«Las instituciones conspiran contra si mismas. Desde hace años las instituciones que sostienen y encauzan el conflicto se desnaturalizan, los òrganos electorales se entregan a uno de los dos bandos, las autoriddes que han de serenar el dramatismo del pleito con sereno apego a las reglas, imponen su capricho. Trazar con reglas los lìmites del conflicto. Sellarlo con arbitrajes honorables. Ese es el empaque, tal vez la ilusiòn, del liberalismo democràtico. El problema llega hasta la bòveda. En las instituciones cùpula, aquellas que pronuncian la voz inapelable del Estado, habrìa que esperar la màs firme racionalidad. Detraàs de su palabras no hay nada. El Tribunal Electoral ha convertido a un forajido en candidato presidencial». Lo escribe Jesùs Silva-Herzog Màrquez en «Reforma».