Ninguno de estos escándalos me ha sorprendido para nada, mucho menos que sea Hollywood el escenario central de toda esta especie de reedición de Sodoma y Gomorra. Y perdón por retrotraer el pasaje bíblico en donde Dios descarga toda su ira sobre estas dos poblaciones por una serie de pecados capitales cometidos, entre estos, y lo pongo entre comillas, la práctica de la homosexualidad como una concepción cristiana de un “acto denigrante y humillante”. Hoy en día nadie ve a la homosexualidad como un pecado.
Lo he dicho en otras ocasiones, en lo que a mi concierne, mantengo una total apertura para las libertades y la diversidad sexual como práctica consciente y responsable de las personas adultas. Sin embargo, no dejan de producirme una especie de shock los casos de perversión que han salido a la luz pública en donde están involucradas conductas delictivas como el acoso sexual, violaciones, vejaciones, violencia contra las mujeres, pederastia, pedofilia, trata y pornografía infantil. Son como la develación de los más bajos instintos, propensiones irrefrenables de conductas lamentables.
Y es que no me cabe en la cabeza el abuso infantil, es más, me cuesta trabajo creer que un hombre como Woody Allen, al que se le imputan este tipo de conductas ilícitas haya cometido actos de abuso infantil como de los que le acusa la supuesta víctima, su hija adoptiva, Dylan Farrow. Esta mujer hoy adulta, ha narrado con lujo de detalle, cómo el afamado actor y director la agredió sexualmente cuando era una niña de apenas 7 años. No metería las manos al fuego por Allen, conocidas son sus obsesiones personales y excentricidades, pero de eso a abusar de una infanta como que no me cabe en la cabeza. Sin embargo, no lo descarto, este tipo de patologías se pueden catalogar como una enfermedad.
Ahora bien, en el medio del espectáculo, para no hablar nada más del cine, la afición y proclividad de algunas estrellas por menores de edad se viene dando desde que los hermanos Lumiere inventaron el cinematógrafo. Conocidas son las aficiones de Charles Chaplin por las niñas y adolescentes, voy a decir algo que puede sonar desagradable, pero eran su fascinación. En todo Star System siempre se hado ese tipo de relaciones y abusos de poder entre el que tiene en sus manos dar o negar un papel. Harvey Weinstein no es más que la confirmación de ese tipo de relaciones peligrosas que llegan a lo que se podría denominar como comercio sexual.
Pero lo que verdaderamente mi umbral de estupefacción es el caso del depredador sexual Larry Nassar, el médico del equipo de gimnasia femenil de los Estados Unidos. Este hombre, en su carrera de veinte años al frente de los servicios médicos de la federación de gimnasia estadounidense, abusó y agredió sexualmente a al menos ¡160 jovencitas! Nassar, de 54 años, se enfrenta por primera vez a sus crímenes. Una a una, más de 100 mujeres en intervenciones de diez minutos, muchas todavía menores de edad, detallaron ante la juez Rosemarie Aquilina los abusos de este repugnante.
Los testimonios de las chicas trazan el perfil de un hombre que desde su posición —como médico además de la Universidad Estatal de Michigan— manipuló a niñas, adolescentes, universitarias, todas ellas deportistas, para cometer sus abusos sexuales. La pregunta aquí es cómo nunca las autoridades gimnásticas se dieron cuenta de los abusos de este depredador. Jamás en lo que le resta de vida (Nassar) volverá a ver la luz del día en libertad, como se lo sentenció la juez Aquilina, una mujer que al dictar sentencia, había que verla, derramó todo el desprecio que el sistema de justicia de los Estados Unidos siente por hombres como Nassar.
Había que verla, su desempeño como juez con toda la autoridad del Estado sobre sus espaldas, es más que notable.
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@marcogonzalezga