Me he cansado en estos días, cansado de escuchar una y otra vez críticas y reclamos a los partidos políticos por la selección de sus candidatos. Pareciera que las críticas salen de la población, pero en general salen de aquéllos que no resultaron elegidos, o cuyos intereses no concuerdan con la decisión del dedo seleccionador en cada partido político.
A los pobladores –que son mayoría- y a los ciudadanos –que son unos pocos-, en realidad no les importa que características personales, que reputación, que antecedentes tenga el candidato que postula el partido político de su preferencia. Cual fanáticos de un equipo de futbol están dispuestos a votar por la peor ralea con tal de que su equipo meta un gol, es decir gane la elección, sin importar que estarán tres, cuatro o seis años lamentando haber puesto en el cargo a un inepto, un ladrón, un irresponsable, un escalador, en fin, cualquier adjetivo negativo que se nos ocurra, y de los que tanto escuchamos en las ciudades y pueblos de México refiriéndose a funcionarios de elección.
Si reflexionamos a profundidad, los ciudadanos y la población son los verdaderos responsables de lo que les sucede, pues si bien debemos considerar que en muchos casos se tiene que escoger al menos peor, también es cierto, que avalando todas las postulaciones de los partidos políticos de sus amores, se convierten los ciudadanos en eso que tanto odian, en borregos que votan acorde a lo que su líder exige, cual diputados en cualquier congreso.
Al renunciar el ciudadano a elegir al mejor o al menos peor, sin importar las siglas políticas que cobijen al candidato, está también renunciando a castigar a su partido político por haber realizado una mala selección. Y con ello, permite que los líderes, esos dedos seleccionadores, sigan ubicando en candidaturas a malos elementos, ya que sean como sean, serán validados por la porra, sin el mínimo recato y sin el mínimo análisis.
Siempre he pensado que arriba es un reflejo de abajo y viceversa. Hoy entiendo que es verdad. El pueblo de México odia a sus políticos, pero añora ser como ellos, y cada vez que puede, los imita… ¿o será que los políticos imitan a sus representados? Las pruebas están en todos lados. Cualquier organización vertical cuenta con líderes. Los representados por esos líderes los critican a sotto voce, pero se someten públicamente a sus decisiones, aunque sean arbitrarias o perjudiquen al gremio.
Me queda claro que cuando Rius escogió el nombre de los Agachados para la segunda parte de sus cuentos de los Super Machos, sabía muy bien lo que hacía. En el nombre expresaba su protesta contra la costumbre del pueblo de México de someterse y agacharse ante el poder. México es el país de los no reclamos, las no protestas, las no exigencias, el silencio cómplice, la sumisión popular y sobre todo la irresponsabilidad cotidiana de pueblo y gobernados.
Me parece absurdo que cualquier partido político insista en que se vote igual para presidente de la república, gobernador, diputado federal y diputado local. Todos los votos para el mismo partido. Más absurdo aún es que la gente se lo crea, y repita como coro de loros amaestrados que es lo correcto, sin permitirse el mínimo razonamiento al respecto, en varios sentidos.
El aspecto más importante es que la división de poderes, y el que un partido político no tenga mayorías en el congreso, implica que nadie podrá hacer su voluntad absoluta. Tendrá que negociar con otras fuerzas políticas, y con ello se impide de entrada cualquier intención autoritaria o abusiva sobre todo de parte del ejecutivo. Sin embargo la necedad mueve a que AMLO, Anaya o Meade tengan mayorías en las cámaras e incluso en los gobernadores de los estados.
Esa actitud es irresponsable por parte del votante –ojo, no digo ciudadano porque quien así piense no merece el apelativo-. Es irresponsable tomar el destino de ciento veinte millones de mexicanos como si fuera un partido de futbol, esperando que gane todo, sin considerar que quizá para el país no es lo más adecuado.
En mi opinión, el voto diferenciado cuando así valga la pena realizarlo es una garantía de equilibrios y un colchón de seguridad para la población. No niego que si un partido postula a los mejores candidatos en todas las opciones, valga la pena votar por ellos, pero es muy remota esa posibilidad. Yo mismo al enfrentarme a la responsabilidad en las urnas, generalmente trato de votar por la mejor opción en cada rubro, y generalmente resulta que si voto por un partido para presidencia de la república, voto por otro para gobernador, e incluso a veces no repito en diputado federal y local.
Me resulta repugnante pensar que un votante sufragará a favor de un candidato malísimo, tan sólo por las siglas del partido que lo cobija. Repugna porque sabe que esta eligiendo a un servidor público que será pésimo en su futuro puesto, y sólo lo hace por que gane su equipo (en este caso su partido político). Así, antepone su interés personal a el bienestar de la patria. Vende su mexicanidad a cambio de la alegría efímera de que el partido de sus simpatías gane, sin importar lo malo que será en sus funciones el ganador que él eligió.
Esta responsabilidad no la asumen quienes van a votar, porque para ellos resulta como un juego. Por eso en México se eligen tan malos gobernantes, porque se vota con el estómago no con el cerebro. Y los pocos que nos damos tiempo para analizar las opciones quedamos frustrados por la falta de interés de las mayorías. Incluso en una ocasión escuché a un amigo comentar que aunque no lo queremos reconocer, los mexicanos tenemos el gobierno que merecemos, pues nuestra actitud en las elecciones así lo demuestra una y otra vez.
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