Mucho se ha escrito sobre las condiciones que hoy enfrentan millones de migrantes veracruzanos, a consecuencia de las nuevas políticas migratorias del gobierno de los Estados Unidos de América. Lo cierto es que, más allá de las disposiciones que establezcan las autoridades, su estancia ha sido un reto permanente.
Encontrar un trabajo estable y bien remunerado, padecer situaciones de racismo y discriminación, regularizar su situación legal para acceder a servicios de salud y de educación, o sortear la impredecible actuación de las autoridades migratorias, son algunas de las cosas que tienen que enfrentar todos los días. Sin embargo, los veracruzanos no le temen a los Estados Unidos de América.
El pasado viernes, como cada año, tuve la oportunidad de asistir en la ciudad de Los Ángeles, en California, a la cena que ofrece la Federación Veracruzana USA, una de las actividades más relevantes de la Semana Veracruzana 2017. Haber sido nombrado Presidente Honorario de esa organización por tercer año consecutivo, fortalece mi convicción de que debemos mantener un vínculo inquebrantable de los veracruzanos con su tierra y sus familias.
A partir de mi encuentro con mi amigo Ángel Morales Mora, quien encabeza esta organización en aquél país, he comprendido cada vez mejor de la importancia que representan los veracruzanos que viven en Estados Unidos de América. Me dio mucho gusto encontrar a mis paisanos más organizados, realizando trabajos cada vez más calificados, pero sobre todo, aportando a la economía, la sociedad y la cultura de aquél país.
Por esa razón, el gobierno mexicano y la sociedad de nuestro país no debe permitir jamás calificativos que nos ofendan y nos denigren. El progreso de Estados Unidos no se puede entender sin el aporte de estos migrantes.
Hablar de construir un muro que nos divida nos plantea una contradicción casi imposible de entender. La economía estadounidense, sus empresas y muchos de sus ciudadanos dependen de nuestro país en la misma medida que nosotros lo hacemos con ellos.
Hoy que se ha iniciado la renegociación del Tratado de Libre Comercio, NAFTA como lo conocen allá, ha quedado claro que entre los dos países hay un vínculo que va mucho más allá de lo comercial o de lo político. Basta recordar que cada año, alrededor de 8.3 millones de norteamericanos visitan nuestro país; hay 2 millones de norteamericanos que radican en México y 35 millones de personas de origen mexicano que radican en Estados Unidos.
Eso implica que tengamos realidades irrefutables: una frontera de 3 mil kilómetros, lazos culturales e integración económica. Diariamente un millón de personas y 437 mil vehículos transitan de manera ordenada y lícita a través de los 58 cruces fronterizos entre nuestros países.
Nuestra relación comercial bilateral alcanza más de 530 mil millones de dólares. Cada minuto se comercializa entre ambas naciones más de 1 millón de dólares. Pero lo más importante: seis millones de empleos en Estados Unidos dependen del comercio con México. Los mexicanos –y particularmente los veracruzanos- no han llegado a Estados Unidos a quitarle el trabajo a nadie, por el contrario, han movido una economía que necesita de millones de migrantes para seguir creciendo.
El encuentro con mis paisanos fue estupendo. Gracias a esta organización, a estas actividades culturales que buscan preservar nuestras tradiciones, es que ellos –contrario a lo que pretende hacer el gobierno norteamericano-, han roto las fronteras y han hecho que los veracruzanos sean ciudadanos universales. Hacen que se conozca lo mejor de nosotros, de nuestra gente y de nuestra tierra.
Sin embargo, muy pocas veces nos damos cuenta de las dificultades que enfrentan. La mayoría de ellos me han dicho que este año ha sido particularmente difícil, porque la situación económica y las nuevas disposiciones de la política migratoria los ponen en franca desventaja. Me expresaron su temor por las redadas y deportaciones masivas que ha emprendido el gobierno de Donald Trump, sobre todo entre la comunidad hispana. Y eso sucede cada día.
Pero también escuché muchas voces de confianza. Los veracruzanos, en cualquier parte de los Estados Unidos de América –y particularmente en la zona de Los Ángeles-, son una comunidad que se ayuda y se respeta. Los niños y jóvenes acuden a la escuela y se emplean en trabajos que les ayuda a la economía familiar. El cambio generacional es evidente: cada vez son más y mejor preparados.
Durante este evento, me dio mucho gusto coincidir con los alcaldes electos de Xalapa, Hipólito Rodríguez (Morena); de San Rafael, Luis Daniel Lagunes (PAN/PRD); de Teocelo, Mario Chama (PES); y de Coscomatepec, Serafín González (PAN/PRD). A ellos, mi afecto y reconocimiento por el compromiso que adquieren con nuestros paisanos radicados en el país vecino.
A todos nos reúne la solidaridad con nuestros paisanos y el interés por mantener vigentes los vínculos con nuestra tierra, y frente a eso, no puede haber diferencias políticas.
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