Raúl Mora Lomelí, S.J.
Iteso e Ibero-León
México, 2005
pp. 267
En 1969 vi en un mismo día seis veces la película 8 ½ de Federico Fellini en una de las clases del juniorado, la etapa de las humanidades en la formación de los jesuitas. La sesión la dirigía el padre Raúl Mora, que hacía unos meses había regresado de París donde había hecho su doctorado en la Sorbona, con una tesis sobre Alfonso Reyes. Ese día cambió para siempre mi manera de ver y entender el cine. Tenía 22 años.
Después de cada proyección hacíamos un círculo de discusión, para analizar la película. Ahora recuerdo que estaban ahí, entre otros, Luis de Tavira, Miguel Ángel Cárdenas, Juan Luis Orozco y Miguel Romero. Analizábamos la técnica utilizada en cada una de las escenas, la actuación de la extraordinaria Gulietta Masina, esposa del director, pero sobre todo tratar de entender lo que proponía Fellini, desde la óptica de cada uno de nosotros.
El padre Mora, nuestro extraordinario profesor de literatura y cine, en este libro analiza 17 películas desde la visión de Dios que encuentra se expresa en cada una de ellas. El texto se divide en tres partes. En la primera, Dios en el dinamismo erótico y amoroso, se analizan las películas: Ojos bien cerrados; Magnolia; Amores perros y Belleza americana.
En la segunda, Con los pobres de espíritu, se analizan las películas: La vida es bella; Mi vida en rosa; El silencio de Oliver; El globo blanco y Bailando en la obscuridad. En la tercera, En nuestras luchas y nuestras esperanzas, se analizan las películas: Antes de la lluvia; En tierra de nadie; El empleo del tiempo; La fiebre del loco; Rompiendo las olas; Ciudad de Dios; Dobermann y Baraka.
El jesuita, en el Prólogo, trascribe un texto de Luis Buñuel, con el que coincide en su manera que entender el cine y también en su búsqueda de Dios en el hombre:
(…) un arma magnífica y peligrosa. Es el mejor instrumento para expresar la vida del subconsciente cuyas raíces penetran tan profundamente la poesía. No se crea, sin embargo, que estoy por un cine exclusivamente consagrado a lo fantástico o al misterio (…) Yo le pido al cine ser testigo, que dé cuenta del mundo, que diga todo lo que es importante de lo real. La realidad es múltiple y puede tener mil significaciones diversas para hombres diferentes. Quiero tener una visión integral de la realidad; quiero entrar en el mundo maravilloso de lo desconocido (…) El drama privado de un individuo no puede según yo interesar a nadie digno de vivir en su tiempo. Si el espectador comparte las alegrías, las tristezas, las angustias de un personaje de la pantalla, no será sino porque él ve ahí el reflejo de las alegrías, las tristezas, las angustias de toda la sociedad; por consiguiente, las propias suyas. La huelga, la inseguridad, el miedo a la guerra, etc., afectan a todos los hombres de hoy, por consiguiente, al espectador (…) Yo soy ateo, gracias a Dios (…) Creo que hace falta buscar a Dios en el hombre. Es esta una actitud muy simple.”