orden de ideas? Conocemos esa psicosis de guerra provocada por algunos políticos hábiles (o ¡comerciantes de cañones!) ¿Por qué no crear entonces una psicosis de Paz? Lo ideal sería un gobierno mundial de Yoghis, pero he aquí que los yoghis no se ocupan del gobierno y ¡ni siquiera están organizados en una colectividad! Ellos son libres como los pájaros que surcan los cielos… En todos los tiempos un solo país fue preservado de las revueltas y de la guerra, el Tibet, cuya forma gubernamental es la Teocracia pero no de manera enteramente iniciática, sino en forma religiosa organizada; esta pequeña deficiencia repercute en su tranquilidad, pues así desde hace mucho tiempo el sistema carece de su perfección y por ello no es sino cuestión de tiempo para que sea perturbado en su serenidad. Definitivamente se debe recurrir a las formas de gobiernos iniciáticos instituyendo una Teocracia científico-esotérica con los Sabios a la cabeza de una institución mundial basada en los verdaderos valores de los elementos. La Pre-Antigüedad, si se puede llamar así a las civilizaciones que florecían hace 50 o 100.000 años, fue una Edad de completa calma durante miles de años gracias al sistema y a la forma de organización social que erigía en su dirección a los Iniciados, quienes gobernaban tanto espiritual como culturalmente. Una Dirección Espiritual Mundial, con Centros Organizadores en cada país, con Colegios Iniciáticos por regiones, una jerarquía de Sabios, una Aristocracia del espíritu, una Comunidad libre, un mundo donde florezca el Pensamiento Humano a través de una Moral Universal, para todos conveniente y sin perjuicios para nadie. Nuestra sociedad actual se revuelca en un cenegal sin nombre y parece feliz así, ignorando que existe una agua clara, una vida cristalina; es como un hombre que se complaciera entre sus excrementos mientras existen verdes praderas; la humanidad parece gozar de vivir sobre un montón de detritus sin saber que existen picos nevados en donde la atmósfera es pura. ¿Por qué vivir, pues, en infames y hediondas malezas cuando existen tantos espacios libres surcados de arroyos cristalinos? Es doloroso constatar esta ignorancia tanto más cuando aquel que tiende la mano para elevar a sus hermanos hacia las regiones más dignas ve rechazada su oferta por aquellos que a pesar de todo desean continuar su existencia de larva ciega retorciéndose incansablemente en las suciedades más inmundas. En efecto, cuando se carece de miembros se está limitado a arrastrase, pero al fin nuestras alas son fáciles de descubrir: es suficiente estudiar un poco de simbolismo, si no contamos con la Fe en nuestro sistema de posibilidades a realizar. Existe precisamente la Fe con la cual se pueden “remover las montañas”, como dijo el Gran Nazareno, pero para aquellos que no tienen esta facultad, para toda la masa humana que no ha sido tocada por la Gracia, para todo ese mundo que no considera posible cumplir el milagro de la higuera seca ni aún conforme la promesa de Jesús el Nazareno… entonces, para esta mayoría de multitudes que pueblan la Tierra, les queda el estudio, el análisis y el Saber. Es en el simbolismo que se encuentra la Vía, que es la más fácil tan pronto como se han captado algunas claves, porque ellas abren entonces las puertas “del jardín del Templo” y en seguida es necesario por medio de la experiencia trepar las escaleras del pórtico para venir a tocar al portón del Santuario mismo. En términos claros, el simbolismo ofrece la ventaja de una comprensión rápida, una sincronización de conocimientos al alcance de aquellos que no tienen grandes posibilidades intelectuales ni los períodos disponibles para largos estudios de detalles. Por medio de estas nociones esotéricas se pueden trepar las escaleras, es decir, progresar en el sendero iniciático donde las diversas experiencias individuales son requeridas para presentarse delante de la puerta del Santuario a fin de cumplir el “tocad y se os abrirá”. Es entonces el momento sublime en el cual “cuando el discípulo está preparado aparece el Maestro”, sin olvidar jamás que discípulo viene de disciplina… Corresponde al estudiante ir al encuentro de su Guía, corresponde al Chellah ponerse a los pies de su Gurú, porque jamás es el Maestro quien se asigna un adepto. Como los ejemplos han sido dados en el curso de la historia de la humanidad, ¿por qué tratar de obstinarse en ensayar otra cosa cuando todo ha sido intentado y nada ha dado resultado? Se debe remirar entonces el ejemplo de las civilizaciones antiguas que han gobernado iniciáticamente el mundo en otros tiempos, en aquellos períodos de oro, aquellas edades de paz, aquellas épocas de Sabiduría.