Antes de entrar en materia diré que este tipo de eventos fortuitos, en nada han variado mi percepción acerca de lo que voy a comentar a continuación. Para un servidor no son una evidencia contundente e irrefutable que haya variado un ápice mi percepción acerca de este tipo de fenómenos extraños.
Sin embargo fue un hecho que sucedió, lo vi con mis propios ojos, nadie me lo contó, es más, mi compañera de vida ahí estaba acompañándome aquella ocasión en que sucedió este fenómeno, inexplicable hasta el momento, en donde ambos fuimos testigos. Lo vimos, lo comentamos, quedamos hasta cierto punto pasmados, es que sin duda sucedió y se lo cuento a ustedes.
Es lo que yo llamo un auténtico cuento de Navidad escéptico.
Eran diciembre, exactamente no recuerdo la fecha exacta, pero ha de ver sido en 1993, el mayor de mis hijos, Ulises acababa de cumplir dos años de edad. Salimos de la capital alrededor de las 5 de la tarde, el sol se empezaba a ocultar en el horizonte como suele ocurrir en la época invernal. Cuando solemos viajar mi familia y yo a Córdoba, regularmente lo hacemos por la carretera que a Totutla, vía Huatusco y Coscomatepec, hasta llegar a Fortín de las Flores y Córdoba.
Aquella tarde tranquila y templada, abordamos el auto mi esposa Laura, el mayor de mis hijos que ya comenté que se llama Ulises y el que esto escribe que se encargaría de la conducción del automotor. En ese entonces vivíamos por el rumbo del mercado Los sauces. Salimos como siempre por la calle de 7 de noviembre, hasta rodear el ferrocarrilero, Mora Beristain, hasta Bolivia y de ahí con destino a mi tierra pasando por Coatepec. Sin novedad alguna al inicio del viaje, todo tranquilo, la tarde era hermosa, no hacía ni frío ni calor.
Llegamos a Coatepec, tomamos la carretera a La Orduña, hasta el ex beneficio Puerto Rico y de ahí en ruta a Jalcomulco. La tarde seguía igual, tranquila apacible, mi hijo Ulises atento a todo lo que pasaba en la carretera. A su edad era un niño excepcionalmente listo, todo su mundo exterior era objeto de su puntual atención. Comíamos alguna golosina, los tres disfrutábamos del verdor de la carretera en donde se confunden cafetales con cañales y algunos platanares. Quienes conocen la carretera saben que se trata de un tramo relativamente tranquilo en cuanto al tránsito vehicular, pero con curvas muy manejables. Total que empezamos a bajar hacia la desviación a Jalcomulco, precisamente en el momento que la plática entre Laura y el que escribe versaba sobre supuestas apariciones de objetos voladores no identificados sobre el pico de Orizaba, noticias que traían los periódicos locales en aquellos días.
En esas estábamos cuando en eso, en el ocaso del sol, es decir cuando el astro no acaba de ocultarse del todo, momento del día al que se le suele llamar “la hora cero” porque no hay una buena visión sobre la carretera, que aparece en el cielo un objeto volador muy brillante, redondo, volando a no mucha altura, en un vuelo en línea recta, muy raro, muy extraño porque sin duda no era un avión, ni un helicóptero u otra nave voladora identificable conocida. Nos dejó estupefactos, mudos, asombrados por el objeto, que como apareció se esfumó en el cielo, y por la coincidencia con la plática.
Hoy, más de veinte años después aún no sabemos de qué objeto volador se trató. En esos días, tiempo después, cuando salíamos Laura y yo del estacionamiento de Wal Mart de Lázaro Cárdenas después de hacer unas compras, quizás entre las siete u ocho de la noche, volvimos a divisar un objeto similar sobre el cielo de Xalapa, hacia el sureste de la ciudad. Ella y yo no hemos vuelto a ver nada extraño en el cielo. Hemos visto muchas lluvias de estrellas y yo en lo particular he tenido la suerte de ver estrellas fugaces esporádicas en el cielo de Xalapa.
Con el tiempo he llegado a pensar que en realidad a quien vimos fue a Santa Claus en su travesía celestial desde el polo norte.
Espero que hayan pasado una Feliz Navidad y hayan disfrutado de un rico recalentado.
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@marcogonzalezga