Luis Videgaray realizó ayer mismo el pre-destape de José Antonio Meade Kuribreña como el candidato del PRI a la Presidencia de la República en 2018.
Era evidente que la señal la tenía que dar el hombre más poderoso del régimen -que eso ha sido el actual Secretario de Relaciones Exteriores, apoyado siempre por Enrique Peña Nieto-, para que el mensaje fuera claro y las fuerzas al interior del partido se empezaran a acomodar naturalmente a la sombra del ungido.
También se mandó la señal para revisar el comportamiento de los otros aspirantes ante la noticia. Eso le servirá al presidente Enrique Peña Nieto y a su círculo rojo para negociar, tomar medidas, agradecer y si es necesario amenazar o castigar, en el caso de que se presentaran conductas de desobediencia.
La ocasión, evidentemente hechiza, fue una reunión del canciller mexicano con el cuerpo diplomático acreditado en nuestro país, a la que acudió como invitado el Secretario de Hacienda.
Cuando lo presentó a la audiencia, Videgaray se deshizo en elogios y lo comparó con Plutarco Elías Calles. La elección del personaje histórico no fue muy afortunada -recordemos los excesos del Maximato- pero se refirió sólo a la coincidencia de ambos en que fueron secretarios del gabinete en dos gobiernos distintos y hasta en cuatro ocasiones, lo que no es muy exacto:
Don Plutarco fue Secretario de Educación y Secretario de Guerra y Marina con Emilio Portes Gil, permaneció en este último puesto con los presidentes Adolfo de la Huerta y Pascual Ortiz Rubio, y con el Nopalito terminó como Secretario de Hacienda. O sea que ocupó tres secretarías con tres presidentes.
Y Meade fue Secretario de Energía y de Hacienda y Crédito Público con Felipe Calderón, y de Relaciones Exteriores, y de Hacienda nuevamente con Enrique Peña Nieto. Cuatro secretarías con dos presidentes.
Por fortuna, el parecido de Meade con don Plutarco termina ahí, y el que se siguió en el elogio fue Videgaray, quien además dijo de su amigo que “actualmente conduce con inteligencia, disciplina, patriotismo y visión de Estado la política macroeconómica de México”.
Si hemos de ser rigurosos, ya se había presentado un ante-pre-destape, cuando se filtró la semana pasada a algunos periodistas connotados que el lunes 27 de noviembre sería el anuncio de la candidatura priista de José Antonio Meade (y entrados en gastos, se decía que ya ungido candidato, al tercer día -como en las escrituras- resucitaría al senador Pepe Yunes como el candidato a Gobernador de Veracruz, lo que está por verse).
El PRI, pues, ya tiene candidato y estos días veremos el espectáculo de las fuerzas y los liderazgos tricolores de todo el país haciendo lo que mejor les sale: alineándose y agrupándose ante el nuevo hombre fuerte, en una nueva manifestación del legendario institucionalismo de los militantes tricolores y su eficaz unidad en tiempos electorales.
Ha optado Peña Nieto para la candidatura de su partido por el más competitivo de los aspirantes. Meade Kuribreña opondrá a la figura atrabiliaria que le han fomentado a Andrés Manuel López Obrador su carácter apacible aunque firme; un izquierdista nato contra un neoliberal discreto. Y contará con la simpatía de muchos votantes que se han orientado antes hacia el PAN.
Habrá que esperar en qué y cómo termina el merequetengue que se traen en el Frente Ciudadano por México -integrado por el PAN, el PRD y Dante Delgado-, y se podrá tener una idea cierta de cómo será el proceso de elección del próximo Presidente de México.
Será una elección complicada. Pero entre los jaloneos y los arrebatos, ojalá que al final la que triunfe sea la democracia… o cuando menos que avance algunos pasos.
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