Del gigante asiático, la verdad es que sabemos poco o casi nada. A grosso modo sabemos que es el país más poblado del mundo, con poco más de mil trescientos millones de habitantes, aunque la India ya le anda pisando los talones con una diferencia de apenas ciento ochenta millones. También tenemos cierta noción en cuanto a que es uno de los países con mayor extensión territorial del mundo, para ser más exactos el tercero, después de Rusia y Canadá.
Sabemos también que es un país comunista muy sui géneris –comunista al fin- gracias a la Revolución China encabezada por Mao Tse-Tung (Mao Zedong), y que gracias a la victoria del ejército comunista, se fundó la República Popular China. A lo mejor algunos saben que su presidente actual es el carismático dirigente político, Xi Jinping, que es a su vez secretario general del Partido Comunista Chino, y ya para terminar, diríamos algo que también saben muchos, de que se trata de la segunda potencia comercial mundial, que es una potencia aeroespacial, que tiene uno de los mayores y mejor armados ejércitos del orbe, y de que tiene un peso específico en el equilibrio geopolítico mundial. Pero a partir de ahí párele de contar, ignoramos mucho del gigante asiático.
Todo lo anterior viene a colación porque ya llevo un buen avance del libro que me regaló Froylán Rolando Hernández Lara, ‘China: la edad de la ambición’ (El hombre del tres ediciones, Barcelona 2014) del británico Evan Osnos, corresponsal por ocho años del Chicago Tribune y del New Yorker, tiempo que le sirvió para escribir esta obra que describe con una precisión absoluta cómo se ha transformado este gigante contrastante en los últimos veinte años, en donde está viviendo una rápida y desigual metamorfosis, que lo está llevando del subdesarrollo al desarrollo pleno, en donde está tratando de equilibrar amplias regiones rurales en donde todavía hay mucho atraso, con otras en donde se han logrado niveles de bienestar equiparables al de los países desarrollados.
China, de acuerdo con Osnos, es un país contrastante lleno de contradicciones. “El pueblo chino quiere cada vez más”, dice el autor, “y de manera vehemente pide una cosa (nada más): información. Las nuevas tecnologías han removido una cultura política fugitiva; cosas antaño secretas son ahora conocidas”. Continúa Osnos: “La China de hoy está dividida por contradicciones. Es el mayor comprador de Louis Vuitton, el segundo (solo detrás de los Estados Unidos) de automóviles Rolls Royce y Lamborghini, pero el país está gobernado por un partido marxista-leninista que quisiera prohibir la palabra ‘lujo’ en las vallas publicitarias”.
Y así va Osnos describiendo la realidad inocultable de este gigante. Entre las ciudades más prósperas y las provincias más pobres hay diferencias en ingresos equivalentes a las que hay entre Nueva York y Ghana, y a la vez tiene a dos de las más valiosas empresas de internet del mundo y a más gente conectada a la red que todo Estados Unidos, sin embargo el Estado invierte grandes sumas de dinero para censurar la libertad de expresión, o sea, hay una libertad de expresión acotada. China hoy, desvela Osnos, asombrosamente la gran mayoría de su población tiene los mismos ingresos que un japonés hace cuarenta años.
China hoy va atrás de la revolución tecnológica del nuevo siglo, contra todo lo que se pensarían no ha logrado la industrialización total realizada tiempos atrás por países desarrollados, le falta alcanzar la justicia y la equidad social, al tiempo que requiere elevar el nivel de desarrollo económico en todas sus regiones y, lo más urgente, lograr el desarrollo sostenible del país, lo que ya es un déficit en sí mismo. En los poblados rurales todavía hay pobreza, los medios de producción son atrasados, la gente cultiva la tierra con fuerzas humanas o animales y viven en casas endebles, hay problemas de suministro de agua potable en épocas de estiaje, por lo que hay problemas para cubrir las necesidades de la gente y de sus animales.
Esa es la realidad de este país que desde el año 1978 hasta los años recientes, ha sido el país que registra el crecimiento económico más alto en el mundo, con una tasa anual promedia de 9.7%, envidiable, pero a su vez tiene a alrededor de 150 millones de habitantes cuyo ingreso diario se encuentra por debajo del estándar promedio fijado por la ONU, que es de un dólar. ¡Híjoles, híjoles!, quién lo dijera. Las apariencias y la ignorancia engañan.
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@marcogonzalezga