El 16 de agosto pasado, escribí en este su espacio lo siguiente a propósito de algo de lo que se veía venir en los meses subsiguientes de la historia política contemporánea del país:
“… el PRI se asume como un partido vivo que quiere seguir viviendo, no quiere ser un partido testimonial, quiere dejar de lado la pusilanimidad. Como en todo lo que hace o proviene del PRI, hay críticos y aduladores, hay escépticos y optimistas, hay quienes ven el vaso medio lleno y otros que lo ven medio vacío. Yo diría que el panorama que se ve a lo lejos en el horizonte del 2018 es, sin duda, borrasca, sin embargo, no todo está ganado, ni todo está perdido, la pelea electoral todavía no comienza y lo que hoy es negro mañana podría tornarse blanco (o viceversa), todo depende de los actores y de las estrategias de lucha de cada organización partidista”.
Y seguí abundando sobre el tema:
“El PRI está a prueba, jamás había tenido tantas calificaciones negativas como las actuales. Lo que sí es un hecho es que uno de los ‘valores’ más importantes de los priistas, casi una tradición, la disciplina partidista, está de vuelta, la otra novedad de la Asamblea es que EPN se confirma como el jefe máximo del partido, lo que significa en los hechos, es que sobre él va a recaer el mayor peso de quien pretenda que sea su sucesor. Sin embargo, lo peor que podrían hacer los priistas es cantar victoria antes de tiempo, la competencia va a estar dura en el 2018 y uno de los temas centrales será el combate a la corrupción, tema fundamental que no hay que soslayar”.
Para terminar aquella columna con una premonición:
“Lo otro es que parece que el candidato no va a ser un priista de cepa, aunque lo obvio no necesariamente es lo que tendría que proceder”.
Tiempo después, el 18 de octubre publiqué la columna titulada: “El destape en los tiempos de la democracia”, en donde aventuré algunos escenarios:
“Estamos exactamente a un mes de que, en cualquier momento, se anuncie quién será el candidato a la Presidencia de la República por parte del Partido Revolucionario Institucional. Esto de acuerdo con el entrelineado de Joaquín López Dóriga en su ‘bajada’ (Retales) de ayer de su columna ‘En privado’ del periódico Milenio”.
Y continué, parafraseando a Joaquín:
“… ayer, en el segundo (Retales), Bisoños, dejó entrever que el ‘destape’ de quien va a ser el bueno por parte del PRI se dará en la última quincena del mes de noviembre. Y si eso dice Joaquín, hay que creerle. López Dóriga, a contracorriente de lo que lo acusan muchos de sus detractores, es decir, de ser un periodista al servicio del régimen, es un columnista influyente que tiene derecho de picaporte con las altas esferas del gobierno e, insisto, si él lo afirma así en su columna seguramente así será”.
Y el “destape” se dio exactamente el lunes 27 de noviembre. Enrique Peña Nieto, con su muy personal estilo de gobernar, quitó el manto imaginario que cubría el testuz de José Antonio Meade Kuribreña. Finalmente, dije:
“… lo que va a tener a muchos con el Jesús en la boca es el destape del PRI. Acto y decisión personalísima de una sola persona, de Enrique Peña Nieto. Pero esta vez él sabe que no se puede equivocar. Aparentemente hay cinco barajas (De la Madrid, Osorio, Narro, Nuño y Meade), pero siendo honestos de esa quinteta nada más hay dos que en verdad pueden obtener el boleto: Meade y Osorio, a los otros tres las circunstancias no los favorecen. De Meade se alega que no pinta en las encuestas, pero este país es mágico, se puede construir una imagen casi de la nada, además, el hombre transmite (la imagen de) profesionalidad, seriedad, competencia, estabilidad familiar, una forma sencilla de vivir, pero, sobre todo, honestidad y honradez personal, cosas que le urgen pero ya a este país”.
Pues se fue el pollo y se lo sacó Meade. En este momento no sé si va a ganar o perder. Creo que era la mejor apuesta del PRI, y esa percepción ya se empieza a sentir entre la militancia tricolor y entre los que no militan en partido alguno. Seguramente algo está contando que sea un hombre público prácticamente sin negativos. Respecto a que es un tecnócrata puro, pues sí lo es. Eso es indudable, pero también es cierto que es más fácil que un tecnócrata se allegue del recurso de la política para darle cuerpo a su discurso, que un político en estado puro se haga de la retórica tecnócrata para darle sustento a su retórica política.
Como quiera, esto apenas comienza y todavía va a correr mucha agua.
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@marcogonzalezga