La Semana Santa en curso, como siempre y para siempre, toca fibras sensibles para quienes hemos tenido influencia religiosa desde la familia; es tiempo de misterio y acatamiento riguroso a la tradición y creencias. Su paralelismo con los días de asueto escolar, burocrático y, en menor grado, en general, propicia una fuerte temporada vacacional, con carreteras saturadas y las playas llenas. Se junta todo: Semana Santa, vacaciones y calor para ponerle color y vitalidad a estas fechas. La mayoría de los mexicanos viven este momento en apego a su fe católica, se guardan, visitan los templos y participan en las ceremonias religiosas; para ellos son días sagrados, dolorosos y de profunda reflexión. La Semana Santa nos coloca ante el espejo de la vida con sus creencias, fe y retos; nos muestra los sacrificios qué hay que hacer para merecer una vida mejor, que no debemos renunciar a las convicciones a pesar de las adversidades. Es un momento mágico, profundamente humano y fraterno que nos permite la introspección para vernos en esencia y saber si estamos bien con nosotros mismos, los seres queridos y nuestros prójimos. No pasa una Semana Santa para mí sin que recuerde con tierna nostalgia a mi mamá, Doña Alicia Aguayo Vela, quien nos inculcó la fe en un ser supremo, nos enseñó a vivir con respeto estas fechas e hizo lo posible porque tuviéramos costumbres apropiadas a estas creencias. Más allá de los rituales existe un campo inmenso de convivencia humana en torno a la Semana Santa.
Es tan solemne la celebración católica en curso que ni siquiera los candidatos a puestos públicos se atreven a hacer actos proselitistas el día oficial de inicio de las campañas; hacen bien, muestran respeto por algo más profundo y duradero que la política. Inmediatamente después de concluida la Semana Santa vienen las campañas electorales a nivel nacional, teniendo como emblema máximo la disputa por la Presidencia de la republica. Una vez iniciadas las campañas tendrán un lugar central en la vida pública, concentrando las notas y el interés de la mayoría de la sociedad. Habrá deliberación social al respecto, circularán encuestas, habrá debates, presenciaremos actos masivos, sabremos mucho más de los candidatos, subirá el interés por conocer ideas y propuestas, aumentará la temperatura electoral y será cada vez menor la indiferencia y la indecisión. Cada proceso electoral es una nueva oportunidad para los mexicanos, de participar democráticamente y hacer CIUDADANIA, de votar bien por opciones correctas, tanto de partidos como de candidaturas, de darnos representación y gobernantes de buen nivel, decentes y preparados, comprometidos y acordes al tiempo que vivimos. Hagamos lo posible, desde donde estemos, por tener unas campañas útiles, propositivas y razonables. También son un reto para ubicar nuestro nivel de tolerancia individual y social.
El cambio sigue siendo la demanda principal de los mexicanos, en reiteración de lo insuficiente que fueron las alternancias y los abrumadores rezagos que siguen estando presentes en nuestra sociedad. Hay consenso sobre la necesidad del cambio, la diferencia radica en el tipo de cambio. Tenemos tres propuestas a la vista, habrá que analizarlas y escoger una de ellas. Más que nunca se requiere un esfuerzo extra para que no impere el voto emocional y simple, para que haya razones e ideas claras de lo que se quiere a la hora de emitir el sufragio. No es sano jugar con las masas en sus impulsos primarios. Requerimos CIUDADANIA, no creyentes; lo trascendente sería contar con votantes conscientes. No hay buen futuro si no generamos ciudadanos comprometidos. El voto es importante, lo es más sus consecuencias en la sociedad y en el Gobierno.
El cambio social real, firme y duradero es la suma del cambio de cada uno de nosotros, de lo que estemos dispuestos a hacer por ser mejores personas. Si respetamos, si somos positivos, damos ejemplos, vemos por todos, estaremos en la ruta del cambio. Obvio es que se requieren buenos gobiernos, mejores políticas públicas y un entorno de seguridad, así como legalidad y equidad. Pero nada funciona bien sin el buen comportamiento individual. Esperar que nos resuelvan los problemas es erróneo, es apostarle a la conformidad y al paternalismo, es creer en soluciones fáciles. Es sano asumir que solo los ciudadanos pueden resolver los problemas, con su voto y su comportamiento cotidiano. No hay salvadores, por ahí no busquemos, no vale la pena porque es una salida en falso. No pospongamos la construcción del México fuerte que heredáremos a nuestros hijos y nietos.
Recadito : mi apuesta personal es por los jóvenes.
ufa.1959@gmail,com