Por Ramón Durón Ruíz (†)
Son la risa y la alegría, la más honda manifestación democrática de un pueblo, que en el humor, encuentra una extraordinaria manera de florecer frente al dramatismo de una política que a “cada paso del camino encuentra problemas… en vez de soluciones.”
El humor del mexicano, es un patrimonio colectivo que se caracteriza por ser coloquial, inocente, ingenuo, lleno de gracia, espontáneo, sensitivo, amigable y pleno de ingenio, es una clara manifestación de una psicología colectiva que imprime su cocción de aplastar el desánimo, la tristeza, la frustración y el dolor, con la más sanadora de todas las emociones: la alegría.
Será porque la risa y el buen sentido del humor son una clara expresión de bienestar emocional y salud mental; recordemos que: “No hay amor sin humor, ni humor sin amor” en una retroalimentación reciproca enriquecen el espíritu cívico, que nos lleva a interesarnos por la política, la religión y las cosas trascendentes sin tomar la vida demasiado en serio… después de todo nadie sale vivo de ella.
Visto así el humor del mexicano, pulimenta los reclamos, libera la tensión social, se transforma en un bien público que pone a los problemas y a los políticos en su justa dimensión.
De los cientos de personajes que han enriquecido el patrimonio cultural de mi tierra, he aprendido que no se necesita ser vulgar, ni soez para que el humor llegue, porque el buen sentido del humor consiste en agradar… no en agraviar, el humor no es ofensa sino obra de amor.
Uno de los personajes que admiro de mi tierra es Don Fernando Heftye Flores (q.e.p.d.), periodista de complexión alta, con 2.5 m. de altura y 130 kilos de peso, estaba lleno de simpatía, amabilidad, gracia, un sembrador natural de amigos, tocado por el ángel de la vida; cuando yo era maestro de uno de sus hijos me decía: “Mire lo que son las cosas, antes escribía en serio y me tomaban en broma, y ahora que he decidido escribir en broma… me toman en serio”
Don Fernando Heftye Flores, fue un hombre siempre cordial, brillante y alegre, gozaba de un sentido del humor que tenía a flor de piel. Durante toda su vida escribió en los principales Diarios y Revistas del Estado y del País. Autor de innumerables libros que fueron bien aceptados en la sociedad mexicana. En uno de ellos invitó a Don Carlos Loret de Mola para que lo prologara y presentara ante una centena de periodistas y amigos.
En un auditorio, repleto de invitados por Heftye, don Carlos inició comentando que años atrás llegó en pleno “Carnaval” al sur de Tamaulipas, como Director del Sol de Tampico.
Un día, como a las doce de la noche, se le presentó un grupo de aproximadamente veinte personas, pidiéndole que en las notas del periódico del día siguiente, destacará que se había cometido un fraude en la elección del “Rey feo”, pues Fernando Heftye Flores, un joven de 18 años, había competido y teniendo la mayoría de la gente de su lado, se le había despojado de su triunfo.
Don Carlos, comentó que después de haber escuchado con suma atención los reclamos, se dirigió a Fernando y le dijo:
— Basta con verlo a usted, para aceptar que… ¡SE HA COMETIDO UN FRAUDE EN SU CONTRA!
Hace muchos ayeres, en Tamaulipas, después de una agotadora jornada electoral que llevo al candidato a recorrer palmo a palmo la geografía del Estado, fue declarado gobernador electo Don Manuel A. Ravizé, quien nombró a los que habrían de ser sus colaboradores en el próximo gobierno, entre ellos a don Fernando Heftye, quien fue designado como Jefe de Prensa.
Las pesadas jornadas de la campaña, hicieron desfallecer a muchos, en el caso de don Manuel, tuvo la necesidad de ser intervenido quirúrgicamente; hasta el Hospital donde se encontraba, desfilaron uno a uno sus amigos, alentándolo para que superara la enfermedad.
Cuando don Fernando Heftye llegó, como siempre, amigablemente lo saludo y le dijo:
— ¡No la ‘ingue don Manuel!, ahora que le pegamos al gordo en la política, ¡NO SE NOS VAYA A MORIR!
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