Puede o no existir interés en México por discutir sobre las etiquetas políticas e ideológicas, tampoco sé si sea necesario, tal vez si. Hace mucho tiempo que se abandonó la elaboración intelectual en las grandes formaciones políticas, dejándolo reservado a grupos de la sociedad civil. Salvo afanes anacrónicos de sectores conservadores, que insisten en meterse con la vida privada de la gente, y discursos grandilocuentes que invocan teorías conspiratorias y líneas invisibles, tanto en defensa como en cuestionamiento, los planteamientos partidarios son asombrosamente similares y mucho más en ejercicio de gobierno. Me parece que ya no hay tiempo para la gran reflexión pendiente sobre las ideas y propuestas de los partidos políticos antes la proximidad de las elecciones presidenciales del próximo año; tendrán que posponerse para algún día sus asuntos de identidad y su ubicación real en el Mexico de hoy.

Por ahora los partidos presentarán casi exclusivamente siglas y nombres, ocupando su energía en tácticas y proselitismo. Decir que alguien es de izquierda, derecha o de centro es temerario o auto complacencia, pero también puede ser absolutamente inútil sin referentes y comparativos. Puede haber quien lo haga y hacer creer que, efectivamente, sus posturas son reales y corresponden a lo que, alguna vez, se dijo o hizo en ese sentido. Según yo lo más seguro es que den «gato por liebre», forzando al extremo alguna elucubración, sin descartar que haya quienes sí intenten elaboraciones frescas, creativas y novedosas.

En México, ha sido la izquierda la que siempre mostró la cara tal cual era, aunque más bien habría que hablar de izquierdas; hay una historia que, supongo, concluirá con el PRD, suma de tendencias del más amplio abanico; lo que siga tendrá alguna etiqueta que puede ser lo más próximo a un intento de definiciones más políticas que ideológicas, si pensamos en círculos pensantes, o, de plano, se inaugura un ciclo de proclamas y banderas sostenidas por masas amorfas que se conformen con discursos de caudillo y una relación clientelar. La izquierda más que nada fue generosidad y compromiso, como una forma de ser auténtica a la que se le sobrepuso la etiqueta dominante, iniciando con la influencia Soviética, combinándose con el Guevarismo y cerrando con el PRD en su fase nacionalista. Observo que Morena pinta para ser una mezcla de todo eso en tanto gire en torno a su máximo objetivo que es ganar la presidencia.

Observo que las buenas acciones de la gente, en general, no pasa por ideología alguna, menos por la influencia de siglas partidistas. Los partidos son instrumentos para acceder al poder, no escuela de seres humanos; estos serán mejores o peores como resultado de muchos factores pero marcadamente por el contexto social. Es tan anacrónico y chocante que se use ropa cotidiana con colores partidistas, que se quiera explicar algo cotidiano con la opinión de líderes y, peor aún, que se abstraiga el pluralismo en afán de un pensamiento único y se sostenga que la vida acaba si no se logra el resultado que una facción nacional pretende. No ofendo, creo, si afirmó qué hay una crisis de ideas en los liderazgos políticos, en tendencia famélica a niveles locales; abundan las descalificaciones y las ocurrencias, las convocatorias abstractas y, lamentablemente, mucha demagogia.

Tal vez ha llegado el tiempo de empezar a ver a México con ojos nuevos, sin los paradigmas apenas vigentes en papel, con miras superiores y viables.

Ufa.1959@nullgmail.com

Recadito: Patético el espectáculo de los malos servidores públicos que se marean en un ladrillo, condición humana.