Cuando se habla de Donald J. Trump es difícil guardar compostura y ecuanimidad porque el tipo en verdad en pocas palabras es un ser vil, pero cuesta trabajo ignorarlo. Lo habíamos dejado descansar, no lo habíamos ni volteado a ver, pero es materialmente imposible no ocuparse de este loco supremacista, racista, prejuicioso e irracional mandatario norteamericano.
Todavía no acabo de digerir cómo, esa sociedad de avanzada, a la cabeza en la generación del conocimiento, capaz de desarrollar herramientas y tecnologías de la información y de la comunicación que han impactado a todo el mundo, hayan sido capaces de elegir a un presidente como Trump, un pobre rico que lo único que tiene es dinero, irracional, irreflexivo, que tuitea lo primero que se le ocurre –lo contrario del pensamiento que ha moldeado el racionalismo occidental-. Su presidencia ha sido una constante de fracasos a más de 6 meses de gestión: una relación con Rusia muy confusa, de encuentros y desencuentros; una administración como nunca se había visto en la historia de los EUA, en donde el yerno e hija son parte fundamental en la toma de decisiones de la Casa Blanca, poco falta para que formen parte del Consejo Nacional de Seguridad; su desconocimiento de los acuerdos de París sobre el cambio climático y sus efectos; la fallida cancelación del Obamacare, y un largo etcétera.
Y ahora este ser primitivo, pre moderno, racista, xenófobo, políticamente incorrecto y torpe, ha enfocado baterías en contra del DACA, que es un programa impulsado por el presidente Obama para proteger de la deportación y conceder permisos de trabajo a inmigrantes traídos a Estados Unidos sin autorización cuando eran niños, y conocidos como dreamers. Esto, básicamente porque esos niños (a), hoy adultos, fueron llevados a los EUA siendo unos pequeños, por lo tanto la decisión de llevarlos a la Unión Americana se hizo pasando por encima de su voluntad perfectamente entendible por su minoría de edad, y para estar en compañía de sus mayores que emigraron, haya sido como haya sido, en busca de trabajo y de progreso personal y familiar.
La cancelación del DACA preocupa porque es un programa que brindaba protección a cerca de 800 mil inmigrantes no autorizados -cerca del 80 por ciento nacidos en México- que pudieron demostrar haber entrado a territorio estadounidense sin haber cumplido 16 años, haber residido en el país sin interrupción durante varios años y sin cometer delitos. O sea, la decisión de este tipo –Trump-, es una decisión irracional, cruel y ventajosa en contra de muchos jóvenes, ‘dreamers’, que se han quedado en medio y son víctimas de los afanes racistas y segregacionistas del presidente norteamericano que, ante la serie de fracasos que ha tenido su gestión desastrosa para los propios EUA y para el mundo, lo que está haciendo en realidad es buscar quien la pague independientemente de quien la deba.
En qué mal momento nos tocó en suerte lidiar con este cavernícola.