Hay de locos a locos. Salvador Dalí, por ejemplo, que era un loco genial, solía decir muy ufano: “La única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco”, y tenía otra en referencia a su “gran rival” en el mundo de la pintura, Pablo Picasso: “Solo hay dos cosas malas que pueden pasarte en la vida: ser Pablo Picasso o no parecerte a Salvador Dali”. Y efectivamente, Dalí no estaba loco, pero cuerdo cuerdo cuerdo que digamos cuerdo tampoco estaba. En realidad era una especie de disfraz de un narcisista, excéntrico y locuaz. La entre comillas supuesta locura del pintor catalán, era una muy hábil forma de remarcar su imagen de marca que le permitió estar durante toda su vida en el candelero del mundo del arte y de la farándula, y por supuesto cotizarse también.
Todos tenemos algo de locura, es más, yo mismo no estoy seguro de mi cordura, ni siquiera la puedo ni garantizar. Lo único que puedo garantizar al cien por ciento es mi muerte, de lo demás quién sabe. Y es que la locura no es censurable per sé, pero todo tiene un tiempo y un momento y no todos nos podemos dar el lujo de presumir nuestro desquiciamiento. Dalí se dedicaba a pintar y yo me dedico a escribir, no pasa nada si de repente pierdo el juicio yo o lo perdía el de Cadaqués, pero hasta ahí. Ninguno de los dos aspiramos a gobernar un país de 120 millones de habitantes.
Lo anterior lo comento porque uno de los que aspiran a gobernar este país a partir de diciembre próximo, últimamente ha tenido arranques que rayan en una pérdida de juicio preocupante. Sí, mucha gente minimiza esos desplantes de Andrés Manuel, esas poses con las que juega para disfrute de las galerías, pero no, insisto, en un político que pretende gobernar a un país tan complejo como éste, tan emproblemado y tan diverso, la verdad es que a veces el tabasqueño se me figura a equilibrista haciendo malabares en la cuerda floja.
Qué necesidad había en postular a personajes tan polémicos y muy cuestionados como Napito Gómez Urrutia. Este economista y dirigente minero de facto, ex militante del PRI, donde su padre fue uno de los dirigentes más longevos del histórico corporativismo gremial, huyó a Canadá días después del accidente de la mina Pasta de Conchos, el 19 de febrero de 2006, después de que fuera acusado de haberse clavado alrededor de media centena de millones de dólares.
Además de Gómez Urrutia, aparece como candidata a la senaduría por la vía plurinominal, Olga Sánchez Cordero, exministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y designada secretaria de Gobernación en caso de que el tabasqueño gane la presidencia, o sea, el agua con el aceite.
Aparece también como candidata de mayoría Nestora Salgado, quien jugará en segundo lugar de la fórmula que encabeza Félix Salgado Macedonio, otro personaje impresentable, qué bárbaro. Y así podría seguir mencionando a Ricardo Monreal, Gaby Cuevas o como candidato a gobernador de Morelos a Cuauhtémoc Blanco, o sea, no sé cómo llamarle a esto si mescolanza o exceso de pragmatismo de parte de Andrés Manuel.
Con esta forma de hacer política del tabasqueño, adquiere relevancia aquella célebre frase con la que le contestaba el personaje de Roberto Gómez Bolaños, Chaparrón Bonaparte, a su adlátere Lucas Tañeda: ¿Qué estamos locos, lucas? Y lo mismo podría decir de su propuesta para una nueva Constitución, una Constitución Moral, para lo cual, dijo, “convocará a una asamblea constituyente en la cual participarán, acotó, filósofos, antropólogos, psicólogos, especialistas, escritores, poetas, activistas, indígenas y líderes de diferentes religiones. Será un diálogo interreligioso, entre religiosos y no creyentes para moralizar a México”. Híjole, qué dudas, me da pavor esa falta de seriedad del tabasqueño, el país no está como para jugarse su destino inmediato en una ruleta rusa.
En estos momentos se necesita claridad de rumbo y no otra cosa. Cualquier propuesta poco seria, que no tenga claro hacia dónde requiere enfilar su ruta México en los próximos seis años, que tome en cuenta nuestras debilidades y las muchas fortalezas que como país tenemos, cualquier cosa que salga de ese marco conceptual, perdón, pero es poco serio y suena como chacota o locura.
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