Desde que tiene memoria, Pak Dahlan, un campesino de la provincia de Riau, en Indonesia, solo recuerda plantaciones de caucho alrededor de la casa de sus padres donde creció y que hoy se ha convertido en su casa. Sus padres, como el resto de los vecinos, eran unos pequeños propietarios que se ganaban el jornal extrayendo la blanca savia de las heveas que crecían en las pocas hectáreas de terreno que tenían y con la que luego producían las láminas de caucho.
Todo cambió en 2003, cuando Pak Dahlan, ya en su cincuentena, recibió una suculenta oferta: cambiar el caucho por el más productivo aceite de palma. “Veía que mis vecinos tenían aceite de palma y ganaban más dinero que yo con el caucho. Así que decidí cambiarlo”, asegura el campesino. Y no ha sido el único.
Aunque el Hevea brasiliensis, la principal planta que produce caucho, es natural de la cuenca del Amazonas, ha sido en el Sudeste Asiático donde la industria ha encontrado las condiciones idóneas de expansión y en la actualidad el 85 por ciento del caucho natural mundial procede de esta región. Sin embargo, mientras que en la época colonial, cuando el caucho se expandió por los territorios británicos de ultramar, las plantaciones se concentraban en las coordenadas más cercanas al Ecuador, durante las últimas décadas, los esbeltos árboles han migrado paulatinamente hacia regiones más templadas. “El aceite de palma está empujando al caucho hacia el norte”, asegura Jefferson M. Fox, investigador del Centro East-West especializado en este árbol.
Y con su migración, han desaparecido también algunos de los bosques tropicales y subtropicales más valiosos de estas regiones que hasta ahora habían quedado a salvo de la expansión de los voraces monocultivos tropicales. Así, entre 2005 y 2010, las plantaciones de este árbol reemplazaron más de 3 mil kilómetros cuadrados de bosques identificados como zonas de alto valor ecológico y áreas protegidas, según un estudio publicado en la revista Global Environmental Change en 2015. ” Ha sido bastante sorprendente porque yo esperaba que fuera mayoritariamente por una sustitución de cultivos, no por deforestación de bosques primarios”, continúa Fox, quien es además uno de los coautores del informe.
El cambio comenzó en los años 50 del siglo pasado, cuando China desarrolló una variedad de hevea que podía crecer en temperaturas menos cálidas, para poder satisfacer su demanda en plantaciones al sur del país. Desde entonces, otros países han desarrollado sus propias variedades, resistentes a las condiciones climatológicas de cada región. Sin embargo, a pesar de que las plantaciones sobrevivían, su productividad a menudo caía, incrementando la cantidad de suelo necesaria. “El caucho se está plantando en zonas donde no debería estar”, asegura Fox.
UN FACTOR DETERMINANTE: EL AUMENTO DE LA DEMANDA
Pero la competencia con otros cultivos no ha sido la única razón por la que el caucho se ha vuelto cada vez más amenazante para los bosques subtropicales. Así el látex que se obtiene de la hevea es utilizado para una multitud de usos, desde la fabricación de guantes y preservativos, a globos o incluso colchones. Pero ha sido nuestra creciente movilización la que ha hecho aumentar dramáticamente la demanda de esta materia prima: entre un 50 y un 70 por ciento del caucho natural, según diferentes fuentes, es utilizado para la fabricación de neumáticos.
Las previsiones apuntan además a que la demanda de caucho, fundamentalmente natural, ya que el sintético es menos resistente y versátil, seguirá aumentado durante los próximos años, lo que incrementará la presión sobre las selvas asiáticas.
“Estimamos que entre 4.3 y 8.5 millones adicionales de hectáreas son necesarias para dar respuesta a la demanda proyectada para 2024”, asegura otro estudio también publicado en 2015.
“Parece probable que esto ocurra a expensas de [áreas de ] bosque natural, ya que es la tendencia que hemos visto en décadas recientes en el Sudeste Asiático”, asegura a eldiario.es Eleanor Warren-Thomas, investigadora de la Escuela de Ciencias Ambientales de la Universidad de East Anglia y autora del estudio.
CAMBOYA, EL PARADIGMA DE LA VORACIDAD DEL CUACHO
En 2010, el parque nacional de Virachey, en la provincia camboyana de Ratanakiri, era considerado una de las pocas zonas vírgenes que quedaban en el país. Situado en la frontera con Laos y Vietnam, el espacio estaba protegido por ley debido a su alto valor ecológico, pero la tala ilegal había hecho mella en las ricas laderas del parque que cada vez se veían más desnudas.
En 2011, fue, sin embargo, el propio gobierno el que aprobó una concesión para plantaciones de caucho dentro de las lindes del espacio protegido, confirmando la apuesta del gobierno por este cultivo a expensas de sus bosques. “Camboya ha sido el país más afectado por la expansión del caucho”, asegura Fox.
Según el World Resources Institute, Camboya fue el país del mundo en el que la tasa de deforestación se incrementó más rápidamente entre 2001 y 2014, y la premura se debió en buena parte a las plantaciones de caucho. Así, según la organización, la deforestación en el país ha ido a la par con las fluctuaciones en el precio del mercado global de caucho. “Sabemos que a largo plazo, un incremento de los precios lleva a una expansión de las plantaciones”, confirma, por su parte, Eleanor Warren-Thomas.
¿SON POSIBLES LOS CULTIVOS SOSTENIBLES DE CAUCHO?
Sin embargo, el caucho puede cultivarse potencialmente de forma más sostenible. Así la hevea es un cultivo que se integra bien en la llamada agrosilvicultura, un sistema en el que se integran diversos tipos de especies de plantas junto a animales en una misma área productiva y que son medioambientalmente más sostenibles que los monocultivos. Warren-Thomas pone como ejemplo a Indonesia, el segundo productor mundial de caucho tras Tailandia, donde se cultiva mayoritariamente en este tipo de plantación “que tiene la estructura de un bosque secundario”.
“Los agrobosques de caucho en Indonesia son muy importantes para la conservación de la biodiversidad y ha habido grandes esfuerzos para que no se convirtieran en monocultivos”, asegura la investigadora.
El caucho también ha sido una importante fuente de ingresos para comunidades pobres en la región, especialmente en Tailandia, Malasia e Indonesia, donde es cultivado mayoritariamente por pequeños agricultores como hacía la familia de Pak Dahlan.
“Hay indicios que muestran que la producción en esta escala conlleva beneficios económicos, social y medioambientales a largo plazo”, asegura la organización Global Witness, que ha denunciado en varios informes los impactos de esta industria, especialmente en Camboya.
EMPRESAS EMPIEZAN A LUCHAR CONTRA LA DEFORESTACIÓN
Como tantas otras industrias, la industria del caucho se enfrenta ahora a la necesidad de mejorar sus prácticas para satisfacer una demanda cada vez más concienciada a nivel social y medioambiental. Así,en 2016, el grupo Michelin, el mayor fabricante de neumáticos del mundo, adoptó una política de deforestación cero, mientras que General Motors se comprometió este año a comprar sólo neumáticos sostenibles.
Pero con una demanda en constante aumento y la competencia de otras industrias que también intentan evitar ser asociadas con deforestación, la sostenibilidad del caucho puede parecer un objetivo utópico. “No sabemos si es posible satisfacer la demanda futura de caucho natural sin deforestación y se necesitan urgentemente estudios para comprender esto”, dice Warren-Thomas. “Si las plantaciones de aceite de palma se restringen a zonas no bosquosas dentro de la RSPO, la demanda para el caucho se desplazará a otra parte”, continúa.
Algunos, sin embargo, se plantean recuperar los árboles de savia blanca. Pak Dahlan echa de menos las antiguas plantaciones de caucho que le daban menos dinero, pero también menos quebraderos de cabeza que el aceite de palma. “Cuando llegó el aceite de palma, empezó a haber incendios también en la región”, asegura. “Si el caucho estuviera mejor pagado, lo habría mantenido”.