*De Benedetti: “Lo que más me gusta de vos es algo que no habrá tiempo capaz de quitártelo”. Camelot.
EL GRAN RAYMUNDO RIVA PALACIO
Ayer, en lo que retornaba por la horrible y llena de baches autopista de Capufe, la de Veracruz-Córdoba-Orizaba, a brincos y el secretario del socavón sonriendo de cinismo, en ese mismo tramo un amigo me comentó por fon de la contratación del periodista Raymundo Riva Palacio, autor de la muy leída y prestigiada columna, ‘Estrictamente Personal’, y de su Ejecentral.com.mx. Raymundo ha cubierto una buena trayectoria en los diarios impresos, ha caminado por sendas y caminos difíciles, a veces derrumba muros, cuando se le ponen enfrente, pero no se rinde ante las adversidades. La nota es que ha sido contratado por Televisa, para aparecer y dirigir un espacio en Foro TV, canal de noticias y deportes, a partir del lunes de la 7 de la mañana a las 8. Muy leído en el diario El Financiero, Raymundo seguro aportará buenas cosas a ese periodismo nuevo, donde ahora los que antes escribían solamente, como Ciro, Marín, Puig, Aguilar Camín y otros, llegan a las pantallas televisivas, para dar a la noticia y al comentario una nueva dinámica y frescura, suerte, Raymundo. Felicidades.
ESAS ESTATUAS
Donald Trump ha dicho que no se puede cambiar la historia por derrumbar las estatuas. Las estatuas, decía el gran Carlos Fuentes, solo sirven para que las caguen las palomas. En Virginia, que también es pueblo y hablan inglés, rudos contra intelectuales se han enfrentado por la muerte de una jovencita. La derecha recalcitrante y los herederos del nazismo de Hitler, pelean en la calle y de repente llega un locochón nazi y avienta el auto contra la multitud. Al otro día, el grupo opositor comenzó a derribar estatuas, como una vez me tocó ver las que quitaban de Franco en España, donde en Santander quedaba la última y la bajaron, no tan abruptamente como a la de Sadam Hussein, cuando llegaron las tropas americanas y con una cuerda, como John Wayne en sus tiempos de cowboy, la lazaron (lázalo, lázalo que se te va) hasta quedar patas pa’ arriba. Esa zona, donde se enfrentan ahora los americanos, gracias al fuego que atiza su presidente, es zona de los Confederados, aquellos a los que el presidente Abraham Lincoln derrotó en la Guerra de Secesión, los que adoraban la esclavitud y se oponían a liberarla, y una de ellas era del Comandante en Jefe, Robert E. Lee, a quien también le quieren tirar su estatua, donde monta a caballo, que no es el 7 Leguas, el que Villa más estimaba. La vida suele cambiar la historia. Lincoln le ofreció la jefatura de su tropas a Robert Lee, y las despreció, el otro, Ulyses Grant, quien las tomó y ganó, se convirtió al paso del tiempo en presidente americano. Una frase retrata a Lee: “Es bueno que la guerra sea horrible, o podría llegar a gustar”. Es clásica aquella película Norte y Sur, donde Lee llega ante Grant a rendir las tropas, con marcialidad y caballerosidad. Al morir, muchos años después, fue perdonado. En 1975 el Congreso de Estados Unidos restauró a título póstumo la ciudadanía estadounidense al general Lee. Sin embargo, en plena Guerra le incautaron todo lo que es el Cementerio Nacional de Arlington, que su mujer había heredado. Allí están las tumbas de los soldados y del presidente Kennedy y arriba, en la montaña más alta, se ve la Casa Lee, sitio que domina el Potomac.
La política, a la llegada de Trump, divide a los americanos. Como en aquellos tiempos, los odios se airean por esos sitios, es otra Casa Dividida, como aquel señero discurso del presidente Lincoln: “Una casa dividida contra sí misma no puede permanecer”. Creo que este gobierno no podrá soportar, de forma permanente ser mitad esclavos y mitad libres. No espero que la Unión se disuelva – No espero que la casa se caiga – pero sí espero que deje de estar dividida. Se convertirá en toda una cosa o toda otra cosa”.
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