Los sismos recientes, especialmente el del 19 de septiembre, trajeron daños enormes para algunas zonas de nuestro país, destacando la proyección mediática de la Ciudad de México; muertes, heridos, derrumbes, afectaciones en servicios y carencias básicas son parte fundamental del recuento de los daños. Nuestro país se conmovió, volcándose la sociedad en apoyo de los damnificados; en tiempo real, gente real, común, vecinos, con variedad de edades y condición social. Los mexicanos dimos una muestra de calidad humana, de contar con reservas morales, de humildad y humanismo. Eso está acreditado, no hay dudas al respecto. Pueden hacerse muchas interpretaciones de las muestras de solidaridad de la gente, me quedo con la básica, la que se observa como el gesto humanista de auxilio al prójimo. Ahí está una de las caras del mexicano, en estas condiciones en grandes proporciones, pero que también se observa en detalles cotidianos, en el barrio, en la familia y en el trabajo.
Lo que viene después, los efectos generales, sociales, económicos y políticos, se puede vislumbrar en vía de hipótesis pero con grandes márgenes de incertidumbre. Puede haber un mayor involucramiento ciudadano, un avance en las exigencias de honradez y eficacia gubernamental, un menor abstencionismo, una oxigenación del sistema político empezando por el adecentamiento y renovación de la clase política. No será automático ni súbito, será normalmente gradual pero con un jalón histórico; son de esos momentos de convulsión nacional, de crisis, que hacen prescindibles la simulación y los cambios cosméticos; la presión social obliga a los cambios, a que los actores políticos tengan que tomar decisiones serias y se vean obligados a cambiar aun a regañadientes. Vemos que se coló muy rápido y fuerte la crítica a las prerrogativas económicas de los partidos políticos, obligándolos a ofrecer jugosas reducciones hasta llegar a la posible pero peligrosa eliminación del financiamiento público.
A los damnificados naturales de los sismos hay que agregar a los afectados políticamente, en particular a los que estaban por presentar solicitudes de licencias para aspirar a otros cargos. Esta desgracia evidenció, por si hiciera falta, la distancia abismal entre los ciudadanos y la clase política. Hace falta una agenda de reconstrucción con perspectiva de reformas democráticas para México. En lo que se perfila con claridad la ruta de los cambios hay que sostener la atención institucional y la solidaridad social con los damnificados, viendo por sus espacios de habitación, su salud y alimentación. En estos momentos es indispensable la presencia puntual y eficiente de las fuerzas de seguridad para garantizar el orden público.
Es una nota de orgullo la respuesta de la juventud, que llena de esperanza, que nos indica la presencia de una generación cualitativamente mejor que la nuestra, que probó y aprobó ser solidarios y tener conciencia social. Merecen un mejor país, mucho mejor, seguro, de leyes, de libertades, de bienestar, incluyente y de méritos. Al dar también tienen derecho a pedir y exigir. Es deseable que se alisten para participar electoralmente, votando y siendo votados, que traigan aire fresco y de renovación a la política nacional, en una perspectiva plural; no veo una preferencia exclusiva en sentido partidista del común de los jóvenes. Hay que abrir las puertas de la política de par en par para nuestros jóvenes. Tenemos una gran oportunidad, de esas que se presentan de vez en cuando en la vida de las naciones.
Ante el descrédito partidista, propuestas tan huecas como la de Pedro Ferriz, si logra las firmas requeridas puede dar la sorpresa electoral, no para ganar, desde luego, pero si para mover el tablero de las elecciones presidenciales. Inocencia aparte, o demagogia, hay que recordar que somos una democracia, lo que eso signifique, representativa, por tanto obligada a contar con partidos y legisladores; es algo distinto que sean de baja calidad y disfuncionales, por lo que están urgidos de su renovación.
Recadito: es difícil pensar y obtener verdades en medio de posturas polarizadas, de todo bien o todo mal.
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