Una joven universitaria tomó el micrófono y preguntó: «cada día son menos los egresados de la UNAM que trabajan en el gobierno, no tenemos participación ni voz para que nos escuchen, yo pregunto, qué opciones tenemos para ser parte del cambio que México requiere? ¿Acaso tomar las calles como hace 50 ańos? ¿Salir y hacer marchas de protesta? ¿O es que existe la opción de tomar las armas? ¿Qué debemos hacer para estar presentes en este momento tan difícil sin que ello tenga el mismo costo en violencia y represión como la que vivieron los estudiantes en 1968?»
Las contundentes preguntas se formularon durante El Coloquio «La Revolución del Pensamiento II 1968» llevado a cabo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM bajo la coordinación del Maestro Leonardo Figueiras y la Doctora Carola García. La exposición presencial estuvo a cargo de Hilda Aburto,Benito Collantes, el doctor Francisco Piñon Gaitan, Enrique Sevilla, Adriana Corona, Marcia Gutiérrez.
En videocoferencia transmitida desde Xalapa participamos como invitados María Eugenia Espinosa, Jorge Mesta, Rafael Diaz y el que escribe, todos militantes de diversas organizaciones de izquierda y, a la vez, representantes de diversas facultades ante el Consejo Nacional de Huelga. En torno al movimiento estudiantil-popular de 1968, diversos aspectos fueron los que abordaron expositores y alumnos y que vale la pena reseñar y compartir ya que forma parte del debate reflexivo y de otras actividades programadas para conmemorar el 50 aniversario del movimiento que sacudió el sistema político mexicano y lo abrió a la pluralidad.
Ahora destaco de mi libreta las preguntas arriba anotadas las cuales me tocó contestar. Les dije a los jóvenes que no estamos en las mismas circunstancias de hace medio siglo; que hoy tenemos todos una represión de otro tipo, más sutil, eficaz y devastadora aunque además tenemos a la tecnología en favor de la libertad de expresión. Hay una sociedad más informada y una conciencia social que participa, se expresa y transita entre la indignación, el hartazgo y la organización ciudadana, popular o comunal. Desafortunadamente los universitarios – de la UNAM y de todas las universidades de México – con excepción de los jóvenes solidarios ante los sismos – parecen estar ausentes del cambio que demanda México. Deberían parar por un momento su actividad académica y hacer los espacios que se requieren para estar presentes en el cambio del México de hoy, presentes en el ciclo de las grandes transformaciones que son ineludibles para salir del abismo en que ha caído el país. Tienen todo para participar de muchas maneras y una de las cuáles es fundamental, se trata del gran diálogo nacional pospuesto o bloqueado. Para ello tienen una tecnología de la comunicación, tienen todo para romper el silencio impuesto por el ruido de lo instrumental que es la lucha electoral por el poder. Pero sobre todo tienen el derecho y el deber de dialogar y reflexionar en torno al país que les espera el día que egresen. No esperen verse dispersos, cansados de las tareas o luchando para sobrevivir . Vuelvan creativa su angustia y su incertidumbre sobre un futuro que parece les han arrebatado, exijan al Consejo Universitario a que convoque al gran debate nacional que hace falta y que es en torno al país que queremos para todos y no para unos cuantos. Háganlo ya, ! Tengan muy presente que la prisión creada para ustedes y para todos los jóvenes de México, no es más el Palacio Negro de Lecumberri sino la moderna prisión del pensamiento a través de la misma agenda pública que le es impuesta a toda la sociedad mexicana la cual gira en torno al acceso al poder y al poder mismo como fin y no como debiera ser, o sea medio de transformación. Los estudiantes de hoy carecen, en su mayoría, de herramientas conceptuales y metodológicas, les ha sido impuesto el pensamiento único y las ciencias sociales y las humanidades, sobre todo, se han ido vaciando de contenido hasta convertirlas en meras materias instrumentales. Eso sí, tienen la tecnología que si no se usa bien se convierte en distracción permanente y consumo continuo. El ruido que abarca y distrae a ustedes y a la sociedad en su conjunto, va más allá de sus boletas de calificaciones o de «lo político – electoral» colocada en alfombra roja como pasarela de egos. Se trata de un ruido que está en todas partes, en la casa, en la calle, la escuela, la vida cotidiana, es el del consumo permanente, la moda, la chatarra en todas en sus expresiones.
Un ruido electoral que distrae, sirve de espectáculo y consume las energías de todos y en particular de los cuadros más valiosos. El derecho y el deber de dialogar sobre el presente y el futuro es impostergable, y debe empezarse en los espacios donde se pueda: en el aula es lugar idóneo, con los estudiantes pensantes e inconformes, maestros democráticos, con todos los que quieran ir creciendo y madurando.
Este diálogo, en el seno de las universidades y de los centros escolares, implica preguntarse para qué, cómo y qué estudian y, desde luego, para qué país se están preparando.
Si la conmemoración de 50 años del 68 al menos sirviera de chispa para romper el silencio impuesto por el régimen en cómoda complicidad de los partidos políticos y demás actores institucionales, esto será suficiente para decir que valió la pena conmemorar. Aún hay cosas sustanciales que revelar, del 68 como de otras etapas de la historia, más la búsqueda de la verdad sobre el pasado tiene significado y sentido si contribuye a desbrozar las verdades del presente. De este país y de este planeta que nos negamos a reconocer que naufraga . Los que fuimos, pagamos nuestra cuota y lo hicimos con pasión, convicción y lo mejor que pudimos, pero nosotros ya nos vamos ( muchos ya se fueron) . Ustedes, la generación de hoy le toca lo propio. Su derecho a preguntarnos es bienvenido y esta correspondido en nuestro derecho a preguntarles ¿a qué están dispuestos? ¿Sucumbirán a la mediatización o se revelaran con agenda propia y pensamiento crítico? Esta vez la respuesta no está en el aire sino en ustedes.