Siempre he negado la existencia de un Príncipe Azul, la media naranja, aquel ser mítico que complementaría la existencia del otro; como si estuviéramos divididos o partidos.
En las historias tradicionales, el príncipe es la figura masculina que salva a la mujer en desgracia, que la saca de su entorno o realidad, pero que además le ofrece una gran boda y una “vida cómoda”, por eso del “se casaron y vivieron felices para siempre”.
Los atributos físicos y sociológicos de éste personaje de los Hermanos Grimm, Andersen o Perrault se caracterizan por su belleza y valentía; por tener riqueza material e inteligencia.
Eres tu mi príncipe azul que yo soñé eres tu, tus ojos me vieron con ternura de amor y al mirarme así, el fuego encendido mi corazón y mi ensoñación se hará realidad y te adoraré como aconteció en mi sueño ideal lara lara lara lara lara lara.
De acuerdo a estimaciones de estudios sicológicos, 6 de cada 10 mujeres padecen el síndrome del “Príncipe Azul” en alguna etapa de su vida; genera altas expectativas y frustración (al ver que no se cumplen sus aspiraciones).
También debemos considerar que en la última década, en el estado de Veracruz los divorcios se incrementaron casi en un 50 por ciento. En el 2016, la cifra de parejas que recurrió a esta figura fue de 7 mil 232, señalan estadísticas de la Secretaría de Gobierno (obtenidas vía transparencia).
Yo no crecí esperando un príncipe azul, “esos no existen”, repetía. Tenía además una figura materna fuerte, independiente y sin la dependencia de una pareja sentimental. Dirán que desconfío del príncipe azul o que soy mujer de poca fe. Otros se preguntarán: ¿qué hay de malo en que un hombre rescate a la damisela en apuros?
Les diré porqué no creo en el Príncipe Azul:
Me resisto a creer que las mujeres necesitamos al caballero con armadura para ser felices, que solo así seremos plenas.
Hombres y mujeres cometemos errores como seres imperfectos.
Genera expectativas idealizadas de la pareja.
La persona puede sentirse intranquila, inferior o desprotegida.
Muchas mujeres por creer en el Príncipe Azul, saltan de sapo en sapo buscando que se convierta en el hombre ideal, pero eso no ocurre. No, no creo en el Príncipe Azul, creo que en la mujer fuerte y capaz de forjar un futuro, sola o acompañada; creo en la mujer que puede ser feliz, sola o acompañada; creo en la mujer segura y decidida, sola o acompañada.
Y no estoy en contra de la vida en pareja, solo del Príncipe Azul idealizado, y sobrevalorado, que llega al “rescate” de la princesa.
“Nos diremos hasta pronto, que no adiós”: Jarabe de Palo.
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