Por Ramón Durón Ruíz (†)
Esta época es una oportunidad clara para el amor, la amistad, el afecto; también para la lectura, que siempre nos eleva hasta el infinito y nos hace más universales, en tal contexto comento a usted que Sara Sefchovich ha publicado un interesante libro: País de mentiras.
País de mentiras es una vasta obra que cuenta con trescientas noventa y un páginas, apoyada en una amplia bibliografía y en las múltiples conferencias y artículos publicados, que vierte en el país y fuera de él, es un excelente libro académico, un ensayo político interesante y bien documentado en el que muestra al México de carne y hueso con una dura crítica que comparte con sus lectores, en la que habla de las mentiras del sistema político mexicano como el origen de los males de este país, en un texto “crudo y real”, Sara busca, a través de la crítica, cambiar el rumbo de la nación para construir un México mejor.
La autora toca un tema fundamental del mexicano: el de mentir, si en algo somos campeones mundiales es en el arte de mentir, aunque la voz popular habla de las tres mentiras del mexicano: “mañana te pago”, “la última y nos vamos” y “nomás la puntita”, son miles de cosas más en las que el mexicano miente. Perfectamente desmenuza en su obra cómo se miente en un país en donde la mentira es forma y fondo, ¿por qué aceptamos el engaño como forma de gobierno? Y epiloga: “La única verdad es la mentira”.
El trabajo es un libro de autocrítica, leerlo nos da una visión completa y a la vez diferente del entramado institucional de nuestra nación, es un libro con un profundo fondo que trasluce la nación que estamos construyendo para nuestros hijos, vale la pena la lectura de tan interesante documento.
El viejo Filósofo cree que mentir es algo más que sólo un ejercicio de función pública, forma parte de la cultura del mexicano. En este contexto, permítame darle dos ejemplos donde a través del humor se expresa una muestra de nuestras mentiras.
En un concurso internacional sobre las mejores culturas de la antigüedad, se dieron cita alemanes, franceses y mexicanos. Los arqueólogos alemanes hicieron una excavación a 100 metros de profundidad, encontrando fragmentos de cobre alineados, por lo que dedujeron que los antiguos germanos tuvieron una red telefónica.
Los franceses, celosos de los resultados de los alemanes, hicieron un pozo de 500 metros y descubrieron pedazos de vidrio alineados; dedujeron que los antiguos galos tenían redes telefónicas de fibra óptica.
Entonces, los científicos mexicanos, para no ser menos, hicieron un pozo de 700 metros y no encontraron nada, de ahí dedujeron que… ¡los antiguos aztecas ya utilizaban celulares!
O aquella ocasión, en la que tres cazadores, dos de ellos buenos, el tercero nunca lograba cazar nada. Un día se van de caza, al llegar al monte se separan, el que nunca cazaba nada decide ir al restaurante más cercano, al llegar le dice al mesero:
––¿Tienes algo de caza por ahí?
––No entiendo, ¿por qué usted, cazador, viene a comprar caza?
El cazador le cuenta que nunca caza nada, que no quiere quedar mal con sus compañeros. El mesero le dice:
––Tengo dos conejos, pero hay un problema, ya están pelados y listos para cocinar.
––Eso da igual, me los llevo –responde el cazador, toma los conejos ya pelados, los ata al cinto como si los acabase de cazar y se reúne con los otros cazadores, éstos, al verle llegar, le dicen:
––Pero, pela’o, ¿de dónde vienes con esos dos conejos ya pelados?
––Es que, iba yo por el monte –responde el cazador–, los encontré haciendo el amor, estaban desnudos y… ¡¡¡NO LES DIÓ TIEMPO A VESTIRSE!!!
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