Los tonos, colores y tendencias de nuestra vida pública son de coyunturas, que pueden ser breves o extensas. Ahora mismo dominan los rojos y grises, como reflejo parcial de la realidad y, sobre todo, por el predominio de una narrativa facciosa o seguidista. Es algo desagradable desayunarse, comer y cenar con la exposición central de notas rojas, en algunos casos tan explícitas que se aproximan al apologismo. Nadie niega la realidad, por supuesto que vivimos tiempos violentos de todo tipo, tanto de carácter estructural como por la falta de Gobierno en, al menos, los últimos dos sexenios, incluyendo el poderoso factor de la complicidad policial, desde arriba, con la delincuencia. Pero nuestra vida pública, social y colectiva es mucho más amplia, fuerte y diversa que la nota roja; con objetividad básica y honestidad elemental debería hablarse de todo, de lo malo y lo bueno, de lo negativo y lo positivo, de los fracasos y los triunfos, de los retrocesos y los progresos y de los resultados. Seguir la ruta del amarillismo teñido de rojo exhibe a sus portadores y nubla la visión de la realidad. Nulo aporte positivo se hace a la sociedad desde el escándalo, el prejuicio, la exageración y hasta la mentira.

Pudiendo tomar cualquier ejemplo de los muchos que hay a la mano, empleo el reciente conflicto de Coxquihui, donde se ha presentado un grave problema de salud que afecta principalmente a niños. A pesar de acuerdos y soluciones de las instituciones de salud la Autoridad municipal orquestó el bloqueo de un camino, echando mano de grupos organizados para ese fin; la obstrucción del camino en cuestión impedía la intervención de personal de salud. Después de varias horas de intentar dialogar para evitar daños mayores funcionarios estatales tuvieron que ordenar la intervención de la fuerza pública. Inmediatamente se difundió una versión torcida de los hechos presentando al bloqueo como una acción justa, en exigencia de atención y a los bloqueadores como padres de los niños enfermos. En esta versión el «pueblo» pedía médicos y el gobierno les daba garrotes, simplificando al máximo la realidad y eludiendo el contexto. Este es un ejemplo, no tan rojo, donde se distorsiona la realidad y se prescinde de los hechos con el afán de golpear la imagen gubernamental. Se omite que al irrenunciable derecho de crítica y disidencia debe añadirse la verdad y la buena fe. Sin restar méritos a los opositores, son mejores los que no actúan por consigna, debe pedírseles más rigor, seriedad y comprensión sobre los problemas de Veracruz.

En los grises ubico a la política, donde los analistas han devenido en especuladores llenos de prejuicios y sensacionalismo. Sin ellos, con una mayoría instalada en la propaganda o en la fantasía, los argumentos y las reflexiones bajan de nivel y hacen menos entendible lo que vivimos. Urgen analistas profesionales e independientes. Los hay, sin duda, pero son pocos y localizados en algunos lugares solamente. Las oposiciones no salen de niveles contestatarios, testimoniales y poco creativos; mal utilizan su fuerza política y la representación recibida por los ciudadanos en la negativa por consigna y la ejecución de sus agendas meramente partidarias. Se observa casi nula responsabilidad y compromiso institucional y democrático de las oposiciones, pareciera que prefieren que fracase la alternancia para navegar en un hipotético o real descontento. Alguien debería decirles que ya tienen mandatos representativos que cumplir y que, pronto, estarán gobernando importantes municipios. Cuando estén al frente de responsabilidades concretas y cotidianas no podrán refugiarse en la propaganda y las consignas.

Enriquecer nuestra vida pública pasa por la información libre, la convicción de nuestro vital pluralismo, la cohesión social y la permanente y estimulada participación ciudadana. En la medida que se respete la voluntad popular y se garantice la seguridad ciudadana, habrá una vida pública más sana y vigorosa. En esa gigantesca tarea tiene un papel destacado el Gobierno Estatal pero también participan otros niveles de autoridad, instituciones civiles y la sociedad toda. Iniciemos por respetar las reglas, cambiarlas si no nos gustan pero aplicarlas como son, crear un ambiente de tolerancia e inclusión y generar condiciones de armonía social.

Recadito: quien dijo que la señora Zavala, puede ser presidente y que los Catalanes pueden ser independientes.

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