Seguramente muchos de ustedes ya conocen de la llamada que fue filtrada y difundida por el ‘Post’ (The Washington Post), de la conversación entre los presidentes de los Estados Unidos y México, Donald Trump y Enrique Peña Nieto. El diálogo se dio el 27 de enero pasado, exactamente una semana después de la toma de posesión de Trump como el 45 presidente en la historia de la Unión Americana.
Si usted ya conoce la transcripción, ¿qué le puedo decir?, no se le puede echar carrilla a Enrique Peña Nieto por hacer lo que puede ante el que en mala hora gobierna a la nación más poderosa del mundo, que con ese diálogo no hace más que confirmarse como un tipo mercurial, impredecible, sin una normativa de conducta lógica por supuesto como jefe del ejecutivo del gobierno norteamericano, pero sobre todo como jefe del Estado y representante de toda una nación. No es el papel del que esto escribe defender al a veces indefendible presidente de México, pero la relación como jefe de Estado ante un tipo como Donald Trump sí que entraña todo un reto, es un galimatías, es como un acertijo indescifrable, es, para que se me entienda, como si se estuviera jugando a la ruleta rusa.
Además, y ahí si lo digo en descargo de Peña Nieto, exige rapidez de reflejos, picardía, inteligencia intelectual y emocional; agilidad y frialdad mental; frialdad, temple, fortaleza de espíritu, maña, en pocas palabras, se requiere una mentalidad como de jugador de póker para enfrentar a un tipo incalculable, predecible y no a la vez, errático de pensamiento, poco asertivo, voluble, volátil, frívolo e inconstante, nada más, pero que actúa más por instinto que por los resortes que mueven la relación y el carácter diplomático que deseablemente debiera haber entre dos jefes de Estado, en donde para empezar debe privar el mutuo respeto.
Para empezar uno se refiere al otro como “señor presidente” y en respuesta de su homólogo recibe un menospreciativo “Enrique”, con lo que, de entrada, se pone por encima del que tiene enfrente, el otro detalle es que uno le habla de usted y su contraparte lo tutea… en fin. Y luego el diálogo, o más bien lo que pretende ser un diálogo entre dos pares. Después de la explicación de Peña Nieto a Trump de lo que pretende sean las bases entre ambos países, éste le contesta con un inusual: “Muchas gracias, Enrique, lo aprecio. Creo que te has expresado de una manera muy bella. Y claro, en relación a lo que concierne relación y amistad, te considero un amigo…”. Pero Trump ve las cosas desde su propia perspectiva, le preocupa el desbalance comercial de 60 mil millones dólares a favor de nuestro país, le preocupa también los estupefacientes que los cárteles mexicanos de las drogas venden a su país y que “¡Sus drogas nos están matando, Enrique!”, y por supuesto le preocupa la construcción del muro que, según él y sus cuentas, va a detener el flujo migratorio ilegal y de drogas.
Y tampoco tiene el menor pudor para dorarle la píldora al presidente mexicano: “México tiene un liderazgo más astuto y más inteligente representado por ti Enrique, y el muy inteligente liderazgo de México se ha aprovechado (de la buena fe) de los Estados Unidos”, y nuevamente las buenas formas del nuestro: “Le pido, señor Presidente, que nos conceda un espacio para buscar una nueva solución entre nuestros dos países…”, entiendo a Peña Nieto, no tiene las armas intelectuales desde su perspectiva del puercoespín de la fábula, que tendría por ejemplo un tipo más avezado para esas lides como Salinas de Gortari, que puede perfectamente jugar el papel de villano, en exceso mordaz y socarrón como para contestar con un desplante al oso (Trump).
Del muro lo que le pide Trump a EPN es una complicidad velada, que lo respalde en su idea y que ambos finjan no saber quién lo va a pagar a final de cuentas pero que los dos asuman su construcción como algo necesario. Ahí Peña Nieto no estuvo de acuerdo pero creo que le faltó ser más tajante y resolutivo, sobre todo porque hubo amenazas para México: “… si vas a decir que México no pagará por el muro, entonces ya no querré reunirme con ustedes porque no podré vivir con eso. Estoy dispuesto a decir que lo resolveremos de alguna manera, pero eso significa que todo se arreglará y eso está bien, pero ya no puedes decir que los Estados Unidos pagarán por el muro”, y remata con un: “… ya no podemos seguir jugando así»
Y el camino apenas empieza, todavía falta un largo trecho por recorrer. Lo bueno es que Peña Nieto ya se va el año que entra –bueno para él-. El que gane en el 18 le va a tocar lidiar con semejante hombre. Por lo pronto AMLO ya dijo que “él va a hacer entrar en razón a Trump”. Vamos a ver si es tan fácil.
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@marcogonzalezga