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Violación, acoso sexual, deseo, manipulación y otros conceptos se han difundido ampliamente en los últimos días, a nivel internacional muchas mujeres han decidido contar diversas historias que hablen de estos temas. En México Carmen Aristegui fue quien situó el debate en la agenda informativa, dando voz a distintas mexicanas para contar cómo han sido víctimas, sus testimonios relatan momentos en los que ellas dicen haber sido violadas o acosadas, lo cual ha provocado una discusión en torno a si esto fue tal como ellas cuentan o son sólo intentos de sumarse a una tendencia.
He visto dos entrevistas de personajes que por su trayectoria admiro, la primera Karla Souza y la segunda Sofía Niño de Rivera. En el caso de Karla Souza entiendo parte del debate porque en ocasiones ella misma dijo aprovecharse de su físico para conseguir papeles protagónicos, a lo cual posteriormente dice que ya no lo haría porque ahora conoce el valor de su cuerpo. En cuanto al caso de Sofía Niño de Rivera donde señala al periodista Ricardo Rocha como un acosador, entiendo claramente que el problema está en el punto desde dónde se mira la historia.
El problema de estos casos y muchos otros va muy atrás, no es el evento, no es lo ocurrido en ese instante, son años de formación, son generaciones enteras que han crecido sin cierta preparación, son las ambiciones y una sociedad que ha entendido ciertos comportamientos como normales cuando en realidad no lo son. Somos todos los que hemos juzgado momentos y condenado a víctimas o señalado a otras víctimas como verdugos, somos todos los que hemos hablado mal de mujeres por “provocar” o generalizado a hombres como seres depravados y señalando siempre a las mujeres como mártires de cualquier situación.
El común denominador de esta y otras historias es la manipulación, la falta de información y sobre todo estereotipar al género en roles determinados. En Estados Unidos se presentó desde hace dos años un juicio a Larry Nassar, uno de los médicos más buscados por gimnastas estadounidenses, quien durante décadas abusó de más de un centenar de niñas, algunas de ellas de tan solo 6 años. Este caso conmocionó a más de uno, porque en múltiples ocasiones quienes fueron víctimas y quisieron hablar no fueron escuchadas por sus mismos padres y nadie creía en la historia hasta ahora.
El panorama es infinitamente repetitivo, las personas que han estado en una situación de vulnerabilidad o que han sido agredidas tienden a permanecer en silencio por miedo a ser señaladas, juzgadas o no escuchadas, es común que las mujeres se sientan culpables ante una situación semejante, que mostrar centímetros de piel sea uno de los móviles por los cuáles sean víctimas de agresiones sexuales. Puedo entender un poco de todas las historias porque llegados a este punto creo que toda mujer ha tenido una o muchas historias en las que se le ha agredido verbal o físicamente, hemos normalizado el que alguien se acerque de forma indeseada a nosotros y nos hemos acostumbrado a no decir nada para que no se nos tache de delirantes, pero también cabe señalar que no somos las únicas víctimas.
Retomando la declaración anterior de Karla Souza donde dice haber utilizado su físico también hay hombres que son víctimas, he escuchado a mis amigos contar historias de mujeres que se les insinuaban repetidamente y a quienes buscaban no hacer caso, he visto a infinidad de hombres sentirse incómodos ante mujeres que de igual forma les acosaban y nadie habla de ello, porque de la misma forma que victimizamos al género femenino estamos reduciendo las emociones y acciones que pueden o no suscitarse en el género masculino.
Quizás es momento de retomar con mucho cuidado las definiciones de la vida, de rescatar ciertos valores y tener nuevos enfoques en nuestra sociedad, estos problemas comienzan desde casa, desde la concepción de un hijo cuando se prefiere una niña porque son “más lindas” o un niño por ser “menos complicados”, estos problemas empiezan desde la creación de estereotipos definidos que a la larga generan confusión. Son problemas de falta de educación que nos enseñan a ver normales actos en los que alguien por tener poder puede abusar de otros.
Escuché a detalle como Sabina Berman hablaba de casos repudiables presentados durante el casting para la película de Gloria Trevi, en su testimonio la escritora habla de su falta de acción y la complicidad de muchos otros, de cómo en el mismo caso de Gloria Trevi una niña nunca sufrió algún maltrato por siempre estar acompañada de su madre. Quizás con una formación fuerte que no permita a la mente ser manipulada muchos de estos casos podrían evitarse.
Si desde pequeños inculcamos valores y principios difícilmente alguien utilizará el cuerpo como mercancía, porque dejaremos de decir eso es común en la farándula, sólo así creces, sólo así se consiguen los papeles. Si continuamos con esas perspectivas no tenemos derecho a decir que somos víctimas, porque en estos momentos como sociedad todos somos cómplices.