Es una obviedad decir que las intenciones del voto tienen que ver con todo pero muy poco con ideas, programas y proyectos. Así es en el mundo, México y Veracruz no son la excepción. En las motivaciones centrales que están atrás del sufragio encontramos hartazgo e inconformidad, votos cautivos por alguna sigla sin importar sus candidaturas, apoyos a liderazgos y las emociones de la coyuntura; poco se relaciona con los problemas concretos y la búsqueda de soluciones. Se puede envolver la lucha por el poder con papeles coloridos y vistosos en forma de rimbombantes discursos y llamados a una especie de cruzada moral, al final su esencia es asombrosamente similar entre los partidos y sus liderazgos. A la vista están los ejemplos de actos y acuerdos cuya lógica es acumular fuerzas para ganar, lo de menos es la identidad, sin omitir las transformaciones ocurridas a partir de la superación de organizaciones cerradas y arcaicas. Es decir, son tiempos dominados por el pragmatismo, sin agrupaciones ideológicas que, en general, realizan prácticas simples cuya diferenciación gira en torno a siglas, nombres y estridencias. Son los nuevos tiempos, diferentes, que requieren claridad y transparencia para no caer en falsas ilusiones. También son temporadas de realismo, de horizontes sencillos y afanes concretos.

Los discursos de campaña reiteran hasta el límite los «ques», expuestos de mil maneras y subrayados en tonos suaves o incendiarios. Los espacios se llenan de ofrecimientos de gran tamaño y de planteamientos intemporales. La competencia no gira en torno a convencer con argumentos ni radica en la claridad de las propuestas, no habla de proyectos concretos, de su viabilidad y presupuesto; más bien es una competencia por ofrecer dinero, por hacer del presupuesto una fuente milagrosa de recursos. Tal vez no haya mucho margen para algo mejor, por las costumbres y el periodo corto de las campañas, tal vez nos venció el fatalismo, no lo sé, pero sí hay que señalar lo real y auténtico para no caer en engaños y, sobre todo, en espejismos. Ya será cuestión de los ciudadanos descubrir las verdaderas intenciones de los candidatos y darles o no su voto.

Faltan los «comos «, los «cuandos» y los «porqués». En esa línea integral se juntarían los elementos indispensables para cualquier intento renovador. Quien lo logré y los presente en conjunto será un fenómeno transformador. Eso sería lo ideal, difícilmente lo veremos pero no hay que descartarlo del todo, sobre todo en los más jóvenes, en aquellos que puedan aportar algunas iniciativas con la energía de la edad, la falta de prejuicios y la natural limpieza que los caracteriza. Se afirma por algunos teóricos que ya no importan el qué ni el como, que la gente puede movilizarse más por el porqué, por asuntos cuya base de motivación son las emociones. Ese momento está presente en la actual coyuntura electoral, se ve claro en las precampañas donde se apela a temas presupuestales, ofertas de clientes y caudillos. No más, o muy poco más, no se exponen los grandes asuntos nacionales, no se debate y se aporta demasiado poco a la claridad y el convencimiento.

Hay que hacer sacudidas, aprovechar las dificultades de hoy para sacudirnos los prejuicios y las cargas, hacer que no triunfe la rutina y la envoltura, la forma sobre el contenido. Hacer que se unan las emociones con las razones, que se sepa a conciencia sobre los caminos marcados.

Ufa.1959@nullgmail.com

Recadito : este 17 de diciembre se realiza el tradicional convivio del MOPI-VER, con motivo de su aniversario 28….