¡A ver si el que viene te paga! Con estas palabras despidió aquel gobernante al líder sindical el último día de su mandato dándole copia de un acuerdo firmado. Nunca quiso pagar aquel gobernante lo que, por derecho, correspondía a los trabajadores de la educación. Dejó pasar el tiempo el gobernante dando evasivas al líder sindical y, por lo tanto, postergando un derecho legítimo que sin negarlo no lo reconocía. Muchas veces el líder sindical abordó al gobernante pidiendo la firma de aquel acuerdo. Era muy importante ese acuerdo porque fue analizado y discutido para homologar salarios y prestaciones del estado con la federación. Ese modelo de homologación esquemático y procedente tenía como objetivos: nivelación salarial y restructuración administrativa, estos dos ejes significaban pasos hacia una mejor educación del estado y beneficios para todos los trabajadores. Cada vez que el líder sindical le requería la firma del acuerdo al ejecutivo del estado, la respuesta era la misma: sea paciente mi líder, las prisas no son buenas, con prisas todo sale mal, y esbozaba una sonrisa burlona pero discreta aquel mandatario. El gobernante nunca se cansó de postergar la firma del acuerdo. El líder sindical nunca se cansó de solicitar ese derecho legítimo. Tuvo el gobernante suficiente tiempo, seis largos años, para firmar el acuerdo y no lo hizo. El estado tenía dinero para pagar el impacto económico de la homologación. Lo que no había era voluntad política para cumplir las atribuciones que a la vez eran obligaciones institucionales. La petición de los trabajadores cruzó el tramo de la prudencia, la paciencia y la serenidad de las razones. El reclamo sutil pasó de ese trance de respeto a la exigencia en las calles del pueblo, hecho que molestó al gobernante que a gritos exigía respeto a su investidura y a su carácter de jefe de las instituciones del estado. Mandó a traer al líder sindical y en presencia de su gremio quiso regañarlo, craso y burdo error. El líder sindical se encrespó como gallo de pelea y le contestó: baje usted el tono de su voz, no podemos dar respeto a quien no nos ha tenido respeto, por eso tuvimos que recurrir a la federación para que intercediera en nuestro favor. Y ni así ha hecho usted caso, ya pasaron cuatro meses más y seguimos esperando la respuesta, por eso tuvimos que tomar las calles y hacer público lo que nos corresponde por ley y no por caprichos de enfermedades emocionales temporales, ¿qué parte de la palabra respeto no ha entendido usted?, remató con altivez el líder sindical con la frente en alto y ya sin menguar diferencia entre dos personajes de una misma trama. Llamó el gobernante a su secretario particular, pasados unos minutos el secretario le entregó al gobernante una carpeta con el acuerdo requerido. Se sentó el gobernante y firmó seis tantos del acuerdo, desprendió uno y se lo dio al líder sindical. Era el último día del gobernante en el poder del estado. Cuando ya tuvo el acuerdo firmado el líder sindical, los trabajadores estallaron en júbilo y salieron del recinto. El líder sindical, humildemente agachó la testa y haciendo una reverencia leve dio las gracias al mandatario. Cuando estaba a punto de salir el líder sindical, el gobernante se le acercó al oído y le dijo: ¡a ver si el que viene te paga!, le dijo irónicamente. Salió el líder sindical pensando sobre la actitud retrógrada e irracional de aquél gobernante. Pasó el tiempo, un nuevo sol brillaba en la casa del pueblo. Al mes del ejercicio del nuevo mandatario, el líder sindical se presentó con su gente temeroso de que no se le fuese a reconocer ese derecho. Recibió el nuevo mandatario la copia del acuerdo y externó: si el reclamo es justo se paga, el gobierno no es de personas es de instituciones. El mandatario entrante sin duda estaba revestido de una acendrada ética republicana. Gracias Zazil. Doy fe.