“En los años 90 nosotros tuvimos una guerra y Croacia creó un vínculo con México porque las telenovelas mexicanas nos ayudaron a escaparnos de la realidad que estábamos viviendo. Mucha gente se refugiaba en las telenovelas y por eso en Croacia la gente ha querido aprender español”, dijo el dramaturgo croata Ivor Martinic, quien vino meses atrás al país a ver la adaptación mexicana de su obra: Mi hijo camina un poco más lento.
La trascendencia que tuvieron las telenovelas mexicanas en los años 90 llegó a ser un suceso extraordinario. Para 1988 habían pasado tres décadas desde que se estrenó la primera gran telenovela de la historia —Senda prohibida— y Televisa ya había encontrado la fórmula del éxito más allá de las fronteras. Después de ese año y hasta 1995, llegó a producir 84 telenovelas.
“Latinoamérica, España, Italia, Francia, Bélgica, Brasil, China, Inglaterra, Corea, Líbano, Singapur, Turquía, Túnez, Norte de África, Estados Unidos y Canadá, vieron, por efecto de las retransmisiones y la transmisión normal, cerca de 200 mil horas de telenovelas mexicanas que se veían en el mundo”, afirma la investigadora Leticia Barrón Domínguez en su análisis La industria de la telenovela mexicana: Procesos de comunicación y comercialización.
Otros países, como Alemania e Israel, que no conocían el género, comenzaron a importarlo a partir de los años noventa. Por ejemplo, en Israel se transmitió Los ricos también lloran al inicio de esa década y hoy en día existen dos canales que transmiten sólo este género: Viva y Viva Platina.
Tal y como lo recuerda Martinic, los países exsoviéticos pronto se volvieron adictos a la telenovela. En su país natal, en la ciudad de Zagreb, se abrió en ese entonces un exitoso lugar conocido como Telenovela Bar, con vitrinas donde se mostraban objetos de telenovelas y además se publicaba la revista Gloria, “prácticamente dedicada a las telenovelas latinoamericanas: los actores mexicanos son entrevistados en sus casas de Las Lomas o San Ángel, de la misma manera en que la revista Vanity Fair entrevistaría a Scarlett Johansson o Angelina Jolie”, dice el periodista Pablo Helguera, en su texto La pandemia mundial de las telenovelas, publicado en Vice.
Este periodista recuerda que en su instancia en Croacia, “un artista local propuso que organizáramos un taller sobre la telenovela. Al anunciarlo pensé que recibiríamos a un grupo de diez personas cuando mucho. Pero el día del taller llegaron cerca de cien, así como las cámaras de televisión local. El público, extrañamente, estaba constituido por amas de casa de edad madura y artistas conceptuales locales”, recuerda.
En uno de sus comentarios explica que los dramas centrados en los amores imposibles, por razones sociales y económicas, eran una manera de “encontrar claridad en cuanto a los tabúes de clase que habían dominado durante esa era” y así, mientras se transmitían series estadunidenses como Dallas y Dinastía, el éxito verdadero era Los ricos también lloran, “nunca generaron el mismo nivel de interés debido a que los rusos no se identificaban con los problemas familiares de un millonario petrolero de Dallas”, dice.
En 1992 Televisa, en sociedad con la empresa venezolana Venevisión y con un grupo de empresarios estadunidenses, adquirieron la entidad Univisión, con sede en Miami. A través de ella emitió su programación a la población de habla hispana en los Estados Unidos de América. Para extender sus exportaciones al continente europeo, Televisa abrió en España la agencia Iberovisa a finales de los años setenta, así como en Holanda una filial llamada Eurovisa, todo ello a mediados de los años ochenta.
Durante la década de los años noventa aumentó su expansión a Latinoamérica, y adquirió, en 1991, el 49 por ciento de la empresa Megavisión de Chile. Posteriormente, en 1993, adquirió el 25 por ciento de las acciones de ATB-Red Nacional Bolivia, creando Televisa Boliviana S.A. En 1995, News Corporation de Estados Unidos de América, O’Globo de Brasil, Telecommunications International Inc. de Estados Unidos y Televisa firmaron un convenio para prestar servicio de televisión directa vía satélite de manera conjunta, para formar la empresa Sky Entertainment Services.
El imperio de Televisa en los años 90 llegó a ser inmenso. El modelo tradicional de las telenovelas le permitió llegar a lugares inimaginables; pero a partir de 1996, llega por fin TV Azteca a hacerle competencia en México. En sus inicios, esta última sólo programó telenovelas adquiridas en el extranjero como Café con aroma de mujer (1994) y El peñón del amaranto (1995), ambas colombianas.
TV Azteca inició producciones propias —a través de la creación de Azteca Digital, ahora Azteca Novelas— en 1996, con cuatro foros y salas de edición para grabar tres telenovelas en forma simultánea. La primera telenovela totalmente producida por TV Azteca fue Nada Personal, bajo la producción de Epigmenio Ibarra. Esta telenovela inició transmisiones al aire en mayo de 1996 y tocó un tema no explorado antes por la competencia: Temas políticos y situaciones actuales del país.
Luego, la relación amorosa entre Alejandro Salas, un joven periodista, y María Inés, una mujer de 50 años, sacudió los viejos estereotipos de las telenovelas. En aquel 1997 parecía que Mirada de mujer, producida por Argos Comunicación y transmitida por Televisión Azteca, terminaría con décadas de hegemonía de historias rosas y mujeres abnegadas. Se trataba de una historia vinculada con personajes reales y llenos de matices. Con palabras del propio Epigmenio Ibarra: “El éxito de la historia radica en que está vinculada con la realidad”.
Ahí comenzó una contienda por la lucha del rating en la que comenzó a verse a las telenovelas como un producto más comercial que afrenta cultural (pese a las críticas sobre la influencia ideológica en la clase media-baja y con bajos índices de educación, como también se argumenta su éxito en el extranjero lejano). Entonces comenzó un fenómeno de producción que posteriormente se convirtió en una de sus peores cargas.
“La paradoja es que (las empresas) buscan rentabilidad suprimiendo y reduciendo presupuestos; reducen la calidad del producto y matan la rentabilidad”, explicó Epigmenio Ibarra, fundador de Argos Comunicación y uno de los artífices de Mirada de mujer, en una entrevista.
Desde comienzos del nuevo milenio, la adaptación de viejas historias se impuso en México como una forma de controlar el proceso de producción industrial de la telenovela para tener mayor certidumbre sobre la regularidad de los resultados de audiencia y correr menos “riesgos” frente a un original no probado. El problema no fueron el remake o las reversiones de otros países sino la estandarización de éste como única forma de producir.
Se realizaron muchos remakes de versiones anteriores, principalmente Televisa; de hecho, algunas son la tercera o cuarta versión. Salvador Mejía (Productor), justificó en su momento ese suceso con lo siguiente: “El sello de Televisa gusta mucho, nos hemos dado cuenta que al público le gusta ver historias de amor que tengan que ver con los valores, de ahí el interés de hacer versiones libres de éxitos ya comprobados, y aunque algunos dicen que son refritos, yo digo que son nuevas versiones con toques de actualidad”.
Algunas de las telenovelas que se reversionaron de otros países fueron: Nada Personal (1996), adaptada de Por esas calles (Venezuela); Mirada de mujer (1997), de Señora Isabel (Colombia); Señora (1998), de Señora (Venezuela); El amor de mi vida (1998), de La señora de Cárdenas (Venezuela); Todo por amor (2000), de La madre (Colombia); Cuando seas mía (2001), de Café con aroma de mujer (Colombia) y Los Sánchez (2004), de Los Roldán (Argentina), sólo por mencionar algunas.
Mientras que en las reversiones de telenovelas pasadas también destacan algunos de sus grandes títulos desde que comenzó la competencia Televisa-TV Azteca: Te sigo amando, de 1996, es reversión de Monte Calvario (1986); Luz Clarita (1996), de Chispita (1982); María Isabel (1997), de la telenovela homónima de 1966; La usurpadora (1998), de El hogar que yo robé (1981); Alma rebelde (1999), de La indomable (1987); Primer amor (2000), de Quinceañera (1987); Abrázame muy fuerte (2000), de Pecado mortal (1960) o El derecho de nacer (2001) de las versiones pasadas, sobre todo de la de 1966, sólo por mencionar algunos casos.
El modelo se volvió repetitivo. Aquella primera actriz, Silvia Derbez, en el papel de una pobre pueblerina que fue a buscar suerte en la ciudad, en tiempos (años 50) en los que la sociedad global se recuperaba de la Segunda Guerra Mundial, y el movimiento demográfico que se dio porque las fábricas necesitaban trabajadores y con gente del campo se empezaron a cubrir estas necesidades. Las personas se desplazaban a las ciudades en busca de dinero y una mejor vida. Así fue como Nora (Silvia Derbez) encontró la dicha en un hombre citadino de clase alta. ¿Cuántas veces hemos visto este mismo fenómeno en telenovelas de la actualidad?
Tal vez podemos dejar a un lado la parte de la migración del campo a la ciudad, pero la historia de una mujer pobre que se enamora de un tipo rico es ya un estándar en las telenovelas de nuestro país. Casos como el de Rubí, personificada por Bárbara Mori, una joven estudiante que vive en una vecindad muy pobre se obsesiona con el dinero y utiliza su belleza física para conseguirlo. Es una historia muy similar a Teresa, que fue de las primeras producciones en 1959. No conforme hubo una versión más reciente con Angelique Boyer.
Los tiempos en que las producciones como María Isabel (1966) alcanzaron un rating de 53.6 (cada punto de rating equivale a 1 por ciento del total de los televidentes estimados), ya no existen: “Definitivamente (los actuales) no son los ratings de las telenovelas de finales de los 70 y los 80, que llegaban a 40 y tantos puntos, o como Los ricos también lloran. Hoy los ratings promedio están en 19 o 20 puntos, los mayores ratings de Televisa”, asegura Gabriela Gómez Rodríguez, investigadora del Departamento de Estudios de la Comunicación Social de la Universidad de Guadalajara (UdeG).
Las televisoras han tomado nota de esta baja en los ratings, pero aún no está claro si saben cómo detener la caída. El auditorio que se mantiene fiel a las telenovelas aún es extenso en el país, pero la caída del puntaje anticipa un problema más grave para el futuro: la incapacidad de las televisoras para renovar generacionalmente a su audiencia.
Además de que la competencia se amplió contra las series de televisión estadunidense que viven su época más prestigiosa y que el internet y los servicios streaming llegaron para revolucionar los medios de comunicación y han robado al público juvenil, que prefiere las plataformas como YouTube y Netflix para satisfacer su entretenimiento.
Pero aún se puede decir que la televisión es el medio preferido de entretenimiento en México, ya que el 98 por ciento de los hogares posee al menos un televisor y el 56 por ciento de la población cuenta sólo con señal de televisión abierta, según el Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel). De esos, el 80.9 por ciento ve los canales de televisión abierta como medio de entretenimiento. Además, las telenovelas ocupan el segundo lugar de audiencia de la TV abierta.
En su beneficio también juega el tema de los costos. Un capítulo de telenovela en México oscila entre los 50 y 80 mil dólares en promedio y el de una serie requiere de una inversión mínima de entre 110 y 200 mil dólares. Además en el extranjero aún hay un mercado que espera las producciones, como el turco: en 2015, el diario La Nación reportaba que “las exportaciones de programas de TV le reportaron a Turquía en 2005 ingresos de apenas 100 mil dólares. En 2015, esa cifra llegó a 250 millones de dólares”.
Hoy en día, la llamada “súperserie”, el pretencioso híbrido entre telenovela y serie anglosajona, cuyo referente principal podría ser El Señor de los Cielos, es una muestra del éxito que, si bien no ha mostrado innovación, sí ha sido renovación; en todo caso, de forma y no de fondo, todavía. El contenido de series con temática de narcotráfico y ahora la apuesta a las series biográficas que también siguen modelos de telenovela son respuesta a las nuevas propuestas, pero alejadas de la telenovela tradicional.
“Los peores enemigos de la telenovela son los ejecutivos de los canales de televisión, que están aferrados a la repetición de novelas exitosas, a los refritos, a las fórmulas, y eso es lo que se está desgastando”, concluyó Epigmenio Ibarra. Lo que pasará con las telenovelas está por verse.