He hablado muchas veces de béisbol, de por qué me gusta tanto este deporte, el llamado con toda justicia “el rey de los deportes”. Y retomo mi alegato. Me gusta por muchas razones: crecí con él, jugando en medio de la calle con mis amigos del barrio, en un improvisado ‘diamante’, con todo y su cuadro (campo corto), sus jardines y su lomita de pitcheo, en donde jugamos a mano limpia con pelota de esponja utilizando la fuerza del puño como bat.

Así trascurría la infancia de uno, o al menos así transcurrió la mía, jugando en medio del transitar de coches que pasaban raudos y veloces, en medio del rugir de los poderosos motores diésel DINA de los ADO de aquellos años –la casa familiar estaba situada al lado de la terminal del ADO en Córdoba-, pero nada detenía el ímpetu y el arrojo de unos chamacos incapaces de medir el peligro que representaba jugar a la pelota en medio de esos monstruos. Pero ni modo, no había de otra, era lo que había y a ese ‘campo de juego’ había que ajustarse. Y el béisbol, como el fútbol y los encantados y las canicas y el trompo fueron nuestros entretenimientos de cuando fuimos niños.

Comenzaba la fiebre del béisbol en mi tierra. En la zona de Santa Margarita el gobierno de Rafael Murillo Vidal junto con el ayuntamiento que presidía Héctor Salmerón Roiz construían el estadio de béisbol Beisborama, al que también se le conocía en el argot beisbolero como el ‘Coloso de Santa Margarita’. Los virtuales Cafeteros de Córdoba ya entrenaban en los campos de la aviación, en lo que fue una antigua aeropista. Era un equipo de modestas pretensiones aquel de 1971 que formó Chara Mansur y socios, nadie imaginaba la gran sorpresa que nos tenía deparada esa temporada que terminó convirtiéndose en el equipo cenicienta de la campaña y, a la postre, alzándose con el gallardete de la Liga Mexicana de Béisbol triple ‘A’.

Desde entonces me gusta el beis. Le agarré sabor a este deporte cerebral, de estrategias, de señas, de jugadas escalofriantes en el home, de toques de bola sorpresa, de traer a un lanzador zurdo para pitchearle a un bombardero zurdo… en fin de toda esa maravillosa parafernalia que encierra este deporte tan especial que, desde mi punto de vista y por desgracia, en nuestro país está en vías de extinción, ya poco se practica a nivel infantil y juvenil, y el fútbol y la difusión masiva que le dan a éste los medios de comunicación lo han eclipsado. Es una pena.

Pero llegó el esperado mes de octubre y con él los clásicos de otoño del mejor béisbol del mundo, con las series divisionales en primer término y después el gran banquete beisbolero que representa la Serie Mundial. En esta ocasión se enfrentan dos equipos del sur, de los dos estados más ricos de la Unión Americana: Dodgers de Los Angeles del viejo circuito contra los Astros de Houston de la Liga Americana. Ambos equipos pueden resultar campeones, a simple vista no hay un claro favorito, y las fuerzas están equilibradas porque mientras los Dodgers tienen sin duda un mejor pitcheo con Clayton Kershaw encabezando la rotación de abridores, los texanos me parece que tienen un mejor bateo con ese sensacional pelotero de bolsillo que es el venezolano José Altuve, campeón de bateo con .346 en la Americana y el más valioso de la temporada, un extraordinario segunda base.

Como quiera, creo que los Dodgers se van a alzar con la serie, pero no está nada escrito, los Astros traen a Justin Verlander, que acá entre nos es novio de ese monumento de mujer llamado Kate Upton, por lo que siempre que lanza ha de salir inspirado el hombre. La serie está 2 a 1 a favor de los de Houston, ojalá extiendan el banquete beisbolero a 7 juegos y regresen la serie al estadio Dodger. Por cierto, valió el boleto en el segundo partido de la serie volver a ver al gran ‘Toro de Etchouaquila’, Sonora, Fernando Valenzuela, enfundado nuevamente con la casaca del equipo de sus amores, pero todavía fue más satisfactorio ver al histórico 34 subiéndose a la lomita de las responsabilidades para lanzar la primera bola de ese segundo juego, catchándole otro grande, Steve Yeager, que más bien parecía su abuelito y el Toro como sin nada, perfectamente conservado.

Lo mejor del béisbol es que se disfruta mucho por televisión, la transmisión es muy didáctica, los camarógrafos enseñan en dónde está la zona de strike y la forma en cómo vuela la pelota, y si de atrapadones se trata, no hay como las repeticiones en cámara lenta. Ni habla, a disfrutar el quinto partido de la serie y que gane el mejor.

¡Playball!

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@marcogonzalezga