La desgracia puede debilitar la confianza, pero no debe quebrantar la convicción
G. de Rémusat

De frente a los cada vez más acentuados fenómenos sociales y naturales, que en este mes hemos estado padeciendo los mexicanos, es preciso señalar, que ante las adversidades es cuando se comprueba el calibre de una nación, y en este caso, ilumina la solidaridad nacional por encima del escozor que nos generan las pérdidas humanas.
Ciertamente, esto debería de suceder siempre, en cambio pasó ahora con la desgracia. Todos unidos para reconstruir, signamos un discurso triunfalista, sumamente resiliente, donde la complexión de la retórica se alimenta de acciones efectivas, los que en ocasiones solo critican, pasaron a la acción; los jóvenes rompimos la apatía que tanto se nos señala y mostramos nuestra natural pujanza.
Ante dicha condición, tomemos una pausa, y no nos dejemos llevar por la euforia. Porque justamente uno de los señalamiento que hace Juan Ramón de la Fuente en su obra “A quién le importa el futuro” es que México es un país que parece vivir al día, o mejor dicho, en el día a día . Se olvida con facilidad del ayer e importa poco el mañana.
Quizá por ello, el tiempo pasa y los problemas- mutatis mutandis- son los mismos o muy parecidos. Por ejemplo, las inundaciones, en los lugares de siempre, nos recuerdan año tras año esto, o la negligencia en las construcción de edificios, nos cuestan muchas vidas.
De esa forma, cuando una catástrofe natural nos llega, las debilidades institucionales se hacen más evidentes, y de nuevo es el conjunto social el que le tiene que dar cara a los retos que esa dura realidad nos impone.
Paradójicamente, nunca lo hemos planteado como prioritario, y planear el riesgo, lo cambiamos, por apoyos que se dan al calor del suceso. Hoy la realidad es bastante evidente, por ello, es que la Organización de las Naciones Unidas(ONU) publicó hace unos años un manual sobre ciudades resilientes al riesgo, ya que ésta, es entendida como la capacidad de afrontar las adversidades y lograr adaptarse ante las tragedias, los traumas, las amenazas o el estrés severo.
Dicha metodología busca una sistematización que tienen de experiencias e información de lo que ha ocurrido en muchas partes del mundo puede significar vidas… ¡Eso es lo importante!.
Sin embargo, parece que nos encontramos en edificios de fango para poder a echar andar un tipo de entramado institucional de esa magnitud.
Solo como muestra de mi afirmación anterior, es el hecho de las mal llamadas “donaciones” de los partidos políticos, donde los actores se enfrascan en lo que parece juego de suma cero, ya que un juego de suma cero describe una situación en la que la ganancia o pérdida de un participante se equilibra con exactitud con las pérdidas o ganancias de los otros participantes.
Ante la urgencia y el estado de cosas, lo de menos es ‘donación’ ‘altruismo’ ‘otredad’ ‘populismo’ ‘transferencia’ por parte de los partidos políticos. Lo imperativo es que sirva para ayudar a los que necesitan. No se distraigan, lo importante es mantener la unidad y el aporte en el radio de las posibilidades individuales.
Ya que en tiempos difíciles ninguna ayuda es poca. Regresando al tema, la verdadera relevancia de las emociones para la construcción ciudades para afrontar estos siniestros, es que la inteligencia emocional de una persona es esencialmente mucho más rápida que la racional y resulta ser un factor determinante para la toma de decisiones, para la confección de ciudades con trayectoria.
Porque al final, la ayuda más necesaria vendrá en los próximos meses, la euforia a veces pasa, pero la necesidad persiste. Ahí vamos a tener que actuar con fuerza, y forjar un prisma resiliente en el cual tanto los traumas, el miedo y la ausente planeación, nos permita avanzar en todos los términos posibles.
Cierre: Es lamentable la facilidad con la que concluyen aseveraciones políticas a partir de un evento extraordinario.