El fin de semana pasado los órganos de dirección del PAN, el PRD y el MC decidieron formalmente, por una amplia mayoría en cada caso, ir a una coalición para la elección presidencial del 2018 en el ya conocido Frente Ciudadano por México.
En el proceso de consolidación de esta alianza se han dado cuatro pasos: acreditación ante el INE, construcción y aprobación de la Plataforma Electoral, acreditación de ésta ante el INE y el acuerdo formal de coalición que todavía no se registra. Falta el mecanismo para elegir al candidato a la Presidencia y a los otros puestos de elección popular en las elecciones donde estos partidos van juntos.
Después de haber sorteado diversas dificultades y en contra de algunos pronósticos, pienso que los dirigentes del Frente Ciudadano se van a poner de acuerdo para elegir al candidato a la Presidencia de la República y a otros de los 3,447 puestos de elección popular en juego. Es posible que alguna o algunas personas en lo individual renuncien a estos partidos, pero no habrá quiebre de la coalición.
Me parece interesante, valioso y atractivo que posiciones de derecha e izquierda se pongan de acuerdo en una Plataforma Electoral y en unas candidaturas conjuntas. La construcción de la coalición obliga a dialogar y a negociar de manera intensa. La política en democracia es precisamente diálogo y negociación.
Una vez que se ha acordado la plataforma electoral y de gobierno, que es lo fundamental, viene la discusión sobre quiénes pueden hacer realidad ese proyecto. En esa elección deben estar presentes cuatro criterios básicos: que el candidato sea y parezca honrado; que realmente, no sólo de palabra, sea un demócrata; que tenga capacidad técnica y profesional, y que su trayectoria respalde, de manera coherente, la apuesta simbólica del relato que el Frente necesita, para ganar.
La crisis de la vida política e institucional y los niveles de corrupción, impunidad y frivolidad en el ejercicio del poder en este sexenio, han llegado a extremos no vistos. El desprestigio de la política y de los políticos están en su nivel más bajo en los últimos 50 años. En la campaña por la Presidencia, estos son elementos que van a estar presentes. Los otros, como el empleo y la seguridad, de suyo importantes, van quedar en segundo plano.
El gobierno que asuma la Presidencia en el 2018 debe hacerse cargo de esta realidad y establecer políticas públicas que le hagan frente. La economía del país funciona más o menos bien y ahora ese no es el problema, aunque queda mucho por hacer en el campo de la reducción de la pobreza y distribución del ingreso. El problema es la política, la debilidad de las instituciones y la corrupción de muchos de los hombres y mujeres que ejercen el poder. Eso debe cambiar. No hay magia. Exige de un proceso que debe de iniciar en diciembre del 2018.
Twitter: @RubenAguilar
Rubén Aguilar