El pasado lunes 5 de febrero fue día de asueto en México, mi hermano René cumplió 70 años de vida y se conmemoraron los 101 años de que fue promulgada la tercera versión de nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
[Para el breviario cultural, la primera es Los sentimientos de la nación, del cura José María Morelos y Pavón, y la segunda, la Constitución juarista también del 5 de febrero, pero de 1857].
Bien, es entonces una buena fecha para celebrar y es un buen documento el que lograron los diputados constituyentes de 1917 que, con el impulso de Venustiano Carranza, idearon una Carta Magna que fue resplandeciente e innovadora; mucho más democrática que la Constitución gringa y mucho más revolucionaria que la Constitución soviética.
Y este 5 de febrero fue también una fecha que aprovechó el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares al pedirle al Jefe de la Oficina de Programa de Gobierno, Francisco Montfort Guillén, que dijera el discurso oficial durante la celebración en la Sala de Banderas de Palacio de Gobierno.
Aunque no estuvo presente el mandatario porque acudió a la ceremonia presidencial en el Teatro de la República de Querétaro, es claro que mandó una señal clara -el medio es el mensaje- al poner a hablar a Montfort, un intelectual y politólogo serio y preparado, doctor en Sociología por la Universidad Sorbona de París, que mantiene el prestigio y la cordura en sus reflexiones.
En medio de estos tiempos políticos arrebatados, de pleitos y cobranzas, dictados por el sonido y la furia, con pugnas al interior y al exterior de los partidos, la puesta en punto que significa el discurso leído por el doctor Montfort es una especie de oasis, una concesión al pensamiento; una pausa para darle su momento a la meditación, al autoanálisis.
La primera parte del documento preparado por el Jefe del Programa de Gobierno se destina a bordar sobre la importancia de la Constitución de 1917 que, nos recuerda, “no sólo fue el convenio para reglamentar lo que ya existía. Incluyó, por primera vez en la historia mundial, los derechos sociales de los trabajadores, y de las mayorías del siglo XX mexicano. Transforma los activos viejos, añade nuevos ingredientes para enfrentar los retos que el mundo exigía. La nueva Constitución que nacía, estampó decisiones históricas para que un pueblo, sin negar su origen, empezara a ser otro”.
Para el doctor Montfort, el artículo tercero constitucional define “la esencia de la democracia: un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”, y de ahí aprovecha para lanzar el primer dardo contra los depredadores:
“Por eso, quienes hacen mal uso de los recursos públicos están atentando contra el pueblo mismo, contra su futuro, contra su sistema de vida”.
El discurso de Francisco se sustenta en dos vertientes porque desbroza, por un lado, ciertos significados y alcances de nuestra Carta Magna y, por el otro, plantea la línea de acción de la actual administración estatal sustentada en nuestros principios constitucionales.
Por eso explica claramente que “hoy en Veracruz se está viviendo el cambio. Se están aprovechando los beneficios legales que establece la Constitución. El mandato que obliga a este Gobierno es la transición constitucional, democrática y republicana.”
Francisco Montfort Guillén dijo más, mucho más, con miga y carnita, en este documento que no tiene pierde… y mañana le seguimos, si me permiten.
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