El primer encuentro entre el Ejercito Revolucionario del Sur comandado por Emiliano Zapata y la llegada de la División del Norte con Francisco Villa a la cabeza en Xochimilco se da el día 4 de diciembre de 1914.

En la madrugada del 6 una inmensa masa humana de combatientes revolucionarios avanzan con rumbo a Palacio Nacional, la División del Norte con cincuenta mil tropas la mayoría a caballo partieron por el rumbo de Tacuba y las 15 mil del Sur salieron desde San Ángel haciendo con la movilización todo un espectáculo nunca visto en la ciudad.

Al medio día ingresan al Zócalo entre alaridos y el constante repique de las campanas de catedral anunciando la llegada de los protagonistas de la revolución, fueron recibidos por el presidente constitucionalista Eulalio Gutiérrez y una decena de embajadores. Después del banquete los jefes presidenciales se dirigieron al salón presidencial en donde se encontraba la silla del máximo representante de la nación, tras un corto dialogo zapata la cedió a Villa, el simbólico asiento que tiempo atrás ocupara Porfirio Díaz.

Es en ese punto donde Agustín Víctor Casasola toma una de las fotografías más emblemáticas del proceso revolucionario, la imagen se encuentra llena de detalles Tomas Urbina, originario de la sierra tarahumara al lado de Villa, Otilio Montaño con una venda en la cabeza. Entre niños ancianos, negros y mestizos en la última fila se encuentra John Reed. Solamente hay una mujer, ubicada justamente atrás de los dos caudillos un poco cagada al lado izquierdo.

Dolores Jiménez y Muro quien tras una larga historia de vida liberal, surge como poeta en las tertulias literarias donde era asidua participante, formada en la clase media potosina. Su padre un funcionario del gobierno de San Luis Potosí, ella era oriunda de Aguascalientes, en donde pasó su infancia. En su juventud fue testigo de la intervención francesa, perseguía los ideales liberales juaristas de su padre Jesús Jiménez. Estudió para maestra, sin embargo su facilidad en la escritura la llevaron por el camino del periodismo, esto último la impulsó a su verdadera vocación, ver la realidad desde otra perspectiva, haciendo suyas las demandas al lado del reconocimiento de las mujeres, su igualdad en todos sentidos y de la defensa de los desprotegidos en distintos frentes.

Destaca su carrera en los medios impresos colaborando en las revistas de la época “La esmeralda” y “La sombra de Zaragoza”. Posteriormente dirigió “La revista potosina”. Más adelante colabora en “Diario del hogar” y “La mujer mexicana”.

Al fallecer sus padres se une al grupo político femenil Las amigas del pueblo apoyando la candidatura de Francisco I. Madero. Posteriormente crea el grupo de mujeres Las hijas de Cuauhtémoc, al lado de un importante grupo de mujeres se enfrentó a la dictadura porfirista. Pasados los años se manifestó en contra de Victoriano Huerta, cayendo presa, llevada a la cárcel de Belén.

Zapata la invita a unirse a sus filas, lo hace con gusto haciendo tareas de maestra, escritora, periodista y oradora. Para ese momento ya rebasaba los sesenta años de edad, pero su ímpetu permanecía intacto, acompañó al ejercito del sur. Redactó el preámbulo del Plan de Ayala, en el se sintetizaba el programa zapatista, fue nombrada coronela.

En 1917 formó parte de la Secretaría de Educación impulsando con empeño campañas de alfabetización, participando activamente en muchas misiones culturales.

Fue una mujer ejemplar, murió en 1925 a la edad de 77 años, en ese momento se apagó la antorcha de la revolución, sus ideales quedaron impresos a lo largo de su vida en sus publicaciones y su participación clave en el Plan de Tacubaya y el prólogo del Plan de Ayala. Es una de las mujeres destacadas de la Revolución Mexicana que aparece en la emblemática fotografía.

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