“Diciembre me gustó pa’ que te vayas…”, perdón, si apenas estamos en noviembre, pero es que ese maldito cambio de horario nos desequilibra, o al menos provoca contratiempos sociales, laborales y hasta biológicos. Porque otra cosa son los contratiempos y pérdida de tiempo que los políticos, malandrines y cómplices ocasionan todos los días desde hace mucho tiempo, y parece que lo hacen a propósito, se hacen penjamos, nos hacen penjamos y México feliz, aun en el descontento y… Ya pa’ qué hablar más de lo mismo. El chiste es que se nos va el tiempo, seguimos de la chingada y se nos está haciendo costumbre. Nada nos asombra.
Luis Cernuda escribió que el tiempo todo lo fatiga, hasta la dicha. Y alguien bromeó: “Pobrecito el reloj, tener que esperar en una cita”.
El tiempo: hasta eso nos quitan, dizque para ahorrar energía, esa que nos la están robando.
La mayoría de las personas, en el día del cambio de horario, amanece con el pie izquierdo o derecho, no hay de otra, salvo (con perdón) de los discapacitados. No recuerdo quien escribió lo siguiente:
“Toda cama tiene cuatro lados y cuatro esquinas (claro, en la actualidad las hay de todas las formas). Sin embargo, esto no es cierto. Toda cama tiene cuatro lados y cinco esquinas. La quinta esquina es por donde te escapas cuando la vida te ha fastidiado.”
Tiempo y muerte, qué delirio. Sí, desvarío en esta entrega. Pero hay un mundo que vivimos y sabe sólo a desperdicio, y pocos son los que, mínimo, se atreven a llamarlo por su nombre, para, mínimo, empezar a caminar hacia otros rumbos que no sean los que nos imponen.
Franz Kafka, en uno de sus aforismos, afirma: “Una primera señal de que empieza el conocimiento es el deseo de morir. Esta vida parece insoportable; otra, inalcanzable. El hombre ya no se avergüenza de querer morir; pide ser trasladado de la antigua celda, la que odia, a otra nueva que después aprenderá a odiar. Tiene cierta influencia un resto de fe respecto a que, durante el traslado, se presentará casualmente el Señor para ver al prisionero y decir: “No volváis a encerrar a éste. Viene conmigo”.
¡Ah, qué palabras! ¿Nos hace falta? Luego Kafka dice: “A partir de determinado punto ya no hay regreso. Es preciso alcanzar este punto”.
¿Será preciso que una jaula busque a un pájaro, Franz?
De cinismo y anexas
Mientras adoran a sus muertitos –con todo respeto- o sufrimos por nuestros “muertos asesinados” o seres queridos desaparecidos (la cosa no creo que mejore, por mucha lana que haya o “interés”, “voluntad” y etc. que pongan las autoridades responsables), les dejo el texto “El aprendizaje”, de Alejandro Jodorowsky:
“-Maestro, quiero estudiar el arte de la espada, ¿cuántos años me llevará?
-Diez años.
-¡Pero eso es demasiado!
-Entonces, veinte años.
-¡Pero eso es más que demasiado!
-Entonces, treinta.”
Jodorowsky comenta: “Sin paciencia, no logramos nada. Hay que avanzar con tranquilidad; las cosas acabarán por llegar.
“En el fondo, el tiempo no cuenta. Es necesario comprender que un ser evolucionado no vive en el tiempo. Vive con el tiempo. Es el tiempo. Qué importa que realice una cosa en veinte años o en cuestión de segundos, si en verdad la realiza.”
Por lo pronto, ahí se ven.