Una ley de vida que todos debiéramos tener como una regla primordial, es aquella expresión popular llena de sabiduría, breve y lógica, que dice así: “Siempre hay que empezar por el principio. Y esa sentencia el que escribe la tiene muy presente porque cuando ha emprendido algo en la vida, digamos que una aventura cualquiera, cuando he tratado de empezar por la parte media o final del proceso, casi siempre he fracasado en mi intento.
Y lo anterior viene a colación, a propósito de la presentación que hizo en días recientes Andrés Manuel López Obrador de lo que se supone será el gabinete legal que lo habrá de acompañar en su sexenio en caso de ganar la presidencia de la República, cosa nada descartable. De las propuestas que presentó para ocupar cada una de las titularidades de las carteras de lo que, se supone, será, repito, su gabinete legal, es decir la Administración Pública centralizada, no tengo la menor crítica. Me parece que todos son profesionales preparados, empezando por la que se supone será la cabeza de la Secretaría de Gobernación, la ex ministra de la Corte, Olga Sánchez Cordero, mujer de vasta experiencia en administración e impartición de justicia.
Sin embargo, sí pondría algunos peros al acto de haberlo hecho al principio, cuando se supone, como lo dije al inicio de la presente, la presentación del gabinete que habrá de acompañar al futuro gobernante debiera hacerse al final, es decir, cuando ya fue confirmada su victoria electoral por los órganos jurisdiccionales correspondientes. Por otra parte, al margen de que estas mujeres y hombres son gente con trayectoria principalmente en la academia, me parece que carecen de una mínima experiencia en el sector públicos, una cosa es la teoría y otra la práctica.
Y otra cosa que no me gustó de esta presentación, es esa persistencia de Andrés para otorgarle a todos sus actos un cariz histórico, emulando e inclusive superando a decir de él, algunos hechos de la historia de México más relevantes. Para no variar, y para situarse en los umbrales de la historia, repito, según Andrés Manuel y sus alegres cuentas, dijo de esta propuesta de gabinete, y me parece que al punto del llanto por la emoción que lo embargaba: “…aspiro a que este gabinete sea recordado como el gabinete mejor que ha habido en la historia de México desde el de Benito Juárez». Ante este desbordamiento yo le diría a Andrés que ¡calmex, no por mucho madrugar amanece más temprano!, como se suele decir, para que haya caldo de pollo lo primero que hay que tener es el pollo. Paso a pasito.
Para terminar, recordaba un sensacional epigrama del insigne orizabeño quijada prominente, el gran Francisco Liguori, que dejó asentado con esa extraordinaria vena satírica que lo caracterizó, la relevancia que tenía el conocer al gabinete de quien sería el Presidente de la República, estamos hablando de otros tiempos, digamos los del partido único:
En vísperas de la toma
ya es cuarto para las siete
y en la tele aún no asoma
la lista del gabinete.
Estoy nervioso,
me siento cuete
pues no sé nada
del gabinete.
Oigo entre sueños
un sonsonete
que sólo me habla
del gabinete.
¿Será el ministro
un mozalbete?
¿Y los restantes
del gabinete?
Si los que llegan
me dicen «¡vete!»,
ya qué me importa
el gabinete.
Pero si en cambio
se compromete
algún ministro
del gabinete
a darme el fruto
de un buen trinquete,
¡viva el ministro
y el gabinete!
Ya se hace tarde,
ya son las siete
y aún no sé nada
del gabinete.
Esto es muy serio,
no es un juguete:
¡quiero la lista
del gabinete!
¡Me siento enfermo,
voy al retrete!
¡Denme las llaves
del gabinete!
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@marcogonzalezga