En nuestra niñez, ¿cuántas veces habremos escuchado la frase imperativa: Cierra la puerta? En mi etapa adulta, la repito al menos dos o tres veces por semana, tal vez un poco más.
Cerramos la puerta de nuestra casa para que no nos vean desde el exterior, para estar a solas, para tener privacidad, para descansar de la calle, el trabajo y la cotidianidad, pero también para protegernos, para evitar que ingrese un extraño que pudiera poner en riesgo nuestra integridad física.
También ponemos protecciones, doble cerrojo y colocamos candados. Ya no dejamos ingresar a cualquier persona a nuestro hogar y si lo hacemos es bajo nuestra supervisión.
En nuestra habitación, desde adolescentes, aunque no tengamos nada que ocultar, también nos encerramos en busca de privacidad y como lo define la RAE, para proteger este espacio de cualquier intromisión.
¿Por qué entonces permitimos que se entrometan en el ámbito de nuestra vida privada? Y lo toleramos tanto en el entorno terrenal como digital. Hace un par de meses nos “enteramos” por una investigación del periódico The New York Times y analistas forenses independientes que el gobierno de Enrique Peña espía a periodistas y activistas.
No me sorprendió. Es una práctica sistemática de nuestros gobiernos, me atrevería a decir; pero no porque sea algo común, debemos aceptarlo o tolerarlo.
Al espionaje físico (que siempre ha existido), ahora se le agrega el digital. En ese ámbito damos más información de nuestra vida privada, de los miedos, deseos e intereses que tenemos. Sin recato, subimos fotos de familiares, amigos, lugares que frecuentamos, comidas y hasta de nuestras enfermedades, exponiéndonos al escrutinio de conocidos y extraños.
La Constitución de México señala en el artículo 16, párrafo 13 y 14, que “exclusivamente la autoridad judicial federal, a petición de la autoridad federal que faculte la ley o del titular del Ministerio Público de la entidad federativa correspondiente, podrá autorizar la intervención de cualquier comunicación privada”.
Y la Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo 12, advierte que: “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada… Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques”.
Sí, tenemos derecho a defender nuestra vida privada, aun en la era de las tecnologías de la información y la comunicación, donde las redes sociales son el pan nuestro de cada día.
¿Cuál es la clave?, incrementar la seguridad digital y cerrar la puerta de nuestras redes sociales a extraños. Social TIC, organización nacional sin fines de lucro que trabaja en la formación de ciudadanos y asociaciones civiles, propone desde medidas básicas para todos tus equipos (celular, tableta, computadora) como instalar antivirus, realizar respaldos de manera constante, reforzar las contraseñas de acceso, y actualizar aplicaciones y el sistema operativo.
La realidad es que dificilmente se puede saber y comprobar que te están espiando desde medios digitales, reconocen integrantes de dicha organización, en una reciente charla que ofrecieron en la capital veracruzana. Fomentemos la prevención: cerremos la puerta y pongamos doble llave.
“No confies en el poder, el poder nunca merece confianza”: Edgar Snowden.
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