Estoy un poco sorprendido de los efectos del debate del domingo reciente entre los candidatos presidenciales. De pronto, el ambiente nacional y el humor de los aspirantes con sus equipos cambió radicalmente. No esperaba tanto, aún sabiendo de la extraordinaria capacidad de Anaya, con quien coincidí como diputado federal. Es llamativo el tamaño de la audiencia del debate, se habla de hasta 18 millones de espectadores. Es evidente, ahora, que había generado este encuentro enormes expectativas ciudadanas. Estamos ante una muestra más de la dinámica propia de una campaña electoral y la madurez en ascenso de la sociedad. No es prudente la confianza excesiva, la falta de preparación y el desprecio a los otros de ningún candidato porque las consecuencias, como vemos, son de un alto o regular costo político. Este giro, que se confirmará en las próximas encuestas, llega en un momento clave, cuando se perfilan posicionamientos en general y se asoma la disputa real entre dos punteros.
Para mí este es el mejor debate de ese nivel desde 1994, por su dinamismo y agilidad, por abrir tímidamente la espontaneidad y el reto a los participantes. No fue un ejercicio aburrido, mantuvo la atención y mostró algo más de los candidatos. Los periodistas que lo condujeron estuvieron a la altura de un verdadero debate, con profesionalismo. Pienso que solo deberían participar los aspirantes que tuvieran un porcentaje significativo de intención del voto, en estas condiciones cinco al turno resultan muchos, sin embargo ahí estuvieron y con las mismas posibilidades todos de mostrarse y atraer la atención y simpatía de la audiencia. Su desempeño fue dispar y puede ser percibido en algo por el lugar que ocupan en las encuestas, tal vez atraigan menos atención por no vérseles posibilidades reales de llegar a la presidencia.
Observé a un Meade, sereno y de fuertes planteamientos aunque con poco carisma y nulo énfasis en sus ideas; no coincido con quienes lo vieron débil, más bien creo que no es su ambiente como tampoco le queda la candidatura. Margarita, algo excedida en actuación y más a la defensiva, con lamentables cuestionamientos por su relación conyugal. El bronco, populachero, sin ideas y con planteamientos bárbaros que no debieran tomarse a broma; supongo que va a rebasar a la candidata independiente y se llevará votos sueltos y sin compromiso. Anaya, previsible, preparado y elocuente, con tablas suficientes para llamar la atención nacional y colocarse como el vencedor del debate, logrando que se le perciba, ahora si, como un aspirante real a la Presidencia de nuestro país. Andrés Manuel, cometió los errores de siempre, que parten de considerarse superior por qué si y minimizar a sus adversarios; dos días antes andaba en mítines y no fue al ensayo del INE, se le vio cansado y confundido, no respondió a cuestionamientos claves – que no son ataques- y se mostró vulnerable.
Faltan dos debates, el siguiente es el 22 de mayo, habrá que esperar otro contexto y que todos se preparen mejor tanto para exponer sus propuestas como para cuestionarse mutuamente. Las lecciones deben ser duras para los que desaprovecharon el momento y bastante estimulantes para los que se perciben como ganadores. Lo importante es consolidar ese mecanismo democrático, volverlo rutina útil y de gran provecho. Es la mejor plataforma que se puede emplear contra el spot y la simulación. Frente a la cámara todos son iguales. Su proyección nacional es insustituible, no hay mitin que lo supere. Como lo estamos viendo ahorita un solo debate movió del pedestal al puntero y dio gran proyección al resto, aun considerando que los números de Meade, no se movieron prácticamente. Ojalá en la elección de Gobernador de Veracruz, se tengan debates similares al federal, con agilidad y espontaneismo.
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Recadito: sabrán de la existencia de los informes del Diputado Federal por Xalapa-urbano; es pregunta.