Para gobernar la Ciudad de México se necesitan virtudes como las de un domador de leones. Es una labor harto complicada. Quien aspire a gobernar esta medusa de mil cabezas y no tome conciencia de que está sentado en un barril de pólvora, con todo respeto, es mejor que se dedique a otras cosas. Me parece que, para empezar, no se deben negar los síntomas, así no se va a salvar al paciente.
Ese fue, me parece, el gran error de Miguel Ángel Mancera Hinojosa. Subestimar y/o negar los graves problemas que aquejan a una mega urbe del tamaño de la capital, finalmente se le revirtieron.
Cuando le tocó en suerte al profesor Carlos Hank González encabezar el gobierno del Distrito Federal en su calidad de Jefe del Departamento del Distrito Federal, en ese estilo personal de gobernar de los políticos de los años 70, Hank González prometió resolver lo que, a su juicio, eran los tres principales problemas de la ciudad: basura, tránsito y seguridad, al final, estos tres grandes problemas se convirtieron en los “siete pecados capitales”: educación, tenencia de la tierra, agua, basura, transporte, drenaje y seguridad social. Bueno, pues hoy, esos siete pecados de aquellos años habría que multiplicarlos por mil veces.
Para empezar, negar que en la Capital no opera el crimen organizado, me parece, con todo respeto, una soberana tontería. En el ex D.F., se puede todo, me duele decirlo, pero así es. Con dinero se puede hacer o conseguir lo que se quiera en esa gran ciudad. Por ejemplo, y no estoy cosificando a nadie y lo que voy a decir puede que sea ofensivo para mucha gente, pero en sexoservicio se puede tener acceso a cualquier prestadora o prestador por catálogo, inclusive electrónico, de cualquier parte del mundo, con el fenotipo que el cliente guste, y de ahí pal real.
En ninguna otra parte del mundo está tan bien aplicado aquello de que “con dinero baila el perro”. Así han funcionado las cosas por años en la ciudad, tristemente, es una forma en la que ésta se ha “organizado”. Hay tolerancia, y la costumbre de arreglar las cosas por debajo de la mesa es algo que la gente prefiere por encima incluso de disposiciones legales.
Hace como veinte y tantos años, un día un conocido del que esto escribe, se tomó poco más de medio día para conseguir un arma. En un viaje relámpago se trasladó a la Capital de la República, al llegar a ésta encaminó sus pasos al populoso barrio de Tepito, le llevó poco más de una hora obtener el juguete, sin la menor complicación, de “manera segura”. Por la tarde regresó a Xalapa, en donde les presumió a sus amigos el arma, nuevecita, de paquete, una flamantísima 9 milímetros de 14 tiros. Y ese tipo de comercio, tengan la seguridad de que sigue existiendo.
En aquellos años en Tepito se podía adquirir prácticamente de todo. Qué se yo, desde un refrigerador de dos puertas verticales con despachador de agua y cubitos de hielo, que ahora es muy común en cualquier supermercado, hasta juguetes como el que acabo de describir en el párrafo anterior. Todo lo que a usted se le pueda ocurrir lo había en Tepito, y seguramente lo sigue habiendo ahora, para que nos hacemos tontos. Y ya no hablemos de giros negros, ambulantaje y corrupción de la función pública.
Entonces, creo que Mancera se debió haber concentrado en los problemas de todos los días de los capitalinos: seguridad pública, abasto de agua, mejor transporte, vialidad y movilidad urbana; ordenamiento urbano y reposición de pavimentos; mejores políticas medio ambientales para combate a la contaminación y generación de energía en base a la transformación de residuos sólidos.
Esta agenda ha estado ahí desde siempre y Mancera hizo poco o casi nada por resolver esos problemas. Ahí estaban los nichos de oportunidad del gobernante.
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