Maruan Soto Antaki
Editorial Taurus
méxico, 2016
Pp, 236
Es un libro que duele. El autor, hijo de padre mexicano y madre siria, reflexiona sobre el Medio Oriente desde su condición de ser parte de ese mundo. Con este libro, dice, “me asomo a esa zona a la que le debo parte de mi identidad, de mis rencores, alegrías y tristezas”. El texto se integra con artículos que ya habían aparecido en revistas, periódicos y también en programas de radio. El autor ante los hechos siempre toma posición. No es un observador neutro o un académcio imparcial. Es alguien que se siente implicado, que sufre y se enoja con lo que sucede en esa parte del mundo de la que también, por su madre, es heredero.

A lo largo del texto, que tiene una introducción de Alberto Ruy Sánchez, se reitera, para el autor es muy importante que eso se entienda, que la base de la identidad de los árabes es la lengua. La hablan musulmanes, cristianos y judíos. El origen común es la lengua. En una entrevista afirma que en su casa se decía que “para entendernos a los árabes hay que hacerlo a partir del lenguaje”.

El autor ofrece sólidos elementos históricos, políticos, culturales y religiosos, para tratar de entender lo que es y pasa en el Medio Oriente y en cada uno de los países que lo integran. Invita también a reflexionar sobre lo que ahora ahí se vive. Él, que se asume como agnóstico, plantea que es imposible hablar de esa región del mundo sin atender el tema de las religiones. Hay identidades y diferencias entre la Torá, la Biblia y el Corán. El problema surge cuando desde una específica religión se excluye, se excomulga, al que no es de ella. Desde la ortodoxia dogmática surge la negación del otro.

En el texto se adentra en tratar de entender el problema de la relación entre Israel y Palestina. Se incluye una entrevista que en 1980, su madre, Ikram Antaki, hizo en Managua a Yasser Arafat, entonces líder de la OLP. El autor toma distancia y condena el terrorismo de los palestinos, pero también la reacción desmedida e inhumana de Israel. Siguen existiendo Hamás y Netanyahu, quienes no abonan a la solución y sí a la existencia del problema. En su visión ya pasó el tiempo de la solución al conflicto por la vía de la existencia de dos estados. Lo que ahora toca es que en un solo Estado puedan convivir en paz dos pueblos. Uno que elimine para siempre el sistema de apartheid en que viven los palestinos.

Las primaveras árabes se balcanizaron y fracasaron. En ese espacio de inestabilidad y vacío de poder surge el Daesh, que intenta imponer su poder bajo el principio de la aniquilación física de todos aquellos que no piensan como ellos. El fundamentalismo, que lleva al terrorismo, crea genocidas, un proyecto de muerte, que también mata al arte y la cultura. El autor abunda sobre Siria, la tierra de su madre, y el conflicto que ahora la agobia. La guerra, siempre límite, aniquila a las familias y obliga al abandono del país. En razón de la guerra no hay ninguna familia que no tenga algún muerto entre más de 270,000 víctimas que ha dejado el conflicto.

Siria es cruce de caminos y punto de encuentro. Quien la posea tiene la capacidad de hacerse del control de la región. Desde el siglo VII así ha sido. La historia de los siguientes XIII siglos no hace más que confirmar esta afirmación. En el siglo XIX tuvo lugar la disputa de las grandes potencias por esta zona del mundo. En el siglo XX, los conflictos de 1956 y 1957, 1973 y el de ahora que ya lleva cinco años. Si no se cambian las estructuras de la región, los problemas van a continuar.

Los países de la lengua común, el árabe, son muy distintos entre sí. Hay enormes diferencias entre Egipto, Irak, Arabia Saudita, Israel y Palestina. Países que se analizan en el texto. El autor se extiende en su análisis sobre el terrorismo que en Medio Oriente es una enfermedad crónica. Él saca lo más primitivo de nuestra especie y por eso es eficaz. Destruye la noción de la otredad, de la existencia del otro. Solo se reconoce a los iguales. Los otros no tienen lugar, sobran y por eso deben desaparecer. El autor recoge la declaración de Salman Rushdie: “La única forma de vencer al terrorismo es no aterrorizarse”.

El miedo destruye y alimenta al odio. ¿Cómo superar esa espiral que nos denigra? El autor afirma que la única posibilidad, el arma invencible, para ganar esa batalla, es pensar. Para que el pensamiento tenga lugar se requiere el establecimiento de bases comunes que permitan la existencia del diálogo. En las actuales condiciones la posibilidad no es fácil, pero es el único camino. No hay atajos.

La reflexión que nos comparte y a la que nos invita el autor no son comunes en México. Es un caso único. Él, que es mexicano, ofrece su mirada de alguien que también es sirio y se siente, tiene por qué, parte de esa realidad. Es una reflexión existencial. De Damasco, una de las ciudades más hermosas del mundo, ahora destruida, es su madre, sus tíos, primos y abuelos. Su tradición original es la de los cristianos ortodoxos. Siria es fundamental en el origen del cristianismo.

Su aborde a los problemas que analiza, que también es original, es la de alguien que vive y sufre en carne propia lo que ahora ocurre en el Medio Oriente. De ahí su dolor y coraje. No es la reflexión a distancia de un estudioso de la realidad histórica, política, económica, cultural y religiosa del Medio Oriente. Es la visión de alguien que se asume como hijo de esa región. Como alguien que quiere que la tranquilidad y la paz sean un hecho en ese lugar del mundo.

@RubenAguilar