*“No dio tiempo de nada”, lamento de una maestra del Rébsamen, donde casi todos los 315 estudiantes de primaria y secundaria pudieron salir de uno de los edificios; 32 niños, 10 maestros y personal administrativo no corrieron con la misma suerte. Dios los bendiga. Camelot.

CANTA Y NO LLORES

La tragedia nos pegó de nuevo. En el rostro, en el alma, en el corazón de nuestro país, en aquella gran Tenochtitlán, donde hace una treintena de años, en el mismo día, por cosas de malas coincidencias, en ese mismo día volvió a cimbrar la tierra y volvió a crear muerte, desolación, miedo, incertidumbre. Fue una noche larga. Pocos durmieron. Cuando el temblor llegó, se activaron todos los protocolos, el presidente regresaba de otro sitio de dolor, los topos y los perros y los soldados y marinos a buscar gente sepultada entre escombros. Salían vivos, pero también salían muertos. La televisora más importante del país, Televisa, llamó a sus mejores comunicadores: Denise, Loret de Mola, López Dóriga, Karla, Paola, todos a cubrir los puntos donde el temblor cobró y colapsó edificios. La solidaridad mundial comenzaba a llegar. La necesitábamos. Otros fueron los tiempos de aquel temblor, cuando De la Madrid se apanicó. Caían edificios, iglesias, caían hombres y mujeres a las que no les dio tiempo de salir. Por la mañana del otro día, Loret entrevista a uno de los niños sobrevivientes del Colegio Rébsamen, donde están puestos los ojos del mundo y los nuestros. Se habla de 25 niños muertos y 30 ahí sepultados, esperando que muchos estén con vida. El presidente hace la guardia y llega a ese sitio. Es nuestro Camposanto, quizá nuestra Zona Cero, porque ningún niño debe y merece morir, aún en circunstancias de la Naturaleza. Golpeados, es un 20 de septiembre, mes de la Patria, una bandera y un letrero escrito a mano ondean en el Rébsamen: “La unión hace la fuerza”, y un ¡Viva México!. Los solidarios topos, las manos de los mexicanos una a una se lanzan cubetas llenas de cemento, los escombros materiales que se recogen, serán días largos porque la maquinaria no puede entrar, so pena de derrumbar y matar a quienes se sospecha estén vivos. Y Creo en ti, México, sin que te represente en una forma. Porque te llevo dentro sin que sepa lo que tú eres en mí; pero presiento que mucho te pareces a mi alma, que sé que existe pero no la veo, como el Credo del Vate López Méndez.

LOS RECUERDOS

Uno va a recordar, como aquel temblor del 85, dónde se estaba cuando nos pegó este movimiento telúrico. Al instante, como lo hace todo el país y parte del extranjero, se toma el celular para llamar a los nuestros, a tus familias. No hay redes que soporten que millones marquen al mismo tiempo. La telefonía se va del aire, las redes sociales son un todo, el WhatsApp funciona y los twiters por allí. Sirve la forma para que se comuniquen. Telcel abre sus WiFi gratis, porque se dio la idea de que algunos atrapados, como ha ocurrido con un niño, se comunique por sus celulares con la gente de afuera, dándoles indicaciones de dónde está. Ahora no hubo memes de burla, pocos, uno por ahí perdido, hubo videos como el que circuló Chumibebe, donde un grupo de gente en la oscuridad de la noche y con las herramientas a la mano de rescate, van cantando el Cielito Lindo, aquello de Canta y no llores, con el lema: “Somos mucho país para este puto temblor”. Como lo fuimos en aquel 85, cuando el pueblo mexicano nació con algo llamado Sociedad Civil, cuando el pueblo, que este es mucho pueblo por toda la historia, agarró palas y con marros y las manos sin guantes, liberaron a muchísimos sepultados, en aquella tragedia donde murieron más y colapsaron más edificios, pero el dolor es el mismo. Un retrato de aquel 19 de septiembre. Los artistas, solidarios. En el Rébsamen están fijos los ojos del mundo. Se intenta rescatar a una niña. Un amigo del país, Miguel Bosé: “México no se merece tanto castigo. No puedo pensar. Solo siento angustia. Todo mi consuelo a las familias afectadas. No me lo puedo creer”.

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