Me gusta la gente que se niega a hablar, hasta que está preparada para hacerlo
Lilian Hellman
En anteriores entregas he puntualizado la situación referente a la “velocidad” en que se realizan los intercambios comerciales, a partir de cómo se nos dota de una gama cada vez más amplia de contenidos para consumir, dentro de toda esta tonalidad aparecen un cúmulo de notas de medios de información que tienden a sesgar el contenido.
Las notas a las que me refiero se llaman “Fake News” es importante reconocer que las fake news nacen a partir de ciertos intereses, es decir, no son nada más simples noticias falsas, sino que se crean para obtener una ganancia monetaria o un beneficio para un fin particular. Y, gracias a las redes sociales, las noticias falsas circulan rápidamente antes de ser desmentidas.
No debemos confundir todo esto con las noticias que podemos leer en El Deforma, El Mundo Today, The Onion o Daily Snark. Estas páginas web no ocultan en ningún momento que son satíricas. Y las noticias no pretenden engañar a nadie, están escritas en tono humorístico. Otra historia es que algún internauta descuidado se la trague (Liliana Elósegui, 2017).
Dicho contexto cada vez es más tratado en el mundo, por ejemplo este mes la revista “Etcétera” dedica 6 artículos de muy buena calidad donde habla sobre la “Redituable industria de las Fake News” y subtitulada la entrega: Legiones de idiotas de Internet.
Ante ello, por ejemplo Facebook, activó el “Fact Check”, una etiqueta en su sitio de noticias que permitirá verificar los hechos de las publicaciones que aparecen como tendencias y opinión, así como las que aparecen en algunos artículos junto a los titulares de las noticias.
Las ‘fake news‘ preocupan ya de manera importante a compañías, el tema ha sido retomado por el CEO de Apple, Tim Cook, quien durante una visita al Reino Unido, dijo que las ‘fake news’ están “matando la mente de las personas”, porque lamentablemente existe gente que difunde noticias falsas “con tal de obtener clics, en vez de contar la verdad”.
Cabe destacar, que los teóricos, mencionan que en una sociedad hiperconectada pareciera que frecuentemente el conocimiento no es tomado en consideración por los individuos para orientar sus intereses y opiniones sobre la información que se exhibe en los espacios mediáticos. Un hashtag o un meme son significados que tienden a suprimir el proceso reflexivo de los hechos.
Su ingrediente específico: exaltar las pasiones, las filias y fobias de los usuarios de la red, que gustosos o con molestia comparten decenas de miles o incluso ciento de miles de veces falacias, sesgos, distorsiones, exageraciones publicadas por medios (Castrillón en Etcétera 2018).
Lo anterior es una tendencia que parece que hace escuela. En el universo de los medios digitales y las redes sociales, han surgido diversos sitios de Internet que como apunta el periodista Luis Roberto Castrillón, especialista en análisis y detección de noticias falsas, su estrategia es apelar a las emociones y jugar con las “cajas de resonancia” de los usuarios.
Se trata de inventar o distorsionar información desde una postura ideológica o político partidista. Básicamente están jugando con las emociones de quienes la leen. Al respecto, el escenario en la contienda electoral de 2018 no es para nada halagador si pensamos en la susceptibilidad de una sociedad mediática analfabeta.
El derecho de libertad informativa se ha convertido en un serio problema para la misma libertad. No me refiero únicamente a la ficción que representan las redes sino a la libertad de pensamiento como mecanismo de superioridad sobre los otros. La intolerancia es un claro ejemplo. La red es un escenario de enfrentamientos entre grupos que se creen redentores o con la verdad absoluta.
Al final la circulación de noticias falsas caminan en abundancia donde la tecnología, la libertad del usuario, la irracionalidad grupal, la cultura de la no verificación y la opulencia informativa son aspectos sobre los que germinan las legiones en la red.
Habitamos la época de las posverdad donde parece – para muchos- preferible vivir en una mentira que los haga felices que reconocer una verdad que los haga sufrir.
De lo contrario hasta el momento, parecen espacios también para tirar una “piedra y esconder la mano”, o posicionarse como sitios web ideados para difamar.
Como cierre, retomo lo que Octavio Contreras marca en su artículo “las legiones de internet”: En los extensos espacios virtuales se evapora el diálogo y la evidencia para ser sustituidos por la denuncia y la suposición. La irracionalidad colectiva funciona en detrimento de la razón. El poder de la irracionalidad se puede basar en las mismas pulsiones descontroladas o bien acudir a otras esferas donde no es necesaria la argumentación lógica para sostener lo que se afirma.
Esta historia apenas comienza. La discusión se hará cada vez más acentuada. Sumado a que quizá la contienda de 2018 –repito- marcará una cumbre en la cual destacaran las historias de conspiración, para un publico receptivo de desinformación.