En la columna anterior tuve que dar cuenta del sentido fallecimiento de una querida compañera de trabajo, gran reportera, Susana Herrera Lazarini, quien fue víctima en un accidente provocado por un tráiler con doble remolque, que embistió a gran velocidad el taxi en el que ella viajaba.
Mi querida Susy pasó a engrosar la larga lista de personas que han muerto a causa de esos cafres, verdaderos asesinos de las carreteras, que conducen a velocidades muy elevadas esas moles de muchas toneladas, que se vuelven incontrolables ante un descuido del conductor o por el más mínimo obstáculo que encuentren en la carretera.
Las páginas de los periódicos de todo el país están llenas de noticias sobre accidentes que provocan los dobles semirremolques, y por eso mismo deberían estar prohibidos, pero como aquí entra un asunto de dineros, la corrupción galopante entra en escena y muchas autoridades responsables se hacen de la vista gorda y permiten que circulen libremente por nuestras carreteras y autopistas. Y es que al aumentar un vagón, el costo del traslado por pieza se reduce prácticamente a la mitad, con una enorme ganancia para los propietarios de ese tipo de transporte de carga, de donde sale un dinerito para las mordidas.
Imagine usted la cantidad de esos monstruos de acero y hule, que van a 120 o más kilómetros por hora arrastrando el doble de peso para el que fueron diseñados y conducidos por un operador que las más de las veces no está debidamente capacitado: un conductor que encima tiene jornadas de trabajo inadmisibles. Esos choferes llegan a manejar hasta 12 horas seguidas, y para poder mantenerse despiertos toman todo tipo de pastillas; otros consumen alcohol y drogas.
Lo más fácil y necesario sería prohibir la circulación de esos transportes, pero ante el juego de grandes intereses se ha pensado en permitirlos, aunque con regulaciones muy exigentes.
Se trabaja en un proyecto de normatividad que ya debería estar operando y que consiste en prohibir que esas moles vayan a una velocidad mayor a 80 kilómetros por hora. Además, los conductores deberán tomar un curso de capacitación muy exigente y tendrán que estarse actualizando de manera permanente. Cada tráiler deberá traer un sistema GPS que permita rastrear por dónde anda y a qué velocidad va. Otra medida crucial es que se instalarán retenes para revisar el estado de cada chofer y la cantidad de tiempo que lleva manejando. Si acumula más de ocho horas seguidas, no le permitirán que siga conduciendo, y confinarán la unidad en una especie de torito, hasta que descanse el chofer o hasta que otro llegue a relevarlo.
Si esas medidas ya estuvieran operando, seguirían vivas muchas personas que han sido asesinadas (no encuentro otro término que defina mejor el hecho) por la impericia o las adicciones de choferes que arriesgan su vida y la de muchos inocentes, todo porque el dueño quiere ganar unos centavos de más.
Esos camiones generan una violencia comparable a la del crimen organizado, porque dejan una estela de muerte y destrucción. No son armas de fuego, pero se convierten en mecanismos letales que acaban con la vida de inocentes. También hay que parar a esos cafres, en el intento de volver al Estado de Derecho.
Pero en tanto, tenga mucho cuidado al conducir. Y hágalo en defensa propia… también.
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